lunes, 30 de octubre de 2023

MIS BOTAS CHIRUCA

 


 

Quiero contaros la historia de unas botas que me son muy queridas: las Chirucas. Voy a seguir la historia que cuenta un bisnieto del fundador y que dice así:

         Corría el año de 1900, cuando Esteban Fonfreda, que había nacido en la localidad gerundense de Tortellá, en le Prepirineo de la La Garrotxa, se marcha a estudiar ingeniería industrial a la universidad alemana de Kreffel. Tras residir en Inglaterra y Francia, regresa a Cataluña en 1914 y establece, siguiendo la tradición familiar que se remontaba hasta el siglo XIII, una empresa de tejidos. Estamos en plena Gran Guerra y son muchos los franceses del Rosellón que se pasan a España y algunos de estos son fabricantes de alpargatas que, por si alguien no lo sabe, es un calzado fabricado con esparto. En La Garrotxa el clima es húmedo y las alpargatas no resisten bien por lo que Fonfreda decide añadirles una suela de goma. Y hasta aquí el comienzo.

         El segundo capítulo comienza con la masiva aceptación que tuvieron estas alpargatas. Cuenta el bisnieto de Fonfreda que, en 1916, el 85% de los españoles calzaban estas alpargatas con suelo de goma. Pero tranquilos que aún quedan muchos años para llegar a las Chirucas que hemos conocido los que peinamos canas.

         El tercer capítulo arranca en los años cuarenta del pasado siglo. Son ahora los hijos de Esteve, Juan y Luis, los que llevan el negocio y han mejorado mucho las alpargatas que ya van deviniendo en  las botas que hemos conocido pues las hacen con lona o cuero y a la suela de esparto añaden una suela de caucho vulcanizado que las hace impermeables. Pero hay que darles un nombre y ahora llega el porqué del nombre Chirucas.

         Resulta que, y este es  el cuarto capítulo, el padre, es decir, Esteve estaba casado con Mercedes. Un día, en el casino del pueblo, echan una comedia del comediógrafo de moda en los cuarenta: Adolfo Torrado, un gallego de La Coruña cuyo hermano fue Ramón Torrado, el director de El Cristo del océano, película que fue de culto en mi niñez. Adolfo – a quien si podemos le dedicaremos una entrada y, si hay tiempo, otra a su hermano Ramón- , había escrito una comedia muy lacrimógena al que tituló Chiruca porque ese es el diminutivo gallego de Mercedes, la pobre muchacha de servir protagonista de la obra  que tuvo un gran éxito y dio lugar a una secuela que fue La marquesa Chiruca. Bien, a lo que íbamos: Esteve ve la obra con su mujer, le encanta y decide nombrar Chiruca, el diminutivo de Mercedes, que ya hemos dicho antes que es el nombre de su santa,  a las botas que están fabricando sus hijos. Es el regalo que Esteve hace a su esposa: el nombre de las botas. Vale, sé que estáis pensando que le podía haber regalado un abrigo de visón (que el PACMA me perdone) , pero Esteve era catalán y de La Garrotxa. El éxito fue inmenso pues en la década de los cuarenta se llegaron a producir tres millones de pares y, en la época de entre 1950 y 1970, se alcanzaron los tres millones de pares.

         Su fama fue enorme. Los jóvenes anti Vietnam en los Estados Unidos las calzaban; los excursionistas, el mismísimo Franco ( con perdón) en sus cacerías;  Jordi Pujol en sus paseos a la  montaña mientras pensaba en cómo trincar el tres per cent;  el rey emérito y hasta su hijo, el actual rey Felipe VI, calzaron Chirucas en algún momento de sus vidas.

         Pero – y estamos llegando al final-, los hermanos Fontfreda (Fuenfría,  que ya es casualidad pues conocéis el significado que ese nombre tiene en mi memoria) dejan la producción de la bota y se la venden a la empresa riojana Calzados Fal que moderniza la producción y saca nuevos modelos. Ya no siguen haciendo las “Chirucas” de siempre, pero su catálogo es amplísimo.

