jueves, 25 de enero de 2018

LA OLEZA QUE QUIERO



Si yo pudiera, en esta mañana de enero en que está lloviendo en Olmedo, me marcharía a Oleza, a la ciudad en la que está la tienda de doña Corazón Motos,  esa tienda “florida y cuidada por doña Corazón como si adornase un altar del Mes de María”. Esa tienda en la que “vendía también canela, azúcar, mariposas de lucernas,  bulas, rosarios, devocionarios, estampas, dijes, estrellas, de anís, panes y libros de hostia, potes de miel y confitura…”


Si yo pudiera, me asomaría a una ventaba de Oleza y “vería un huerto albardillado, fresco y monjil del que entraba olor de naranjos, de higueras, de heliotropos, de jazmines…”
Si yo pudiera, me iría con don Magín y pararíamos ante el horno de Visitación y presenciaríamos “la segunda cochura aspirando el pan reciente, embebecido con la charla de anacalos y mozas que heñían la masa en los hinteros que daban el fresco olor de la harina”.
Si yo pudiera, me subiría a uno de los montes que rodean a Oleza y , sentado, con la vista en el pueblo, leería este pasaje de Nuestro Padre San Daniel, la gran novela de mi muy admirado Gabriel Miró:
“Crujía el aire serrano. Subían, deshojándose en la altitud, los rumores del pueblo y del contorno: la palpitación de un molino, el alarido de un pavo real, el repique de una fragua, un retozo de colleras de una diligencia,  una tonada labradora,  la rota quejumbre de las llantas de un carro, un berrinche de criatura, un hablar y reír de dos hidalgos que se saludaban desde un huerto a una galería, y campanas anchas, lentas, menuditas, rápidas. Sobre la tarde iba resbalando el fresco retumbo de las presas espumosas del río.

         ¡Ay, si yo pudiera, mi querida Oleza, la tierra tan hermosa en donde huele a palma y a chocolate, a buñuelos y a acequia,  a la verbena y al anís, al pan y a la tierra preparada para ser madre!  Oleza, ciudad en la que se huele el olor de junio que es el olor de la felicidad. ¡Ay, si yo pudiera…!

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