jueves, 23 de enero de 2025

LA ESCLAVITUD SEGÚN MARGARITE YOURCENAR

 


Hay textos a los que tan sólo basta con poner un título y publicarlos en el blog. No se puede decir mejor lo que es la esclavitud actual: máquinas estúpidas y satisfechas creídas de su libertad en pleno sometimiento. La forma más sutil de esclavizar es hacerlo de tal modo que el esclavo no se sienta como tal. ¡Gracias, Margarite, por hacernos reflexionar, aunque sea tan sólo por unos momentos en nuestra condición de pobres esclavos de un  sistema inmisericorde!

«Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre. Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las nuestras, por más insidiosas, sea que se logre transformar a los hombres en máquinas estúpidas y satisfechas, creídas de su libertad en pleno sometimiento, sea que, suprimiendo los ocios y los placeres humanos, se fomente en ellos un gusto por el trabajo tan violento como la pasión de la guerra entre las razas bárbaras. A esta servidumbre del espíritu o la imaginación, prefiero nuestra esclavitud de hecho” Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano.

 

domingo, 12 de enero de 2025

MAX BRUCH O LA DESGRACIA DE UN ÉXITO JUVENIL

 


 

Os voy a contar una historia verídica sobre el gran músico, poco presente no sé por qué razón en las salas de concierto, que fue Max Bruch, nacido en Colonia en el año 1838. Y quiero dejar claro este año porque fue en ese año cuando Mendelssohn estrenó su maravilloso concierto para violín y el violín será fundamental en la vida de Bruch. Vayamos por partes.

         Corría el año 1860 cuando Bruch estrena su concierto para violín op. 26. Sí, su Concierto primero, el que compuso cuando tan sólo tenía veintidós años. El concierto fue un éxito en parte, sin duda, por su maravillosa sensibilidad y belleza, pero también por los sabios consejos que le dio Joseph Joachim, celebérrimo violinista de la época y uno de los mayores virtuosos que en el mundo han sido. Fue tanto el éxito de este primer concierto que el navarro Sarasate le encargó un segundo concierto, el Opus 44 que es verdaderamente maravilloso, con un primer movimiento en donde el pamplonica pudo hacer notar su depurada técnica y su exquisito virtuosismo. Bueno, pues resulta que, pese al buen hacer de Sarasate y la inspiración de Bruch, el concierto no llegó al éxito del primero lo cual molestó al músico de Colonia. También bajo la demanda de Sarasate, Bruch compuso su Op. 46, su conocida Fantasía escocesa, cuyo movimiento final, un Finale. Allegro guerriero, lleno de virtuosismo y “toques españoles”, no alcanzó el éxito del primer concierto.  Entonces Bruch recurrió de nuevo a Joachim y se puso con su tercer concierto para violín, el Opus 58 que, pese a los consejos de Joachim, tampoco obtuvo el éxito del primero que se seguía tocando con gran éxito en las salas europeas y americanas.  Vamos a hacer una pequeña digresión para tratar del estado emocional del músico de Colonia.

         Bruch tenía éxito (y mucho) con su música coral y se le conocía por ella y, ¡cómo no! por su Primer concierto para violín, pero tenía la espina clavada de no haber podido superar su Opus 26 que parecía estar cargado, a esas alturas,  de una cierta maldición. Se dispuso a componer un cuarto concierto para violín, pero este concierto acabó como su Serenata para Violín y orquesta, Op. 75 que, para que lo voy a contar, no alcanzó el éxito del primer concierto que ya le empezaba a molestar bastante al pobre Bruch. (Por respeto a este blog no voy a precisar hasta dónde estaba Bruch del “conciertito”) Por si fuera poco, muchos violinistas noveles de Alemania  y de otros países de Centroeuropa se acercaban al maestro para que les oyera tocar el casi malhadado Op. 26. Y entonces fue cuando Bruch estalló y dijo ( en alemán, obviamente):

“Ich kann dieses Konzert ich mehr hören, es decir, no quiero escuchar este concierto nunca más”.

         Os propongo que lo digáis en alemán y con una buena dosis de cabreo. Si así lo hacéis así, las palabras de Bruch retumbarán en vuestros oídos como una bomba del canciller Von Bismarck. Y la verdad, Bruch tenía sus razones.

         Bueno, pues ya veis como un “exitazo” juvenil puede perjudicar la carrera de un músico como Max Bruch que se quedó para siempre como el compositor del “Primer concierto para violín, Op. 26”. Échele tantas horas uno a la composición para esto.