domingo, 8 de junio de 2025

¡VEN, ESPÍRITU DIVINO!

 


Hoy es Pentecostés, es decir, los cincuenta días, siete semanas, de la Resurrección del Señor. Tal y como nos prometió, hoy es el día en que llega el Espíritu Santo Paráclito que, en mi q
uerido griego, significa “ el que ayuda”. Eso lo sabe cualquier católico con un poco de formación doctrinal, pero no os quiero hablar hoy de lo que de seguro ya conocéis, sino de mi búsqueda del Paráclito.

         Para mí, como para muchos católicos, el Paráclito no era más que una cita del Credo o del Tantum ergo. Sin embargo, tuve un tiempo en que quise saber más de él y, sobre todo, sentir su presencia. Leí algunos libros que me recomendaron, doctos y sabios libros sin duda, pero el Espíritu “no venía”. Sin embargo, como el “Espíritu sopla donde quiere”, quiero contaros lo que me pasó.

         Era una época en que en Boecillo, al llegar el buen tiempo, se oficiaba misa los domingos a las diez en el tejaroz que, a la entrada del pueblo por el norte, resguarda una imagen de Nuestra Señora de la Salve, patrona del pueblo. Era un día de Pentecostés como hoy y mi prima Conchi Villafruela leyó la Secuencia de Pentecostés, muy bien traducida al castellano y que forma parte del Ordinario de la misa de ese día. Al leer Conchi la Secuencia, “noté” que eso era lo que venía buscando y la oración se quedó en mi memoria para siempre. ¿Qué no la conocéis? Os la copio para que os sirva en vuestros momentos de oración. Es maravillosa. También en mi búsqueda me ayudó un libro muy especial. Pero de ese libro os hablaré en otra entrada.

Ven Espíritu Divino,

manda tu luz desde el cielo,

Padre amoroso del pobre;

don en tus dones espléndido;

luz que penetra las almas;

fuente del mayor consuelo.

 

Ven, dulce huésped del alma,

descanso de nuestro esfuerzo,

tregua en el duro trabajo,

brisa en las horas de fuego,

gozo que enjuga las lágrimas

y reconforta en los duelos.

 

Entra hasta el fondo del alma,

divina luz y enriquécenos.

Mira el vacío del hombre

si Tú le faltas por dentro;

mira el poder del pecado

cuando no envías tu aliento.

 

Riega la tierra en sequía,

sana el corazón enfermo,

lava las manchas, infunde

calor de vida en el hielo,

doma el espíritu indómito,

guía al que tuerce el sendero.

 

Reparte tus Siete Dones

según la fe de tus siervos.

Por tu bondad y tu gracia

dale al esfuerzo su mérito;

salva al que busca salvarse

y danos tu gozo eterno.

 

LUIS ROSALES, FILÓLOGO

 

Me honro de haber leído mucho a don Luis Rosales del que llevo muchos poemas en mi corazón, pero quiero contaros una historia de un libro porque los libros también, como las personas, tienen su historia. Érase un Villalar de hace ya unos cuantos años en el que había una mesa en la que había libros gratuitos que habían pertenecido a una asociación que se llama Entre líneas (libros libres). Como de lo que no cuesta, se llena la cesta, me llevé algunos ejemplares que eran de mi interés, entre ellos un libro de don Luis Rosales que se llama Lírica española en el que se recogen estudios literarios que el poeta de Granada había ido publicando y que la Editora Nacional, de la que hablaré en una entrada porque no sólo publicó libros de Franco, había publicado en su colección Escalada. Rosales tenía artículos sobre Garcilaso, Cervantes, el Duque de Rivas, Machado y Panero. El libro estuvo en los anaqueles de mi humilde biblioteca hasta que este año lo comencé a leer e hice, con su lectura, un gran descubrimiento: Luis Rosales, además de ser un excelente poeta, fue un no menor crítico literario y estudioso de nuestra literatura. Otros poetas hubo (Dámaso Alonso, Pedro Salinas o Gerardo Diego) de los que conocía su doble condición de poeta – profesor, pero desconocía esta faceta “doctoral” de Rosales aunque sí que sabía que había estudiado en “mi Facultad” de Filología de la Complutense y que había tenido por maestro a don Dámaso Alonso. Sin embargo,  este libro me ha descubierto a otro Rosales: el Rosales filólogo e investigador.

