domingo, 11 de diciembre de 2022

EL JINETE VACCEO

 



Quod nihilominus inventum constat a Parthis,

quibus consuetudo est, equorum gressus ad delicias dominorum

hac arte mollire. Non enim circulis atque ponderibus praegravant crura, ut tolutim ambulare

condiscant sed ipsos equos, quos vulgo trepidarios,

militari verbo tottonarios vocant, ita  edomant ad levitatem

 et quaedam blandimenta vecturae ut astorconibus similes videantur.

Vegetius- Digesta artis mulomedicinae. 1.56.37

 

Por lo demás, consta que esto fue inventado por los Partos

 para los que es costumbre

dulcificar por medio de este arte

 el paso de los caballos para deleite de sus dueños.

Pues no les cargan las patas con anillas y pesas

para que aprendan a andar en ambladura,

sino que doman a los caballos que vulgarmente

son conocidos como trepidarios y en lenguaje militar como totonarios

para ser ligeros y de monta suave

 de manera que se parezcan a los asturcones.

Vegetius- Digesta artis mulomedicinae. 1.56.37

 

 

Un jinete galopa en su caballo, cuyo pelaje refleja la luz de plata de la luna, entre un bosque de encinas y retamas. La noche y los árboles lo ocultan de sus perseguidores. El jinete ha llegado hasta un río. Ve sus aguas crecidas, revueltas, del color ocre de la tierra que arrastra, del color de la sangre que ha entrenan visto en los cuerpos inertes de sus camaradas. Ve el peligro, pero no duda porque, en la duda está la muerte , porque en ese peligro de cruzar el río estriba su salvación. Siente a su espalda los cascos de los caballos que lo persiguen; siente las voces de los jinetes; siente casi el viento que provocan los caballos a galope tendido. Y baja a lacorriente.

Cuando el agua del río le llega a las piernas, siente que el frío y el miedo le paralizan el corazón. Sus perseguidores ya tienen que haber llegado a la orilla – piensa como si un rayo le atravesara la cabeza. La fuerza del río es tan grande que nota cómo lo arrastra la corriente, cómo el caballo, pese a ser un animal joven y fuerte, no puede resistir el embate   feroz  de las aguas heladas y turbias; nota con espanto que él y su caballo son arrastrados por la fuerza brutal de las aguas heladas y turbias sin que ni uno ni otro puedan hacer nada. No quiere mirar atrás; no quiere ver cómo sus perseguidores ya están como él luchando con la corriente. Cierra los ojos y espera lamuerte.

Mas de pronto surge una isla en mitad del río, una isla que está separada tan sólo por un pequeño canal que su caballo saltará como salta los arroyos cuando va con él a cazar ciervos allá por la tierra de los pelendones. Nota cómo el caballo hace pie en la tierra de la isla y cómo ambos salen de las gélidas aguas del río. Cruzan la isla nacida en mitad de la corriente y el caballo, como si anduviera por tierras pelendonas y un venado intentara librase de las lanzas delante de sus ojos de azabache, salta el arroyo con un salto limpio, hermoso, que huele a libertad. ¡Ya están en la otra orilla! ¡Ya puede mirar a sus perseguidores que, contra lo que temía, se han quedado clavados ante la oscura corriente! Los ha mirado con rabia, con ansia de venganza, pero él, librado de sus manos, ya galopa por la tierra del otro lado del río. Sonríe cuando su caballo, con su paso en ambladura, se aleja de la noche y de la muerte.


 


 

EL CAFÉ DE CHINITAS PARA ALEMANES

 


Decía mi abuela Patro, a la que tanto nombro en este humilde blog, que “cuando el diablo no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo”. No es que me sobre el tiempo, pero, como llevo estos meses tan lorquiano, tan “enlorquecido” como dice en su disco el gran Miguel Poveda, mientras oía esas canciones que grabó  La Argentinita con Federico al piano, me he dicho: “Tate, y ¿por qué no traducir la famosa copla del Café de Chinitas al alemán? Y en esas me he metido. La verdad es que te partes de risa con el resultado y espero que nadie se moleste porque esto es tan sólo una broma para un domingo de diciembre. Que Goethe, Heine y mi muy admirado Stefan Zweig me perdonen por este crimen de lesa germanidad. Ahí va:

 

En el Café de Chinitas

dijo Paquiro a su hermano:

"Soy más valiente que tú,

más torero y más gitano".

