jueves, 19 de agosto de 2021

LOS PUTOS TALIBANES

 

Hay una película maravillosa que os recomiendo vivamente: la fuente de las mujeres de Radu Mihaileanu . En ella se cuenta los avatares de unas mujeres del Marruecos profundo cuyos “machos” no quieren traer el agua a la aldea para que las mujeres sigan cumpliendo con la “tradición”. Y,  claro,  también formaba parte de esta tradición el ir veladas porque, como sabéis, la mujer es “fuente de pecado”. Una de las mujeres, que, como ocurre en los cuentos y en las fábulas, es la más vieja,  le dice a su macho: “Nosotras no somos fuente de ningún pecado: el pecado está en vuestros ojos”. Señora, no se puede decir mejor.  Viene esto a colación porque los talibanes, que significa “estudiantes”, obligan a las mujeres a ir con burka para “evitar el pecado”, pero no ven pecado en asesinar, en amputar manos o en condenar a la mujer a una condición de presidiaria. Estos estudiantes deberían estudiar algo más  y leer el Corán con mayor atención porque el dios en el que creen no les manda hacer lo que hacen. Sus prohibiciones no parten de Alá, sino de sus mentes corrompidas por el deseo de venganza, por el odio, por el deseo de sangre. Su visión la mujer es una visión de alguien que tiene el pecado dentro de su corazón y que por eso ve pecado en la belleza. Los talibanes son unos enfermos de odio, son asesinos que buscan la sangre y, sobre todo, gentes que culpan de sus taras psíquicas a su dios. También el catolicismo usó el nombre de Dios para cometer barbaridades, pero supimos, poco a poco, ir separando lo que mandaba un corazón asesino de lo que mandaba Dios. Estas pobres gentes, estos asesinos baratos no tienen más dios que la sangre, que la venganza, que el odio. Mientras en Occidente vamos abjurando de nuestros valores- valores que han configurado nuestra historia-,  y dejando un vacío cultural, ellos se afianzan en la cultura de la sangre y ven todos los pecados del mundo menos el propio. ¡Dejad a dios en paz, asesinos callejeros, y entrad en vuestro corazón podrido de odio y de pecado! ¡Tapaos vuestros rostros vergonzantes con un burka de hojalata! Y, sobre todo, ¡dejad al pueblo afgano vivir en paz! No merecéis sino el desprecio de todos los dioses del mundo.





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