viernes, 12 de enero de 2024

ADRIANO Y ANTÍNOO

 


 Adriano, que había leído mucho y bien a los griegos, se acabó aficionando al amor griego y se enamoró de un muchacho de Bitinia por nombre Antínoo. Tan hermoso era el muchacho que el emperador hizo poner su busto por todo el imperio y hasta le fundó una ciudad, Antinoópolis en el curso medio del Nilo. ( ¡ Olé el rumbo que hacía que los emperadores no se conformaran con poner un piso a sus amantes!), río que sería la perdición del muchacho pues murió, ante los ojos de Adriano, al caerse al agua por la que surcó, con velas negras cuando creyó perder el amor de su Marco Antonio, la reina Cleopatra.

         Hombre delicado y poeta además de filósofo, en su lecho de muerte escribió estos versos que abren la obra de la Yourcenar y que mi buen amigo, ya fallecido, José Ángel de la Calle, me pidió que le tradujera en una de aquellas tardes de la Fuenfría que llevo, como don Luis Rosales, en los más profundo de mi corazón. Os los dejo con mi muy humilde traducción.

Animula, vagula, blandula

Hospes comesque corporis

Quae nunc abibis in loca

Pallidula, rigida, nudula,

Nec, ut soles, dabis iocos...

Pequeña alma, blanda, errante

Huésped y amiga del cuerpo

¿Dónde morarás ahora

pálida, rígida, desnuda,

incapaz de jugar como antes...?

P. Aelius Hadrianus Imp.

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