sábado, 15 de julio de 2023

LAS DANZAS HÚNGARAS DE BRAHMS O FREI ABER REICH

 


 

 

¿Qué puede decir un pobre melómano como yo de Brahms? Pues nada o muy poco pues sesudos musicólogos ya han hablado y mucho del músico de Hamburgo, pero hay, sin embargo,  una curiosidad que define muy bien la vida de un creador y es la siguiente: como bien sabéis, Brahms compuso cuatro sinfonías, lieder, música de cámara y muchísimas cosas más aunque nunca compuso ópera. Sin embargo, pese a tan excelsas composiciones,  lo que le dio dinero fueron sus Danzas húngaras que inicialmente fueron escritas para dos pianos, pero que después, ante el éxito inmenso que tuvieron, fueron orquestadas por diferentes músicos. Os dejo aquí una sucinta relación de dichas orquestaciones que van desde las tres que orquestó el propio Brahms, pasando por las tres también de Schollum y Schmelling, las seis de Parlow, las cinco de Dvorak ( que las tomó como modelo para sus Danzas eslavas) y la número 2 que musicó Hallén. Según parece, no había café vienés en donde un grupo musical o dos pianistas no las tocaran. ¿Eran realmente húngaras? Hombre, pues muy húngaras, basadas en el folklore magiar como la obra de Bartók o de Kodaly, no eran y lo que mejor podemos llamarlas es  “gitanas” (zigeuner),  pues la música “gitana” estaba muy de moda en la Europa de mitades del siglo XIX que fue cuando este tipo de música  (nada que ver, por cierto,  con Los Chunguitos, Los Chichos o los Gypsy Kings)  hacía furor en los salones musicales de toda Europa. Esta música “gitana” aparece, como años atrás los “aires turcos” (más o menos), en numerosas obras de variados compositores de los que nos ocuparemos, si tiempo tenemos, en otra entrada. Nuestro Sarasate, sin ir más lejos,  aportó  unos Zigeunerweisen, es decir, Aires gitanos que tocaron, tocan y tocarán todos los violinistas que se quieran llamar virtuosos. En fin,  a lo que vamos, que Brahms acertó de pleno y las copias de las partituras se vendieron como rosquillas o como pan de Viena que se ajusta mejor al tema que estamos tocando. Tan es así que he leído por ahí (no me apetece levantarme a por el libro en donde lo he leído porque hace mucho calor) que el editor le vino a decir al hamburgués del Frei aber einsam: “Querido Johannes, ya podías haber compuesto más danzas húngaras porque nos están haciendo de oro”. Parece que Brahms se compró su casa, - casa en la que nunca pudo habitar con su queridísima Clara Schumann-,  con lo que sacó con las danzas húngaras como José Luis Pinillos se pagó el piso con su Manual de psicología o Hipólito Escolar Sobrino sacó más baratos los muebles para la Editorial Gredos gracias a que un vendedor de una tienda en la calle de López de Hoyos había traducido a César en el Bachillerato con los textos anotados de don Hipólito y de don Valentín García Yebra. Esto, claro está, lo cuento como anécdota porque no es malo ganar dinero con los libros que escribes que no todo van a ser pérdidas como le ocurre a un pobre servidor. Pues ya veis: Brahms se hizo de oro gracias las danzas húngaras y esto nos lleva a una triste reflexión: no siempre lo mejor en la obra de un autor es ni lo más vendido ni lo más reconocido por el público. Siguió estando einsam, pero reich. Sic mundus est.

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