Hoy es Pentecostés, es decir, los cincuenta días, siete semanas, de la Resurrección del Señor. Tal y como nos prometió, hoy es el día en que llega el Espíritu Santo Paráclito que, en mi querido griego, significa “ el que ayuda”. Eso lo sabe cualquier católico con un poco de formación doctrinal, pero no os quiero hablar hoy de lo que de seguro ya conocéis, sino de mi búsqueda del Paráclito.
Para mí, como para muchos católicos, el
Paráclito no era más que una cita del Credo
o del Tantum ergo. Sin embargo, tuve
un tiempo en que quise saber más de él y, sobre todo, sentir su presencia. Leí
algunos libros que me recomendaron, doctos y sabios libros sin duda, pero el
Espíritu “no venía”. Sin embargo, como el “Espíritu sopla donde quiere”, quiero
contaros lo que me pasó.
Era una época en que en Boecillo, al
llegar el buen tiempo, se oficiaba misa los domingos a las diez en el tejaroz
que, a la entrada del pueblo por el norte, resguarda una imagen de Nuestra
Señora de la Salve, patrona del pueblo. Era un día de Pentecostés como hoy y mi
prima Conchi Villafruela leyó la Secuencia de Pentecostés, muy bien traducida
al castellano y que forma parte del Ordinario de la misa de ese día. Al leer
Conchi la Secuencia, “noté” que eso era lo que venía buscando y la oración se
quedó en mi memoria para siempre. ¿Qué no la conocéis? Os la copio para que os
sirva en vuestros momentos de oración. Es maravillosa. También en mi búsqueda
me ayudó un libro muy especial. Pero de ese libro os hablaré en otra entrada.
Ven
Espíritu Divino,
manda
tu luz desde el cielo,
Padre
amoroso del pobre;
don
en tus dones espléndido;
luz
que penetra las almas;
fuente
del mayor consuelo.
Ven,
dulce huésped del alma,
descanso
de nuestro esfuerzo,
tregua
en el duro trabajo,
brisa
en las horas de fuego,
gozo
que enjuga las lágrimas
y
reconforta en los duelos.
Entra
hasta el fondo del alma,
divina
luz y enriquécenos.
Mira
el vacío del hombre
si
Tú le faltas por dentro;
mira
el poder del pecado
cuando
no envías tu aliento.
Riega
la tierra en sequía,
sana
el corazón enfermo,
lava
las manchas, infunde
calor
de vida en el hielo,
doma
el espíritu indómito,
guía
al que tuerce el sendero.
Reparte
tus Siete Dones
según
la fe de tus siervos.
Por
tu bondad y tu gracia
dale
al esfuerzo su mérito;
salva
al que busca salvarse
y
danos tu gozo eterno.