         Yo las calcé mucho de niño y adolescente, pero me avergonzaban porque eran más bien de excursionistas o de senderistas y un servidor quería imitar a Carlos Soria, a Repiso y, sobre todo, a César Pérez de Tudela, el gran héroe de mi infancia. Mi sueño eran las botas Kamet, que  fabricaban en Fuenlabrada  la familia Acuña a la que perteneció Pedro Acuña, malogrado montañero que falleció en la primera expedición española a los Andes y que tiene una fuente dedicada al pie del refugio Giner de los Ríos en “mi “ Pedriza del alma. Ahora tengo unas chirucas modernas, pero añoro (cosas de la vida) aquellas viejas chirucas que a mí me parecían de niscaleros y gente de poco altura alpinística.

         Espero que os haya gustado esta entrada cargada de tanta emoción y  de tantos recuerdos.

 

lunes, 16 de octubre de 2023

RECETA DEL CALDO NEGRO

 


RECETA DE CALDO NEGRO

 

Le debo esta receta de caldo negro a mi amigo,  el profesor vigués del IES “Santo Tomé de Freixeiro, Fernando Lillo Redonet.

 

Ingredientes para cuatro personas (que tengan buen estómago para tragarse el caldo negro)

 

½ kilo de carne de cerdo.

 

4 tazas de sangre de cerdo

 

1/4 de taza de vino tinto

 

1 cucharada de vinagre

 

1 litro de agua con  sal

 

Modo de preparación

 

Vierta el agua, el vinagre y la sal en una cazuela a fuego alto. Corte la carne de cerdo en trozos. Cuando hierva el agua, agregue el cerdo a la cazuela y cueza a fuego lento. Añada finalmente el vino y la sangre, y deje que la sopa hierva un rato para que se sazone Sirva bien caliente.

 

Fernando Lillo me ha asegurado que es comestible. El vinagre se echa para que no se coagule la sangre de cerdo.

 

Si alguno lo guisa en su casa (y no enferma), que nos lo cuente en este blog en la sección de comentarios.

 Gracias.

 

martes, 3 de octubre de 2023

LOS CLARINES DEL MIEDO DE ÁNGEL MARÍA DE LERA

 


No sé si alguien se acuerda de Ángel María de Lera, un escritor nacido en Baides, Guadalajara, en 1912 y fallecido en Madrid en 1984. De este no se puede alegar que fue fascista porque de Lera militó en el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña y llegó a ser comandante en el ejército republicano. Hasta se pasó el pobre ocho años en la cárcel, desde 1939 a 1947 y tuvo que trabajar un poco de todo hasta que en 1957, ya con cuarenta y cinco años, publicó Los olvidados y pudo, cosa casi milagrosa en España, dedicarse profesionalmente a la escritura. De Lera escribió en 1958 Los clarines del miedo una excelentísima novela que acabo de leer y de la que se hizo película con Paco Rabal, el maestro,  Silvia Solar, Rogelio Madrid y Manuel Luna, el gran Manuel Luna. La dirigió Antonio Fernández-Román, un orensano que, en realidad, se llamaba Antonio Aurelio del Sacramento Fernández - Román García de Quevedo y que, por razones más que obvias, se acortó el nombre para aparecer en las películas. Fue un director arriesgado con películas como Intriga o La casa de la lluvia y más comercial con Lola Montes y Los últimos de Filipinas. En fin, que me voy del tema. De Lera escribe esta novela fantástica en 1958, como ya os he dicho, y en ella refleja magistralmente el mundo de la tauromaquia rural, esa que la gauche divine, con poco respeto, llama tauromugre. Pero la novela, como todas las grandes novelas, va más allá y así de Lera nos habla de las ilusiones y de los fracasos, hace una antropología de la fiesta - de la que podemos hablar en otros entradas- y presenta un retrato vivo de un pueblo castellano en los cincuenta con el alcalde, el cura, la fulana y otros personajes llenos de vida. La novela es muy hermosa y está muy bien escrita; yo diría que maravillosamente escrita y me recuerda a la prosa de mi muy admirado Aldecoa en Con el viento solano (otro día hablamos de Aldecoa que también está entre los olvidados injustamente de la literatura española). La verdad es que de Lera, con el título de su primera novela, estaba siendo premonitorio porque el pobre acabaría en ese grupo de autores a los que la historia ha tratado mal. Se dijo que Los clarines del miedo era la mejor novela de toros que se había escrito nunca y es verdad. No se entiende cómo es posible que nadie hable de este escritor que no fue “facha”, ni le lamió el trasero a nadie del Régimen. Quizás porque escribía bien y en España, escribir bien es estar condenado al ostracismo. Para eso, para salir en los medios y vender por millones,  tenemos a la Megan Maxwell. ¡Que las Musas nos cojan confesados!