 

En el Café de Chinitas

 dijo Paquiro a Frascuelo:

"Soy más valiente que tú,

más gitano y más torero."

 

Sacó Paquiro el reló

y dijo de esta manera:

"Este toro ha de morir

 antes de las cuatro y media."

 

Al dar las cuatro en la calle,  

se salieron del Café

y era Paquiro en la calle

un torero de cartel.

 

Que en mi alemán de andar por casa viene a decir:

 

Im café de Chinitas

sprach Paquiro zu seinem Bruder:

“Ich bin mutiger als du,

ein besserer Torero und besserer Zigeuner”.

 

Im Café de Chinitas

sprach Paquiro a Frascuelo:

“Ich bin mutiger als du,

ein besserer Zigeuner und besserer Torero.”

 

Zog Paquiro die Uhr

und sprach so:

“Dieser Stier muss sterben

von halb fünf.”

 

Als es auf der Strasse vier schlug

gingen sie aus dem Café,

und Paquiro war auf der Strasse

ein Torero aus dem Plakat.

 

¡¡¡Olé!!!

jueves, 8 de diciembre de 2022

EL OPTATIVO GRIEGO Y LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN

 


Hoy es el día de la Purísima, como le gustaba decir a mi abuela Patro, y no estaría de más que le echáramos un vistazo al texto de Lucas que la Iglesia nos propone para hoy como lectura evangélica de la que me voy a fijar tan sólo en el final:

εἶπεν δὲ Μαριάμ, Ἰδοὺ ἡ δούλη κυρίου· γένοιτό μοι κατὰ τὸ ῥῆμά σου. καὶ ἀπῆλθεν ἀπ᾽ αὐτῆς ὁ ἄγγελος.

La traducción (que casi nos la sabemos de memoria) dice así: Y dijo María: he aquí la esclava del señor; hágase en mí según tu palabra. Y la dejó el ángel.

         Como filólogo, me llama la atención la forma γένοιτό μοι κατὰ τὸ ῥῆμά σου que en latín es el archiconocido fiat mihi secundum verbum tuum del que mucho podríamos hablar, pero quiero detenerme en la forma verbal  γένοιτό que es la tercera persona del optativo aoristo segundo de γίγνομαι “llegar a ser”. Fiat, sin embargo, es la tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo “fio” que tiene en latín el mismo significado pero que en griego, al usar el optativo,  tiene un matiz añadido que Lucas, que era médico y buen helenista, utiliza. ¿Por qué? Pues muy sencillo: porque era el modo en que en griego se construían los deseos posibles. Es decir, que la Virgen tiene el deseo de que lo que le ha dicho el ángel se cumpla y no sólo eso: es que cree que ese mensaje es posible.

         Ya veis que el griego y el latín sirven para bastante más que el andar con los indicadores de logro y otras zarandajas de las leyes de los pedabobos.

 

EL TEATRO DE LORCA Y LA TRAGEDIA GRIEGA

 

He leído en varias ocasiones  que el teatro de Lorca se basa en la tragedia griega y esta afirmación, la mayoría de las veces,  se sustentaba en  tres razones:

a)     a) La aparición en él de personajes – sirva como ejemplo la Poncia de La casa de Bernarda Alba-, que son herederos de la figura de la nodriza en el teatro griego. Nadie pone en duda esta influencia de las lecturas de la tragedia griega por parte  de Lorca - lecturas que siempre, por cierto,  leyó en castellano en  traducciones de la época en las que no voy a entrar a considerar su calidad -, pero, con una pata, no sustentamos una mesa así que vamos a ver las otras dos razones que argumentan  los que hacen esta afirmación.

b) bLa aparición de episodios líricos en el teatro de Lorca que guardan un notable parecido con el coro griego. Recordemos algunos cantos o canciones que entona un grupo (el canto de los segadores del que se hablará más tarde) o algunas canciones en solitario que aparecen en la ya mencionada La casa de Bernarda Alba, o en otros “dramas rurales” como Yerma o  Bodas de Sangre (hay en esta obra maravillosa la aparición de la luna como un personaje más que la lleva a un lirismo de una magia suprema).  Sin embargo, leyendo el magnífico prólogo de Joaquín Forradellas, gran lorquiano y catedrático de Instituto en San Sebastián, que demuestra que también desde la Enseñanza Media y no sólo desde la Universidad se puede investigar, encuentro las razones que Forradellas aduce para que el supuesto coro  de Lorca no sea como el de la tragedia griega, sino que, muy al contrario, sea opuesto a éste. Forradellas se basa en un punto principal:

