sábado, 27 de marzo de 2021

ÁNGEL GABILONDO PUJOL

 

   Debía de correr el año 1974 cuando, en el Colegio del Sagrado Corazón que estaba en la calle Claudio Coello 123, conocí  a Ángel Gabilondo. Era aquel colegio un antiguo palacete de los muchos que las familias nobles del siglo XIX se habían construido en los aledaños de la Castellana y los Hermanos del Sagrado Corazón había puesto la biblioteca en la planta baja, una pequeña habitación con ventanas al patio de cemento que nos servía de recreo y en el que dos inmensos plátanos nos daban sombra.  Para incitar a los alumnos a la lectura,  nos habían proporcionado unos carnets color crema que nos servían para sacar libros y al frente de aquella biblioteca estaba un fraile muy jovencito, de larga melena que le caía sobre los hombros y de trato amable. No era como los frailes más viejos cuyo trato era áspero y difícil. Fuera por su juventud, fuera porque esa era su manera de ser, aquel fraile “era diferente”. Después de las clases, entrenaba a balonmano y era un tipo cercano que tenía un halo especial que destacaba entre el resto de los hermanos corazonistas. Un buen día, ese colegio cerró y nos subieron a otro mayor que había en Chamartín, cerca de donde Samuel Bronston había tenido sus estudios, y, en aquel colegio, el fraile aquel se me quedó en la distancia: había que estudiar más, yo me había hecho mayorcito y enredado en mil historias, le perdí la pista.

         Pasaron los años y un buen día, paseando con mi amigo del alma Pablo Perera Velamazán, el filósofo de Saucelle, por la Gran Vía madrileña,  me habló de un autor que le había deslumbrado y, al decir su nombre, le dije que yo le había conocido de fraile corazonista. Se quedó muy extrañado y, como pasábamos por la Casa del Libro, subimos a la primera planta, donde estaban los libros de filosofía, y me enseñó  un libro en el que aparecía la  foto del “fraile”.  Pude comprobar ( y así se lo dije a Pablo) que hablábamos de la misma persona: de Ángel Gabilondo Pujol, con ese apellido tan catalán que siempre me ha sorprendido siendo como es donostiarra y de una familia muy conocida en Donostia por ser sus padres carniceros en el mercado de La Brecha. Más tarde supe que Ángel  había dejado la orden,  había estudiado Filosofía en la Autónoma y que ahora era un afamado catedrático de esa misma Universidad de la que además era rector. Pablo me recomendó algunos libros suyos que leí con dificultad porque sabido es que a los filósofos les gusta ser oscuros.

         Después vino su Ministerio con Zapatero, su presencia en la Comunidad de Madrid y ahora su candidatura política para presidirla. Cuando le veo en la televisión, me acuerdo de aquel fraile que tenía “un algo especial”, que no era soso, como dice sus rivales políticos,  y que,  con sus maneras,  nos enseñó lo que era la libertad, la tolerancia y el respeto que había él recibido de sus padres. Recordaba Iñaki hace poco en tv que su madre, vasco parlante pese a tan catalán apellido, cuando salía un tema “delicado” políticamente hablando, les decía, isilik. P que, en vasco, significa “silencio”. Por cierto, ahora que hablo de él,  también su hermano  las practica y es por eso que tanto enciende a los periodistas que van con el hachón encendido para quemar al rival. Yo creo que Ángel no ha cambiado nada y sigue creyendo en esas tres palabras de las que parece que últimamente los políticos se han olvidado.  Tengo a veces la sensación de que se está perdiendo la obra de un gran intelectual por una labor que no merece la pena teniendo en cuenta la jauría de desalmados que puebla la política española últimamente; de que Ángel está muy por encima de sus rivales que practican una política de patio de vecindad; de que estar en política es perder el tiempo. Pero Ángel no piensa así porque la misma idea de ayuda al prójimo que le hizo ingresar en la orden de los Corazonistas es la que le impulsa para enfrentarse a la bazofia política que lo rodea.

         Por si algún listillo de esos que pululan por el mido piensa que le estoy haciendo campaña gratis, digo públicamente que jamás le votaría. Pero como soy persona civilizada y no un hotentote (con el perdón de los hotentotes) quiero dejar claro mi respeto y mi admiración por Ángel Gabilondo Pujol, el harategien semea, el fraile corazonista y el filósofo de fuste. Eskerrik asko, Ángel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario