sábado, 26 de diciembre de 2020

EL CABALLERO CRISTIANO DON ÁLVARO DOMECQ

 


Nada puedo decir que no se sepa sobre ese gran caballero que fue don Álvaro Domecq y Díez porque mucho es lo que se ha dicho sobre este andaluz universal y jinete de elegante monta porque don Álvaro fue, a caballo y a pie, un caballero ejemplar. Me he terminado su libro de memorias, Mi vereda al galope, y he disfrutado de tanto conocimiento sobre el caballo y de tanta humildad que es la seña de identidad que nos hace reconocer a los grandes. Sin embargo, no voy a entrar en su vida de rejoneador, de ganadero, de político o de escritor y sí lo voy a hacer en un aspecto de su vida que es más ejemplar si cabe que todo lo dicho anteriormente. Don Álvaro era padre de numerosos nietos, hijos de Álvaro Domecq Romero, excelente rejoneador como su padre y creador de la Real Escuela de Jerez. Me refiero a lo que ocurrió el  Viernes de Dolores de 1991 cuando, en un desgraciado accidente, don Álvaro perdió de golpe a cuatro de sus nietas. Ante tamaña tragedia, don Álvaro muestra su serenidad cristiana, su temple ante la muerte, su fe. Y el gran rejoneador se convierte en modelo de vida. Leyéndole surge esa pax in aeternum que él conocía tan bien pues también él conoció la muerte de una hija a la que vio morir en el campo mientras montaba a caballo y también en esta tragedia el corazón de don Álvaro se mostró sereno, confiado en la mano de Dios. Y así lo refleja en este libro en esas cartas, emocionadas y emocionantes, que les dedica a sus nietas. Caballero siempre, don Álvaro nos da en este libro una lección de vida torera, campera y cristiana. Aquel hombre, que había dedicado todo lo ganado en el arte del rejoneo a una obra social, el Oratorio Festivo de jerez, dedicado a niños necesitados, sigue la senda del Maestro en la vida y en la muerte. ¡Qué gran caballero en la plaza y qué gran caballero en la vida, fue, es y será don Álvaro Domecq y Díez!

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