El coro lorquiano se usa para  “para poner de relieve dialécticamente momentos que conciernen a la diégesis o a subrayar algo vivido por los personajes, nunca a la participación coral asertiva o compasiva (simpatética); la canción de los segadores no cumple una función distinta a la de los golpes del caballo garañón en los muros de la cuadra”. Introducción de Joaquín Forradellas. pág. 39 Es decir, que el coro en Lorca tiene una, si se me permite, “función amplificadora” de los momentos más dramáticos, pero no actúa, como el coro en la tragedia griega que es, no lo olvidemos, un personaje más dando la razón o solidarizándose con los protagonistas.  Vamos con la tercera razón que, según sus defensores, relaciona el teatro lorquiano con el teatro griego.

c)   c) 
Un final supuestamente catártico de las obras lorquianas, es decir, un final en el que el público asistente, como aquellos que asistían en Atenas o en Epidauro, siente una purificación, un perdón de sus pecados (que eso es lo que significa en griego catarsis). Una vez más viene Joaquín Forcadellas con su atinado prólogo para decirnos que " en “el teatro de Lorca no se da la catarsis porque no se trata de purificar al público, sino de inculparlo”(señalo en negrita esta razón tan fundamental para que el “coro” lorquiano nada tenga que ver con el coro griego). Lorca se quejaba – con razón-, de ese teatro que se escribía en España para un patio de butacas que escuchaba lo que quería oír y detestaba el granadino el servilismo de gran parte de los autores de su época por el público. Por eso Federico escribió El público, obra que también, en mejor ocasión, comentaré.

Que hay personajes lorquianos arrastrados por la hybris ( la soberbia) es absolutamente  innegable, y ahí tenemos a la Bernarda Alba mandando en aquella casa con su bastón ( por cierto y para que sirva de nota de humor, los “intérpretes freudianos” de la obra consideran el bastón de Bernarda - ¡cómo no!-, un símbolo fálico incuestionable. En fin…),  pero ¿en cuántas obras de teatro no griegas aparecen personajes llenos de soberbia o de pasiones incontroladas o desordenadas y no por eso tienen que ser herederas directas de Esquilo de Sófocles o de Eurípides? Herederas directas, no, pero tampoco podemos olvidar que nuestra cultura hunde sus raíces en la de los antiguos griegos por lo que tampoco es raro que haya detalles que nos recuerden a las grandes tragedias clásicas.

     Tal y como os he intentado explicar, este “humilde profesor aragonés” de Instituto, que desarrolló toda su vida profesional en San Sebastián”,  pone las cosas en su sitio y aclara que no es griego todo lo que reluce por más que lo que reluzca sea el casco del mismísimo Agamenón.

martes, 6 de diciembre de 2022

AGAMENÓN EN LA N-601 (ADANERO - GIJÓN)

 


El otro día, volviendo en su coche de Olmedo,  mi compañera de Latín en el Alfonso VI, Belén Hernández, me preguntaba por esas torres que se ven cuando se viaja por la N-601, conocida también como la carretera “Adanero – Gijón”. Esas torres son los restos de un sistema de telégrafo óptico que se instaló a mediados del siglo XIX. Cuando yo era pequeño y viajaba en el Madrid - León, (llamado León – Madrid por los que lo cogían en Valladolid o en Laguna como  mis abuelos Julio y María), le iba diciendo a mi abuela Patro que en esos castillos estaban los franceses, en aquel otro los ingleses y en el de más allá , los cubanos a los que nombraba no por amor a Fidel Castro (del que nada sabía) sino porque me había tocado un soldadito cubano en un paquete del detergente Ariel  que era compañero de franceses, ingleses o americanos en mis solitarias y blandas guerras infantiles.  En mi libro Boecillo con el corazón cuento algunas cosas sobre los telégrafos ópticos y me remonto al Agamenón de Esquilo en el que , versos 10 al 15, se le escucha decir al vigía:

Y ahora aguardo el signo de la antorcha,

la llama esplendorosa que de Troya

ha de traernos nuevas y el anuncio

de que al final ha sido conquistada,

pues así lo ha mandado de una esposa

el varonil e impaciente pecho.