         Baste decir que su tesis fue sobre el duque de Salinas, el hijo de la princesa de Éboli y del “portugués” Ruy Gómez de Silva, y que sus conocimientos sobre el conde de Villamediana le llevaron a pronunciar su discurso de ingreso en la Real Academia sobre este grandísimo poeta barroco y a publicar un enorme estudio sobre él. No voy a entrar en detalles porque desmerecerían los estudios que este libro recoge, pero en él se recogen teorías sobre la historia de la poesía española que demuestran la finísima pluma profesoral de don Luis.  Baste con el maravilloso estudio de la poética de Garcilaso y cómo arranca de él una línea que llega hasta el culteranismo o su estudio detallado de la poesía de Leopoldo Panero, su gran amigo, cuya temprana muerte hizo, según contaba don Luis en la revista de Cercedilla, que se decidiera a comprar Gure Kabi, la casa que habitaba en los veranos entre los parraos.

         Don Luis Rosales fue un gran poeta que, en estos últimos años de gusto chabacano, se había dejado de leer y tan sólo unos pocos devotos lo llevábamos donde se lleva la poesía: en el corazón. Sin embargo, es de destacar como esa injusticia se está enmendando gracias a la labor de su hijo, Luis Rosales Fouz, que tiene por noble misión mantener el recuerdo del padre que fue, y lo digo convencido, uno de los mejores poetas españoles del siglo XX.

         ¡Qué libro tan maravilloso y cuánto he aprendido de él! Gracias, don Luis. Un día, cuando vuelva a Navarrulaque, tan lejano ahora para mí, leeré en su mirador – posada el soneto de El pozo ciego. Seguro que una golondrina cruza por el cielo.

¿QUÉ LEEN LOS ESTUDIANTES MADRILEÑOS DE AHORA?

 


¡Ya no llueve como llovía antes! – oigo decir a los mayores entre los que, poco a poco, me voy encontrando. En aquellos abriles del alma, al salir de la Complutense, José Luis Estruch y un servidor nos llegábamos hasta la calle madrileña de Fernández de los Ríos. Llovía y los paraguas cargados de lluvia cubrían nuestras cabezas de muchachos de dieciocho años que cursaban su primer año en la Facultad y que aprovechaban que las clases de los martes terminaban a las 11.30 para acercarse a la Moncloa y recorrer los bajos del edificio Galaxia, sí, en donde, unos años antes, se había urdido el golpe de Tejero y entrar en el Club de los Amigos del Disco. Dejadme que me llegue hasta él: Una puerta con una escalera metálica que te bajaba a una sala ancha llena de estantes con LP’s antiguos, de segunda mano. En aquella sala, mientras en la calle seguía lloviendo, pasábamos una hora por lo menos eligiendo el LP que nos queríamos llevar. Se lo pagábamos a aquel chico un tanto extraño y nos íbamos a la librería Universitas- Delta, a la León, a la de los Agustinos o a la que estaba junto a los arcos de la Moncloa que fue la primera en caer. Sí, porque todas esas librerías han desaparecido de Moncloa. Hace muchos años, Aguaviva publicó un LP que se llamaba “Qué cantan los poetas andaluces de hoy?”; un servidor preguntaría ahora: ¿Qué leen los estudiantes madrileños de hoy?”. En aquellos remotos tiempos, los profesores nos daban una lista con las lecturas del año y aquellos estudiantes de los ochenta íbamos a aquellas librerías para comprar aquellos libros que iban a ser nuestra primera biblioteca. En la León, especializada en Filosofía (¿Alguien se imagina, en la actualidad, tan terrible “especialización”?) tenían la colección Clásicos Gredos, encuadernados en azul, tapas duras y letras doradas, al completo y José Luis me decía: “¡Cómo me gustaría tener la Biblioteca Clásica de Gredos al completo!” Ahora está en Internet, en pdf y también en una edición cutre que mi buen amigo Miguel, el librero de Valladolid, vende en Sandoval, pero que no son sino un pálido reflejo de los que aquella magna colección fue pues, de aquellos libros que la componían,  tan sólo quedan unos pocos que RBA, la editorial que se quedó con Gredos, es decir, Planeta para los kioskos, considera que son los más “vendibles”.

         Recuerdo estos años con la nostalgia del viejo de Kavafis, pero es posible que los estudiantes de hoy sigan leyendo a Platón en pdf. Omnia possibilia sunt, pero aquellas mañanas de abril con la lluvia resbalando por los paraguas me siguen procurando un sabor dulce y amargo: el sabor de la nostalgia, el dolor del regreso a un tiempo pasado cuyo autobús hemos perdido para siempre.

LA EDITORA NACIONAL

 

 

Era mayo, era un día de lluvia como hoy y mi buen amigo José Luis Estruch, al salir de la Complutense, o quizás un sábado de gloria pues todos en la juventud lo eran, me dijo que nos podíamos acercar a la Gran Vía madrileña porque estaban saldando los libros de la Editora Nacional cuya librería estaba en la conocida calle. Para allá nos fuimos. Era el año 1983 del siglo pasado, es decir, hace la friolera de cuarenta y dos años y los socialistas había llegado al poder en octubre de ese año. España tenía ganas de cambio y había una ilusión en el aire que, a día de hoy, se ha perdido al comprobar, con desánimo, que todos son los mismos perros con diferentes collares. Los socialistas hablaban del “cambio” que necesitaba España, cosa cierta, sin duda, pero a veces los cambios, como las revoluciones, se llevan por delante a muchos inocentes y, desde luego, inocente era la Editora Nacional que, si bien es cierto que había sido fundada por la Falange y que los libros de José Antonio eran su publicación “estrella”, no menos cierto era que había sido dirigida por hombres de gran  cultura como Laín Entralgo y que en ella habían colaborado el gran Dionisio Ridruejo y otros muchos. En sus último años había sido su director Rafael Martínez Alés, el  creador de Cuadernos para el dialogo y el que, junto a Jaime Ortega Spottorno, hijo de don José Ortega y Gasset, y Jaime Salinas, hijo de Pedro Salinas, acabaría fundando  Alianza Editorial, una editorial sin la que no podemos entender la historia del libro y la cultura en el siglo XX.  Sí, es cierto que también había publicado libros de Franco (la novela Raza con el pseudónimo de Eugenio de Andrade), pero no era menos  veraz que en ella habían publicado autores de todas las tendencias y que había, en todos ellos, una altísima calidad. Baste citar a Luis Gil, a José Hierro, que estuvo preso en las cárceles del Régimen,  o a mi admirado García Calvo, que no tenía mucho de franquista,  y a otros muchos más que formaban un heterogéneo grupo ideológico que iba desde el anarquismo a la Falange.  En su catálogo estaban un I Ching o libro chino de los cambios y un Corán, libros que, como pueden ustedes comprobar son absolutamente nacional católicos. Yo siempre he pensado que los políticos de entonces (como los de ahora) no habían frecuentado mucho Las lecturas que la Editora Nacional brindaba haciendo un gran servicio público y que tan sólo se habían quedado en la “cáscara” sin llegar a la pulpa. Una de las primeras medidas del gobierno de Felipe González fue desmantelar la Editora Nacional como signo inequívoco de progreso. Una pena.

         Cuento esto porque, por lo que se ve, los patres patriae no han sido nunca muy aficionado a las buenas lecturas y no pasan de los textos leguleyos que, en ocasiones, no sirven más que para limpiarse el trasero pues el papel lo resiste todo, pero la vida no.

         Llovía, éramos jóvenes, era mayo y José Luis y yo nos fuimos a la librería de la Editorial Nacional en la Gran Vía madrileña que quizás todavía se llamaba Avenida de José Antonio, la gran “momia” que Franco usaba para asustar a los que se le desmandaban. ¡Ay, juventud, divino tesoro!

domingo, 13 de abril de 2025

LUISA SIGEA, PUELLA DOCTA TOLETANA

 

Quiero hablaros de una mujer excepcional a la que cubre un olvido infamante: Luisa Sigea, la puella docta toletana, mujer culta del siglo XVI que, como veremos en este entrada, tuvo relación con María de Padilla, La Leona de Castilla,  cuyo verdadero nombre fue María López de Mendoza y Pacheco y que sería más tarde la mujer del comunero Padilla. Doña María tuvo por maestro a Diego de Sigeo, padre de Luisa y culto caballero cuya ascendencia fue más que  probablemente  francesa,  en esa corte pequeñita del Gran Tendilla en donde no se hacían distingos entre hermanos y hermanas y a todos se les daba una gran educación. Recordemos que hermano de doña María fue don Diego Hurtado de Mendoza, embajador y poeta. Pero dejemos a tan noble familia y volvamos con  Don Diego de Sigeo que marchó para Portugal y al que, en su exilio con María de Padilla,  lo acompañó su familia.  Doña Luisa sabía a la perfección el latín y se carteó con el papa Paulo III gracias a un amigo de su padre, el erudito italiano Girolamo Britonio. Y con  tanto acierto se carteó   que el Santo Padre se asombró del conocimiento que de la lengua del Lacio tenía esta puella de Tarancón que, por aquellos años, era diócesis y reino de Toledo, no como ahora que pertenece a la provincia de Cuenca. Y no sólo era docta en latín, sino que también lo era en griego, matemáticas, letras e historia. No quiero perder el hilo, pero ya os contaré del maravilloso poema que escribió esta mujer sobre Sintra cuando allí vivió con la corte portuguesa pues Luisa, allá por 1542, se convirtió junto a su hermana Ángela, en moça de câmara, un grupo de puellae doctae que constituían el séquito de doña María de Portugal. Hay que referir que, entre esas mozas estaba Paula Vicente, hija del poeta y dramaturgo Gil Vicente. Los portugueses, por su conocimiento  del latín,  las conocían como damas latinas o, en el propio latín, puellae doctae, apodo al que ya hemos hecho referencia con anterioridad.

         Luisa permaneció en esa corte portuguesa hasta que en 1552 se casó con el hidalgo burgalés Francisco de las Cuevas con quien tuvo una hija, Juana, que se casó con Francisco Ronquillo, bisnieto del célebre alcalde Ronquillo. Pero sigamos con nuestra Luisa que en 1558 se encuentra en Valladolid con su marido sirviendo en la corte de María de Habsburgo, hija de Felipe I de Castilla, que llegó a reina de Hungría por su casamiento con Luis II de Hungría y Bohemia. Todo iba bien hasta que la reina María murió de manera repentina y los Ronquillo Sigea se quedaron sin trabajo. Luisa escribió al mismísimo Felipe II, pero no obtuvo ningún resultado su epístola. Casi a la desesperada, escribió a Isabel de Valois, recién casada con el rey Felipe, pero la contestación nunca llegó. Aunque la reina consorte la recibió en Toledo y Luisa aprovechó la entrevista para entregarle en mano la carta en la que le solicitaba un empleo.

         Al no recibir respuesta de Isabel, Luisa se va para Burgos, patria chica de su esposo, en donde fallece el 13 de octubre de 1580. Había nacido en 1522 y se marchó con la amargura de que no servían para nada sus grandes conocimientos pues parecía que tampoco había gentes  que las supieran apreciar. Las cultas cortes renacentistas que tanto y tan bien usaban el latín, no aceptaban a esta culta mujer. Una pena.

         De su obra, vamos a destacar su Dialogus de differentia vitae rusticae et urbanae o Colloquium habitum apud villam inter Flamminia Romanam et Blesillam Senensem que no es sino un dialogo en latín sobre un tema tópico: el enfrentamiento entre la vida del campo y la vida de la ciudad. No podemos olvidarnos de su poema en hexámetros Syntra que escribió Luisa en Portugal en 1566 y que tuvo el honor de verlo publicado en París veinte años después.

