domingo, 7 de enero de 2018

EL ASOMBRO DEL MUNDO



Hace unos días, el Evangelio nos traía una escena archiconocida: los pastores llegan y se admiran y además, al contar lo que les habían dicho de aquel niño, todos se admiran con ellos. Aquellos hombres sencillos no habían perdido la capacidad de asombro tal y como nos lo relata san Lucas:

κα πντες ο κοσαντες θαμασαν περ τν λαληθντων π τν ποιμνων πρς ατος·

 


Y todos los que escuchaban se admiraban de las cosas que les habían dicho los pastores.

 

         En nuestros días, si unos pastores llegan contando una historia semejante en la que faltaba los cámaras de los mass media, nadie lo hubiera creído y, desde luego, no nos hubiéramos asombrado porque ya estamos “curados de espanto”. Nos falta en esta sociedad posmoderna la capacidad de asombro que fue la que llevó a los filósofos presocráticos a buscar el principio del mundo y después ese sentido crítico que hace de la filosofía de los griegos ese texto del que alguien dijo que todo lo que vino después no son sino notas a pies de página.

         Lo dicho: a admirarnos del mundo.

 

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