lunes, 2 de octubre de 2023

JOSÉ MEIJÓN AREA, EL CUERDO DE MARÍN

 


No sé si fuiste un loco o un visionario. Quizás tanto dolor como viste te enloqueció. Yo te recuerdo con tu cincel y tu maza por la calle Calzada, allí cerca del puente donde vivías y en donde tenías tu santuario. Recuerdo las piedras llenas de tus nuevos petroglifos, tus figuras extrañas, tu protesta callada contra aquellos que te perseguían, que te llevaron a Conxo porque tu verdad era un insulto en  un mundo de tantas mentiras. Frente al Marín ocupado, frente al Marín silenciado, frente al Marín “asoballado” por economatos militares y camionetas con pan para los marinos, estaba tu voz callada en las rocas, tu sonoro silencio de aquel que conoció la libertad robada. Tus petroglifos – pues lo son aunque les pese a los arqueólogos que ni te mencionan en Mogor- señalaban los lugares exactos del dolor, de la sangre, de los “paseos”. En aquel Marín de calles acalladas por las naves de frío metal y galpones de Nogueira, en aquel Marín en el que el mar era un sueño lejano, en aquel Marín que no veía el mar y en el que muchos que llegaban a él no sabían si estaban en un puerto de mar o en un ciudad de tierra adentro, tu voz resonaba en las piedras. Yo recuerdo tus petroglifos en el matadero de Mogor y los del “otro matadero”, aquel que aún rezuma con la sangre de los asesinados en las tapias del cementerio municipal. Tú, José Meijón Area,  Pepito Meijón,  fuiste la voz de los sin voz. Los poderosos te llamaban loco y te encerraron un tiempo en Conxo por ver si te curabas, pero eran ellos los que necesitaban una cura, una cura de bondad, de solidaridad, de entrega a los demás. Por siempre vivirá tu imagen de “buen loco” (también don Quijote lo fue) con su cincel y su maza por la calle Calzada. ¡Larga vida a los valientes, Pepito Meijón!

 

domingo, 24 de septiembre de 2023

LAS VOCES NOTAS DE VIRGILIO Y LAS PARAULES DE MIQUEL MARTÍ I POL

 


 

Venisti tandem, tuaque expectata parenti

vincit iter durum pietas? datur ora tueri,

nate, tua et notas audire et reddere voces.

 

Viniste al final y  el amor a tu padre, que así lo esperaba,

ha vencido el duro camino? Se me concede, hijo, ver tu cara

y oír y hablar palabras conocidas.

 

         Estamos en el encuentro entre Eneas y su padre Anquises en el inframundo. El padre expresa la alegría por volver a ver a su hijo y le habla de las voces notas, de las conocidas palabras. ¡Qué finura espiritual la de Virgilio, Dios mío! El vate mantuano refleja aquí las conversaciones que tenemos pendientes con nuestros muertos, con esos que partieron y que se llevaron con ellos sus palabras porque, al igual que un paisaje se asocia a una persona, también las palabras son compañeras inseparables y, cuando la persona falta, sentimos el dolor de tener que guardar en un cajón esas conocidas palabras que hablábamos con él. Son palabras que se refieren a personas, a lugares, a vivencias que otros, por suerte aún vivos, no pueden entender por mucho que lo intenten y por mucho que se las expliquemos. Si pudiera hablar con mi padre, le hablaría de guitarras, de Peñalara, de la Fuenfría, de la calle de López de Hoyos, de Marín, del quiosco de Loli y del bar de Lino en Lapamán; si pudiera hablar con abuela Patro, recordaríamos las tiendas del mercado de Alonso Cano en donde ella, chamberilera por los cuatro costados, celebraba la kermés en su juventud de antes de la guerra; si mi conversación fuera con abuelo Luis, le preguntaría por Ibardin, por  Gorría, por la fábrica de Pasajes de San Juan en donde trabajó. Y así podríamos ir hablando tantas personas ausentes que llevan, en una misteriosa mochila, los recuerdos y las palabras porque es con palabras como recordamos. Freud decía que la amnesia infantil se producía porque el niño carecía del lenguaje para fijar los recuerdos.

         Miquel Martí i Pol, el grandísimo poeta catalán, lo dijo mucho mejor que yo:

         Nosaltres, ben mirat, no som més que paraules.