         En estos años en los que se están recuperando mujeres que destacaron en los diferentes ámbitos del saber, no veo que esta lumbrera toledana ande en ese proceso de “resurrección”. Bien es verdad que sus obras están traducidas en una editorial toledana y que en su villa de origen, Tarancón, han publicado un cómic con su vida para que los jóvenes taranconenses sepan de la vida de su ilustre paisana. También contamos en Internet con la traducción que don Marcelino Menéndez Pelayo que, como Cantabria, fue infinito, realizó del poema de tema portugués pero escrito en latín del que ya hemos hablado y en el que se describe la bellísima ciudad de Sintra.

         Ya se ve a las claras que esto de ser escritor en España y dedicarse a las letras latinas y griegas no lleva más que al sufrimiento y a la miseria. El que lo probó lo sabe.

viernes, 7 de marzo de 2025

ESTACIO Y SU INFLUENCIA EN LA EDAD MEDIA

 

Estacio, poeta romano del siglo I a. de C., es la única referencia que, durante el medievo, se tiene en Europa de las leyendas tebanas cuyos protagonistas son Edipo y sus hijos. Habría que esperar hasta el siglo XVI con el descubrimiento de los manuscritos de los grandes trágicos griegos para conocer, de primera mano, las desgraciadas vida de los labdácidas. Sin embargo, dejadme que os cuente cómo se llegó, por medio de Estacio, a este conocimiento medieval.

         La fama de Estacio en vida fue muy grande y sabemos que Ausonio, Claudiano y Sidonio Apolinar, poetas latinos tardíos, lo leyeron e imitaron y, sobre todo, que fue Lactancio Plácido, erudito del Bajo Imperio, el que lo dio a conocer al mundo del medievo con sus comentarios a la Tebaida: Lactantius Placidus in Statii Thebaida Achilleidaque commentaria.  Tenemos que tener en cuenta que Estacio fue autor también de las Silvas, una colección de poemas breves  que se perdieron durante el siglo X y que eran ricos en detalles biográficos por lo que la vida del poeta quedó en la más absoluta oscuridad y el mismo Dante, cautivo del error,  que le hace aparecer en el Purgatorio de su Divina Comedia, le convierte en natural de Tolosa. Su fama no fue pequeña pues el florentino lo convierte en el acompañante suyo y de Virgilio por el inframundo. Sin embargo, no podemos entrar en eso que, Deo Volente, tendrá su entrada y vamos con la obra francesa que supuso la fuente más importante para las leyendas tebanas a partir del siglo XII. Me estoy refiriendo a Le Roman de Thèbes, obra francesa, escrita en 10.000 versos por un clérigo anónimo. Este clérigo francés no se basó directamente en la Tebaida, sino en un resumen en latín que se habría escrito algunos siglos antes. Lo cierto esx que esta obra francesa hizo que la Edad Media se llenara de “Tebas” y que nuestro propio Rey Sabio recogiera una Historia Tebana en su General Estoria que editó aquel toresano que se llamó Antonio García Solalinde del que tanto nos hablaba Pilar Saquero, que en paz descanse, en el curso de doctorado que tuve la fortuna de recibir en la Complutense hace ya unos cuantos años.

         Pues ya veis cómo la leyenda tebana llegó hasta la Europa medieval. Llegaría el siglo XV y, con él, el hallazgo de las Silvas por Poggio Bracciolini que también descubrió el De rerum natura de Lucrecio y sobre el que Stephen Greenblatt escribió su famosísima obra titulada El Giro en la que sostiene la tesis de que este descubrimiento de la obra de Lucrecio provocó un “giro” que nos llevó al Renacimiento. Ese “giro” (swerve en inglés) es, por cierto, el mismo giro que experimentan los átomos que se mueven a través del vacío que, provistos de unos pequeños ganchos, se engarzan o enredan en otros átomos dando origen así a la materia.

