jueves, 7 de septiembre de 2023

COLGATE CON SABOR A MEOS

 


Catulo es, sin lugar a dudas, uno de los mejores poetas de Roma. Este galo que se fue para la Urbs podía usar un lenguaje elevado y elegante o decir las palabras más procaces que se puedan hallar en latín. En este poema, el Carmen XXXIX de sus Carmina, se mete con un compatriota nuestro que era celtíbero y que se lavaba el hombre los dientes tal y como era costumbre en la Celtiberia. No os hago un spoiler y mejor os pongo el poema:

Egnatius, quod candidos habet dentes,

renidet usque quaque. si ad rei ventum est

subsellium, cum orator excitat fletum,

renidet ille; si ad pii rogum fili

 

lugetur, orba cum flet unicum mater,

renidet ille. quicquid est, ubicumquest,

quodcumque agit, renidet: hunc habet morbum,

neque elegantem, ut arbitror, neque urbanum.

 

quare monendum est <te> mihi, bone Egnati.

si urbanus esses aut Sabinus aut Tiburs

aut parcus Umber aut obesus Etruscus

aut Lanuvinus ater atque dentatus

aut Transpadanus, ut meos quoque attingam,

aut quilubet, qui puriter lavit dentes,

 

tamen renidere usque quaque te nollem:

nam risu inepto res ineptior nulla est.

 

nunc Celtiber <es>: Celtiberia in terra,

quod quisque minxit, hoc sibi solet mane

dentem atque russam defricare gingivam,

 

ut quo iste voster expolitior dens est,

hoc te amplius bibisse praedicet loti.

 

Vamos con la traducción:

 

Egnacio, porque tiene los dientes blancos,

se ríe en todas partes. Si ha llegado a un juicio,

cuando el abogado provoca las lágrimas,

él se ríe; si junto a la pira de un hijo piadoso

se llora, cuando la madre desconsolada llora a su único hijo,

el se ríe. Sea lo que sea, esté donde esté,

y haga lo que haga, se ríe. Tiene esta enfermedad

que, a mi parecer, ni es elegante ni es civilizada.

 Por lo cual, tengo que darte un consejo, mi buen Egnacio.

Aunque fueras de Roma, sabino, tiburtino,

un pesado Umbro , un obeso etrusco,

un lanuvio moreno y con buenos dientes

o un transpadano, - por citar también a mis paisanos-,

o cualquiera que se lave los dientes con agua limpia,

no quisiera que te rieras en todas partes

pues nada hay más estúpido que una risa estúpida.

 

Pero resulta que eres celtíbero y en la tierra celtíbera,

es costumbre lavarse los dientes y las rojas encías

con lo que cada uno meó por la mañana

de manera que , cuanto más limpios tengas los dientes,

más estás pregonando la orina que te has bebido.

 

El poema está escrito en coliambos y es uno más de los muchos testimonios de que en la Celtiberia usaban la orina como colutorio dental. Pero, al menos, se los lavaban (aunque de forma poco higiénica, la verdad) porque cuando el Imperio se vino abajo y con él, todas las buenas costumbres romanas, la gente dejó de cepillarse los dientes.         Durante la Edad Media, nadie se preocupaba de lavarse la boca y no fue hasta el siglo XVIII, a finales, cuando  empezó la gente noble a preocuparse por sus piños. Todavía habría que pasar el siglo XIX y llegar a la mitad del XX, en la Segunda Guerra Mundial, cuando los americanos del Norte les dijeron a  sus soldados que había que lavarse, al menos, dos veces la boca al día. Es más, si ya tenéis algunos años, recordaréis el inmenso número de dentaduras postizas, puentes, dientes de oro (como el de Pedro Navaja que alumbraba “toa la avenida”) y una gran variedad  de prótesis para los dientes y muelas que, sin una limpieza diaria, se perdían, con demasiada frecuencia, incluso antes de los cuarenta años. Bueno, en algo por lo menos, hemos ido a mejor.

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