domingo, 10 de septiembre de 2023

LOS VERSOS QUE HICIERON LLORAR A FENELON

 


AUDE, HOSPES, CONTEMNERE OPES ET TE QUOQUE DIGNUM

FINGE DEO, REBUSQUE VENI NON ASPER EGENIS.

 

         Estos versos con los que se abre la entrada figuran desde hace más de veinte años en la puerta de mi casa boecillana. Pertenecen a la Eneida de Virgilio y se sitúan en el canto VIII de la inmortal obra virgiliana. Es el momento cuando Eneas, acompañando al rey Evandro, al que se había dirigido porque se le había aparecido en sueños el dios del Tíber y le había dicho que fuera en busca de este rey arcadio, recorre su reino y contempla el asentamiento de la futura Roma. Evandro lo recibe de manera hospitalaria y le dice estas bellas palabras que os quiero traducir y explicar “verso a verso”.

aude, hospes, contemnere opes.

Con un imperativo, en 2ª persona del singular, del verbo audere (atreverse), de donde tenemos en castellano “osar” y “osado”,  Evandro le invita a Eneas ( el huésped) a despreciar las riquezas. Es decir, “atrévete, huésped, a despreciar las riquezas”. El rey  le dice que en su casa no va encontrar riquezas,  pero  sí amistad y apoyo, ambas cosas mucho más valiosas que el dinero. Estos versos definen la virtud romana de la austeridad o, más en concreto, de la parsimonia que nada tiene que ver con lo que entendemos nosotros en la primera acepción del diccionario de la RAE y sí con la segunda pues, para un romano, significa frugalidad y moderación en los gastos. Esta virtud, junto con el resto de virtutes típicamente romanas,  se había comenzado a perder en los tiempos en que Virgilio escribe su Eneida y fue por esa razón por la que Augusto inició un “rearme moral” que tenía como fin volver a los tiempos primeros de la República. Algún día trataremos de las virtutes romanas porque mucho tienen que ver con las virtudes cristianas.

         Seguimos viendo estos versos.

te quoque dignum finge deo,

         Vemos en primer lugar la conjunción copulativa “et”, nuestra “y” que une los dos imperativos (aude y finge). Diría así en castellano: “y hazte e a ti mismo también digno de un dios”. Se refiere aquí Evandro a Hércules que había visitado su reino buscando a Caco, el celebérrimo ladrón que acabó, por antonomasia dando nombre a los ladrones (cacos) y al que Hércules derrotó. Caco le había robado las vacas a Gerión en las cercanías de Cádiz, pero eso es otra historia en la que no podemos entrar. En Tito Livio está por si le queréis echar un vistazo.

         Seguimos. Tenemos ahora estos versos:

rebusque veni non asper egenis.

El rebusque es una tentación para cualquier alumno poco ducho en latín para traducirlo por “rebusque” del verbo rebuscar, pero nada de rebuscar: lo que tenemos aquí es el dativo plural de res –rei, palabra de la quinta declinación que significa “cosa”. A este tipo de palabras con tantas traducciones las llama Theodor Haecker “palabras cordiales”. Con rebus va concertando, también en dativo como es lógico,  el adjetivo egenis ( de egenus-a-um) pobre. Estamos ante un tipo de dativo llamado de dirección como también se aprecia en el ejemplo que ponemos los profesores de latín en la sintaxis de los casos:

It clamor caelo à Va el griterío al cielo o para el cielo.

Entonces traducimos “y ven (entra) en a mis pobres posesiones. ¿Por qué traducimos res por posesiones? Porque esa es una de sus traducciones. Recordemos que los romanos al estado lo llamaban res publica, es decir, “cosa” o “posesión” pública. El estado es lo de todos que se opone a la res privata, a la propiedad particular o  privada. Por tanto, Evandro, por medio del tercer imperativo (veni,  unido a los anteriores por la conjunción copulativa enclítica –que) le está invitando a Eneas a que entre en sus posesiones. Pero aún nos queda el non asper. Asper es un adjetivo que significa “rugoso, áspero” en sus primeras acepciones. De ahí, vemos otros significados como altivo. Non asper es el complemento predicativo del sujeto de veni y es además una lítotes o atenuación, una figura literaria que consiste en afirmar algo negando lo contrario. Por ejemplo: Juan no es nada tonto. Aquí negamos la “tontería “de Juan para afirmar su inteligencia. Si volvemos al texto virgiliano, cuando decimos que alguien tiene que ir “no altivo”, significa que tiene que venir (o llegar en este caso)” humilde”. Negamos la altivez para afirmar la humildad. En castellano, podemos conservar la lítotes (entra sin altivez) o traducir por lo que quiere afirmar: “entra humilde”. Si lo hacemos de la primera manera,  respetamos la figura literaria de Virgilio; por el contrario, si lo hacemos de la segunda, no la respetamos.

         En fin, perdonad por el rollo tremebundo. Voy con la traducción más acertada posible:

Atrévete, huésped, a despreciar las riquezas, hazte digno también

de un dios y entra sin altivez en mis pobres posesiones.

         Como veis, para traducir correctamente hay que conocer no sólo la gramática, sino también los realia, es decir, la historia, las costumbres, la vida. Por eso, los traductores automáticos se equivocan porque, como decía Paul Valery, la sintaxis es una facultad del alma y, como decía el maestro Astrana Marín, con palabras en las que también menciona el sustento anímico de este barro mortal,  “la traducción es un estado del alma”. Amén.

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