         Pero ese es otro tema y creo que de Estacio ya hemos dicho lo suficiente y bastante.


viernes, 28 de febrero de 2025

LOS NARCISOS, NARCISO Y MI BUEN AMIGO EDUARDO

 


En febrero, no podían faltar nuestros narcisos. No duran mucho tiempo, pero su color prepara la primavera. Su historia tiene por protagonistas a Narciso y a Eco, una Ninfa a la que Hera había castigado a contestar repitiendo las últimas palabras que alguien le decía. Se enamoró locamente de Narciso, hermoso joven, hijo del río Cefiso que violó a Liriope, una ninfa que decidió ir a consultar a Tiresias, el gran adivino tebano, sobre el futuro de su hijo. El “vidente” le dijo que viviría muchos años siempre y cuando “no se contemplara a sí mismo”. La pobre Eco lo seguía un día por el bosque y entonces Narciso preguntó: “¿Quién está ahí?” Y la pobre Eco tan sólo pudo decir “Ahí” Como toda conversación era imposible, la ninfa decidió pasar a la acción y abrazó a Narciso que la rechazó de manera brusca. La pobre Eco se fue consumiendo hasta que quedó tan sólo su voz.

         Por lo que respecta a Narciso, que se había comportado de manera tan grosera, tuvo la desgracia de encontrarse con Némesis, diosa de la venganza, hija de Nix, la noche, que lo llevó a un arroyo en donde Narciso vio su hermoso rostro y no pudo escapar a su hechizo: se enamoró de su propio rostro y no podía dejar de mirarlo hasta que, según la mayoría de  los mitógrafos, se suicidó y del lugar en donde murió surgió la bella flor que alegra nuestro jardín todas las primaveras.

         La historia la cuenta Ovidio en su s Metamorfosis y ha hecho las delicias de sus lectores durante siglos.

         Los psicólogos llamaron narcisistas a aquellos que se enamoran de sí mismos, vamos, que están encantados de conocerse. Pero de esto sabe mucho más mi buen amigo Eduardo Rodríguez- Monsalve por psicólogo y – que su amistad me perdone- por Narciso. Cualquier día se nos metamorfosea en flor.

miércoles, 26 de febrero de 2025

EL VIEJO PUTAÑERO DEL TÍO SAM

 


Si hubo alguien que preguntó que si se podía escribir poesía después de Auschwitz, otro habrá que diga si se podrá volver a escribir poesía después de la vergüenza de estos días: el invadido convertido en culpable y “el amigo” convertido en acusador y aliándose con el invasor. En los tiempos de Viriato, Roma no les pagaba, pero se aprovechaba de los traidores para quitarse de en medio a quien le molestaba; en estos tiempos abyectos, Roma deviene en traidora sin necesidad de canallas que le hagan el trabajo sucio. En aquella Roma, había disimulo; en ésta Roma, ni siquiera eso. La impunidad con que ese analfabeto funcional de la política y de la vida, un Creso obsceno y chabacano, un Midas que todo lo convierte en puritita mierda, un Hreodes vestido de macarra de Las Vegas,  apoyado por el infame dinero de un miserable sudafricano que salta de alegría porque puede reutilizar el cohete que ha enviado a Marte, pero que le importan entre cero y nada los millones de personas que se mueren de hambre en el mundo, podría sorprender a los pocos versados en historia, pero “coletazos” de este jaez trufan la podrida historia del ser humano sobre la tierra. Basta con volver la vista a las historias de Roma o Atenas y después seguir mirando la historia universal de la infamia (con el permiso del maestro Borges) para, con el permiso de Blas de Otero, “dejar de creer en el hombre”. Sin embargo, hasta ahora, según mi pobre conocimiento de la historia, no se había llegado a esos puntos de desvergüenza y los canallas usaban de otros canallas, aún peores que ellos, para “sacar la basura”. Desde ayer, algún poeta no pagado por una subvención pública, se preguntará si se puede escribir poesía después de haber vendido Ucrania “ por un puñado de dólares” ciscándose en los muertos, en los desplazados, en los que lo han perdido todo menos la vergüenza y el orgullo de ser ucranianos. Todos, Zelensky incluido, han tenido su parte de culpa, pero este farol de tahúr de un Missisipi de aguas podridas, ha redimido de su culpa al presidente ucraniano. El villano es un héroe y “la nación de la democracia” pacta con un tirano. Europa mientras tanto se queda como el novio de Marieta en la canción de Brassens: haciendo el gilipollas, sin ideas, sin creencias, poniendo su territorio al servicio del Tío Sam mientras el viejo y putañero norteamericano hace de su cultura (secular) un papel higiénico con el que limpiarse el trasero.

