domingo, 27 de septiembre de 2020

EL PASO EN AMBLADURA DE LOS CABALLOS VACCEOS

 EL JINETE VACCEO

 

Quod nihilominus inventum constat a Parthis,

quibus consuetudo est, equorum gressus ad delicias dominorum

hac arte mollire.

Non enim circulis atque ponderibus praegravant crura,

ut tolutim ambulare condiscant sed ipsos equos, quos vulgo trepidarios,

militari verbo tottonarios vocant, ita  edomant ad levitatem

 et quaedam blandimenta vecturae ut astorconivvbus similes videantur.

Vegetius- Digesta artis mulomedicinae. 1.56.37

 

Por lo demás, consta que esto fue inventado por los Partos

 para los que es costumbre dulcificar por medio de este arte

 el paso de los caballos para deleite de sus dueños.

Pues no les cargan las patas con anillas y pesos

para que aprendan a andar en ambladura,

sino que doman a los caballos que vulgarmente

son conocidos como trepidarios y en lenguaje militar

como totonarios para ser ligeros y de monta suave

 de manera que se parezcan a los asturcones.

Vegetius- Digesta artis mulomedicinae. 1.56.37

 

 

Un jinete galopa en su caballo, cuyo pelaje refleja la luz de plata de la luna, entre un bosque de encinas y retamas. La noche y los árboles lo ocultan de sus perseguidores. El jinete ha llegado hasta un río. Ve sus aguas crecidas, revueltas, del color ocre de la tierra que arrastra, del color de la sangre que ha entrenan visto en los cuerpos inertes de sus camaradas. Ve el peligro, pero no duda porque, en la duda está la muerte , porque en ese peligro de cruzar el río estriba su salvación. Siente a su espalda los cascos de los caballos que lo persiguen; siente las voces de los jinetes; siente casi el viento que provocan los caballos a galope tendido. Y baja a la corriente.

Cuando el agua del río le llega a las piernas, siente que el frío y el miedo le paralizan el corazón. Sus perseguidores ya tienen que haber llegado a la orilla – piensa como si un rayo le atravesara la cabeza. La fuerza del río es tan grande que nota cómo lo arrastra la corriente, cómo el caballo, pese a ser un animal joven y fuerte, no puede resistir el embate   feroz  de las aguas heladas y turbias; nota con espanto que él y su caballo son arrastrados por la fuerza brutal de las aguas heladas y turbias sin que ni uno ni otro puedan hacer nada. No quiere mirar atrás; no quiere ver cómo sus perseguidores ya están como él luchando con la corriente. Cierra los ojos y espera la muerte.

Mas de pronto surge una isla en mitad del río, una isla que está separada tan sólo por un pequeño canal que su caballo saltará como salta los arroyos cuando va con él a cazar ciervos allá por la tierra de los pelendones. Nota cómo el caballo hace pie en la tierra de la isla y cómo ambos salen de las gélidas aguas del río. Cruzan la isla nacida en mitad de la corriente y el caballo, como si anduviera por tierras pelendonas y un venado intentara librase de las lanzas delante de sus ojos de azabache, salta el arroyo con un salto limpio, hermoso, que huele a libertad. ¡Ya están en la otra orilla! ¡Ya puede mirar a sus perseguidores que, contra lo que temía, se han quedado clavados ante la oscura corriente! Los ha mirado con rabia, con ansia de venganza, pero él, librado de sus manos, ya galopa por la tierra del otro lado del río. Sonríe cuando su caballo, con su paso en ambladura, se aleja de la noche y de la muerte.




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