 

(Traducción de José Alsina Clota)

 

         El telégrafo tenía un sistema de códigos cifrados que tan sólo tenía el Comandante de Línea y permitía un ángulo de visión de 45º. Un mensaje desde Madrid a Irún o viceversa podía llegar en menos de seis horas mientras que un correo a caballo, cambiando de caballo y jinete en las postas y teniendo buen tiempo, no bajaba de los tres días.

         Si os gusta el tema, deciros que en Adanero, pegando a la N-601, podéis contemplar una torre reconstruida por una empresa de telefonía móvil. Si no tenéis mucha prisa, en algún viaje hacia el sur, paráis y le echáis un vistazo. Merece la pena.

         No puedo acabar sin deciros que Pereda y Galdós hablan de este telégrafo y que un servidor , tal y como he dicho al principio, le dedica cuatro páginas de su libro sobre Boecillo que, si no tenéis, ya os estáis haciendo con un ejemplar. ¡Faltaría más!

EL BIELDO

 



         Me gusta la proclamación del Evangelio porque, además de ser la palabra de Dios, nos brinda la oportunidad de escuchar palabras que tienen ese recio sabor de una vida pasada, pero que estaba muy viva hasta no hace muchos años en que “tantos millones hemos acabado hablando inglés” (Rubén Darío dixit) y la globalización (¿de la pobreza?) se han acabado imponiendo. Así no son raros los textos del Evangelio en los que se habla del copo, de la alcuza o del bieldo; en los que se usan verbos como apacentar, aventar y adjetivos como enjuto. Y es que Jesús es un hombre de lo que los economistas llaman “el sector primario” y, además, hablaba en el lenguaje de los humildes. Yo creo, es esto un decir por decir, que si se hiciera hombre en nuestros días y no durante el tiempo de Augusto, en su vocabulario no existirían palabras como “paraíso fiscal”, “fondos buitre”, Íbex-35 o Euroibor y estoy convencido de que, si alguna vez las usara, sería, sin duda ninguna,  para denunciar a los que extraen sus pingües ganancias del sufrimiento ajeno. Se me hace muy difícil imaginar a un Jesús hablando de esta guisa: “Dejad que las acciones sigan cotizando y luego, al final, separáis las rentables de las  no rentables y a éstas últimas las echáis al fuego eterno de los eternos explotadores del pobre”.

         Viene este cuento porque el pasado día 4 de diciembre, en el Evangelio, se hablaba del bieldo que tiene su raíz en el ventilabrum latino (se ve que ventus está en la raíz de esta palabra), ese apero agrícola con el que se aventaba después de haber trillado. Duras eran las faenas del campo, comenzando por la siembra, siguiendo por la siega y terminando en las labores de trillado y aventado del cereal. Después venía la molienda y, con la harina, la labor de los panaderos. Duras tareas para tiempos recios. Ya lo dijo Yahvé en el Génesis: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. De los que lo ganan sin sudor y sin esfuerzo, mejor hablamos otro día.

EL JARDÍN DE LA ESTACIÓN

 


¡Cuánto me gustaban de pequeño los pequeños jardines de las estaciones del tren que guardaban un nos sé qué de melancólico como si la hija del jefe de estación cultivara esas flores para un amor que nunca iba a llegar! Aquellos jardines en Navalperal de Pinares, Las Navas del Marqués o La Cañada que desafiaban al frío abulense con tres o cuatro rosas, unos lirios lorquianos que se batían como espadas y algunos claveles chinos que ofrecían su color naranja con la insistencia de un niño, son parte de aquellos viajes en tren de mi remota infancia.  Por cierto, en Navalperal, había unas figuras, hechas en forja, de don Quijote y de Sancho Panza, uno con su seriedad caballeresca, el otro con su socarronería campesina que quizás hubiera forjado algún trabajador versado en las artes de Vulcano. Aquellos horti infimi tenían a veces cerca un huerto que daba el contrapunto utilitario  a la modesta belleza del jardín y que, todo hay que decirlo, no me gustaban mucho porque me parecía que le restaban poesía a aquellos jardines misteriosos, melancólicos y tiernos.

         Cuando me jubile, me iré a cuidar de algún pequeño jardín en alguna estación solitaria y, en ella, al solillo del invierno, leeré a don Pedro Soto de Rojas que tanto sabía de jardines y de aguas quietas en las que la luna se mira cada noche porque cuidaba su carmen en Granada. Ya voy a ir eligiendo la estación, amigos míos, y os daré señas en este blog para que me alabéis o denostéis mi humilde hortus infimus.