jueves, 8 de diciembre de 2022

EL TEATRO DE LORCA Y LA TRAGEDIA GRIEGA

 

He leído en varias ocasiones  que el teatro de Lorca se basa en la tragedia griega y esta afirmación, la mayoría de las veces,  se sustentaba en  tres razones:

a)     a) La aparición en él de personajes – sirva como ejemplo la Poncia de La casa de Bernarda Alba-, que son herederos de la figura de la nodriza en el teatro griego. Nadie pone en duda esta influencia de las lecturas de la tragedia griega por parte  de Lorca - lecturas que siempre, por cierto,  leyó en castellano en  traducciones de la época en las que no voy a entrar a considerar su calidad -, pero, con una pata, no sustentamos una mesa así que vamos a ver las otras dos razones que argumentan  los que hacen esta afirmación.

b) bLa aparición de episodios líricos en el teatro de Lorca que guardan un notable parecido con el coro griego. Recordemos algunos cantos o canciones que entona un grupo (el canto de los segadores del que se hablará más tarde) o algunas canciones en solitario que aparecen en la ya mencionada La casa de Bernarda Alba, o en otros “dramas rurales” como Yerma o  Bodas de Sangre (hay en esta obra maravillosa la aparición de la luna como un personaje más que la lleva a un lirismo de una magia suprema).  Sin embargo, leyendo el magnífico prólogo de Joaquín Forradellas, gran lorquiano y catedrático de Instituto en San Sebastián, que demuestra que también desde la Enseñanza Media y no sólo desde la Universidad se puede investigar, encuentro las razones que Forradellas aduce para que el supuesto coro  de Lorca no sea como el de la tragedia griega, sino que, muy al contrario, sea opuesto a éste. Forradellas se basa en un punto principal:

El coro lorquiano se usa para  “para poner de relieve dialécticamente momentos que conciernen a la diégesis o a subrayar algo vivido por los personajes, nunca a la participación coral asertiva o compasiva (simpatética); la canción de los segadores no cumple una función distinta a la de los golpes del caballo garañón en los muros de la cuadra”. Introducción de Joaquín Forradellas. pág. 39 Es decir, que el coro en Lorca tiene una, si se me permite, “función amplificadora” de los momentos más dramáticos, pero no actúa, como el coro en la tragedia griega que es, no lo olvidemos, un personaje más dando la razón o solidarizándose con los protagonistas.  Vamos con la tercera razón que, según sus defensores, relaciona el teatro lorquiano con el teatro griego.

c)   c) 
Un final supuestamente catártico de las obras lorquianas, es decir, un final en el que el público asistente, como aquellos que asistían en Atenas o en Epidauro, siente una purificación, un perdón de sus pecados (que eso es lo que significa en griego catarsis). Una vez más viene Joaquín Forcadellas con su atinado prólogo para decirnos que " en “el teatro de Lorca no se da la catarsis porque no se trata de purificar al público, sino de inculparlo”(señalo en negrita esta razón tan fundamental para que el “coro” lorquiano nada tenga que ver con el coro griego). Lorca se quejaba – con razón-, de ese teatro que se escribía en España para un patio de butacas que escuchaba lo que quería oír y detestaba el granadino el servilismo de gran parte de los autores de su época por el público. Por eso Federico escribió El público, obra que también, en mejor ocasión, comentaré.

Que hay personajes lorquianos arrastrados por la hybris ( la soberbia) es absolutamente  innegable, y ahí tenemos a la Bernarda Alba mandando en aquella casa con su bastón ( por cierto y para que sirva de nota de humor, los “intérpretes freudianos” de la obra consideran el bastón de Bernarda - ¡cómo no!-, un símbolo fálico incuestionable. En fin…),  pero ¿en cuántas obras de teatro no griegas aparecen personajes llenos de soberbia o de pasiones incontroladas o desordenadas y no por eso tienen que ser herederas directas de Esquilo de Sófocles o de Eurípides? Herederas directas, no, pero tampoco podemos olvidar que nuestra cultura hunde sus raíces en la de los antiguos griegos por lo que tampoco es raro que haya detalles que nos recuerden a las grandes tragedias clásicas.

     Tal y como os he intentado explicar, este “humilde profesor aragonés” de Instituto, que desarrolló toda su vida profesional en San Sebastián”,  pone las cosas en su sitio y aclara que no es griego todo lo que reluce por más que lo que reluzca sea el casco del mismísimo Agamenón.

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