         ¡Ay, Virgilio, cómo duelen tus notas voces!

 

LA GLORIA DE DON RAMIRO

 


Leí La gloria de don Ramiro estando destinado en Ávila, enamorado de la calle de la Muerte y la Vida, de la luz de Ávila, de los ángeles que la sostienen cada tarde porque Ávila, lejos de ser una ciudad arraigada a la piedra como a primera vista parece, es una ciudad aérea de palacios encantados e iglesias por las que pasean los santos al anochecer. Ávila es un milagro de luz, un milagro del viento de su sierra, un milagro de la tarde incendiando sin fuego las murallas. En Ávila, todo es sorpresa: aquí el lugar donde los nobles pegaron un pasquín contra Felipe II; allí, el cimorro por donde se asomó el rey Alfonso VII; en la muralla, la poterna que les cerraron a los Dávila, la poderosa familia que abriría después una puerta en la fachada de su palacio con el lema afamado: “Donde una puerta se cierra, otra se abre”. Todo es historia y todos son historias en Ávila, leyendas, cuentos de viejas a la lumbre de un braserillo. Cuando la leí, me pesaba entonces la opinión de Borges que había dicho algo así como que “nunca había leído Enrique Larreta”. Una boutade más de mi querido Borges, pero que me llevó a leer la obra de Larreta con prejuicios. A día de hoy, liberado de esas rémoras, su relectura, tras un día en la ciudad de Santa Teresa,  ha sido un gozo inefable. ¡Ahí estaba mi don Ramiro batiéndose en duelo, a la luz de la luna, en una de las puertas de la muralla! ¡Ahí seguía mi don Ramiro en el barrio de los moros con aquella muchacha mora que lo enloqueció! ¡Ahí estaba mi don Ramiro en su palacio horro de muebles, tan sólo con los retratos de los antepasados,  porque los nobles castellanos vendían su presente para vivir su pasado!

         Larreta, manque le pese a Borges, es un escritor maravilloso y su libro, a mi humilde modo de ver, es un prodigio de prosa modernista. Yo amo a Borges cuyos cuentos me parecen cimas del arte de las letras, pero no puedo dejar de amar a mi don Ramiro.

         Quizás este juicio mío sobre Larreta y su obra ( no nos olvidemos de sus sonetos que recogió en un tomito, publicado en “mi” colección Austral con el nombre de mi calle talismán, Calle de la Muerte y la Vida) se ve condicionado por el mucho amor que siento por Ávila de Santa Teresa y por Santa Teresa de Ávila (Jordi Bilinkof dixit et bene dixit), pero, entendedme, mies leales.  quien ha visto ponerse el sol desde el Postigo de la Malaventura, quien ha visto sus plazas enlosadas, quien ha sentido su luz, quienes hemos vivido en ella siempre en el filo de la espada, siempre entre ser santo o suicidarse porque la belleza duele como el amor y como la muerte, ése no puede dejar nunca de amarla.

         Que Borges me perdone, pero ¡cómo he disfrutado con esta lectura de “mi” don Ramiro!

 


miércoles, 20 de septiembre de 2023

VIVIR EL APOCALIPSIS

 


καὶ ἐν ταῖς ἡμέραις ἐκείναις ζητήσουσιν οἱ ἄνθρωποι τὸν θάνατον καὶ οὐ μὴ εὑρήσουσιν αὐτόν, καὶ ἐπιθυμήσουσιν ἀποθανεῖν καὶ φεύγει ὁ θάνατος ἀπ᾽ αὐτῶν.

         Estas son las terribles palabras de Juan en su Apocalipsis. Son palabras espeluznantes:

         En aquellos días, buscarán los hombres la muerte y no la encontrarán y desearán morir y huirá de ellos la muerte.

         ¿Acaso ya hemos llegado a los “días aquellos”? Cuando veo ( ya muy pocas veces) los Telediarios, creo que ya estamos viviendo esos días que vio Juan en Patmos. ¿Cabe más horror, más falta de humanidad, más ausencia de la misericordia y de perdón? ¿Cabe más presencia de la muerte que nos parece ausente porque nada nos importa y seguimos a lo nuestro mientras el mundo arde sin necesidad de ningún infierno porque ya lo hemos creado y en él vivimos?

         Quizás Juan se quedó corto.