         Un aviso: hace casi noventa años, las democracias miraron hacia otro lado cuando Hitler y Stalin pactaron para poder repartirse Polonia. Al poco, estalló ese conflicto que los historiadores han dado en llamar la Segunda Guerra Mundial. Es un tópico, pero ya conocéis el dicho: “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Pues eso.

jueves, 20 de febrero de 2025

BRAHMS Y LA LOCURA DE HANS ROTT

 


Hans Rott nació en un suburbio de Viena, Braunhirschengrund, un primero de agosto de 1858. Fue, al igual que Mahler o que Hugo Wolf,  estudiante en el conservatorio de Viena y discípulo de Bruckner en órgano lo que, a la larga y, sin duda, de manera indirecta, le acarrearía la ruina y la muerte. Vayamos por partes.

         Un joven Rott tenía por maestro de órgano a Anton Bruckner y el maestro elogiaba al discípulo por su gran capacidad para improvisar, especialidad en la que don Anton era un consumado especialista. Cuando estaba ya en su último año de conservatorio, presentó el primer movimiento de su Sinfonía en mi mayor a un concurso de composición. Bruckner alabó la obra, pero el resto del jurado se burló de ella. Rott acabó la sinfonía y se la llevó a Brahms y a Hans Richter, famoso director de la época. Cuando Brahms supo que el joven había sido discípulo de Bruckner, cargó contra él por una peregrina razón: no le gustaba la influencia que tenía Anton Bruckner entre los estudiantes del conservatorio. Cuando Brahms se reunió con Rott, el primero le dijo claramente que no sólo no le gustaba su obra, sino que no tenía ningún talento musical. Esta afirmación tan tajante de un músico al que Rott tenía en alta estima y cuya autoridad le  parecía indiscutible en la Viena de la segunda mitad del siglo XIX, enajenó por completo al joven compositor hasta el punto de que, al poco tiempo, viajando en un tren, empezó a gritar: “¡Este tren va a explotar porque está lleno de la dinamita que le ha puesto Brahms!” Hans fue reducido y llevado a un psiquiátrico. Intentó varias veces quitarse la vida y, al final, falleció de tuberculosis en 1884.

         La historia es muy triste y nos enseña lo cuidadosos que tenemos que ser los docentes al dar una opinión que debe ser siempre argumentada y no basada en razones de poco o ningún peso. No nos queda sino escuchar con atención esta sinfonía de Rott y juzgar, libres de prejuicios, nosotros mismos. Por cierto , que a su entierro acudió Bruckner, el bueno de don Anton, el mismo que le pedía ayuda al emperador porque no entendía por qué Eduard Hanslick se metía contra él de manera tan furibunda.

         No os digo más. Escuchad la obra y dad vuestra opinión.


jueves, 23 de enero de 2025

LA ESCLAVITUD SEGÚN MARGARITE YOURCENAR

 


Hay textos a los que tan sólo basta con poner un título y publicarlos en el blog. No se puede decir mejor lo que es la esclavitud actual: máquinas estúpidas y satisfechas creídas de su libertad en pleno sometimiento. La forma más sutil de esclavizar es hacerlo de tal modo que el esclavo no se sienta como tal. ¡Gracias, Margarite, por hacernos reflexionar, aunque sea tan sólo por unos momentos en nuestra condición de pobres esclavos de un  sistema inmisericorde!

«Dudo de que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre. Soy capaz de imaginar formas de servidumbre peores que las nuestras, por más insidiosas, sea que se logre transformar a los hombres en máquinas estúpidas y satisfechas, creídas de su libertad en pleno sometimiento, sea que, suprimiendo los ocios y los placeres humanos, se fomente en ellos un gusto por el trabajo tan violento como la pasión de la guerra entre las razas bárbaras. A esta servidumbre del espíritu o la imaginación, prefiero nuestra esclavitud de hecho” Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano.

 

domingo, 12 de enero de 2025

MAX BRUCH O LA DESGRACIA DE UN ÉXITO JUVENIL

 


 

Os voy a contar una historia verídica sobre el gran músico, poco presente no sé por qué razón en las salas de concierto, que fue Max Bruch, nacido en Colonia en el año 1838. Y quiero dejar claro este año porque fue en ese año cuando Mendelssohn estrenó su maravilloso concierto para violín y el violín será fundamental en la vida de Bruch. Vayamos por partes.

         Corría el año 1860 cuando Bruch estrena su concierto para violín op. 26. Sí, su Concierto primero, el que compuso cuando tan sólo tenía veintidós años. El concierto fue un éxito en parte, sin duda, por su maravillosa sensibilidad y belleza, pero también por los sabios consejos que le dio Joseph Joachim, celebérrimo violinista de la época y uno de los mayores virtuosos que en el mundo han sido. Fue tanto el éxito de este primer concierto que el navarro Sarasate le encargó un segundo concierto, el Opus 44 que es verdaderamente maravilloso, con un primer movimiento en donde el pamplonica pudo hacer notar su depurada técnica y su exquisito virtuosismo. Bueno, pues resulta que, pese al buen hacer de Sarasate y la inspiración de Bruch, el concierto no llegó al éxito del primero lo cual molestó al músico de Colonia. También bajo la demanda de Sarasate, Bruch compuso su Op. 46, su conocida Fantasía escocesa, cuyo movimiento final, un Finale. Allegro guerriero, lleno de virtuosismo y “toques españoles”, no alcanzó el éxito del primer concierto.  Entonces Bruch recurrió de nuevo a Joachim y se puso con su tercer concierto para violín, el Opus 58 que, pese a los consejos de Joachim, tampoco obtuvo el éxito del primero que se seguía tocando con gran éxito en las salas europeas y americanas.  Vamos a hacer una pequeña digresión para tratar del estado emocional del músico de Colonia.

         Bruch tenía éxito (y mucho) con su música coral y se le conocía por ella y, ¡cómo no! por su Primer concierto para violín, pero tenía la espina clavada de no haber podido superar su Opus 26 que parecía estar cargado, a esas alturas,  de una cierta maldición. Se dispuso a componer un cuarto concierto para violín, pero este concierto acabó como su Serenata para Violín y orquesta, Op. 75 que, para que lo voy a contar, no alcanzó el éxito del primer concierto que ya le empezaba a molestar bastante al pobre Bruch. (Por respeto a este blog no voy a precisar hasta dónde estaba Bruch del “conciertito”) Por si fuera poco, muchos violinistas noveles de Alemania  y de otros países de Centroeuropa se acercaban al maestro para que les oyera tocar el casi malhadado Op. 26. Y entonces fue cuando Bruch estalló y dijo ( en alemán, obviamente):

“Ich kann dieses Konzert ich mehr hören, es decir, no quiero escuchar este concierto nunca más”.

         Os propongo que lo digáis en alemán y con una buena dosis de cabreo. Si así lo hacéis así, las palabras de Bruch retumbarán en vuestros oídos como una bomba del canciller Von Bismarck. Y la verdad, Bruch tenía sus razones.

         Bueno, pues ya veis como un “exitazo” juvenil puede perjudicar la carrera de un músico como Max Bruch que se quedó para siempre como el compositor del “Primer concierto para violín, Op. 26”. Échele tantas horas uno a la composición para esto.