martes, 16 de julio de 2019

EL ORGASMUS DEL ERASMUS


Es el principio de la noche madrileña cuando unos jóvenes estudiantes universitarios, con bolsas de bebidas, se encaminan a coger un autobús. Se llegan hasta un polígono del cinturón de Madrid y allí se van encontrando con otros universitarios. Beben y beben y vuelven a beber. Y fuman y fuman y vuelven a fumar. Y se ponen de pastillas hasta el culo y corre la coca en barra libre. Hasta aquí todo “normal” salvo que estos jóvenes serán en un futuro próximo nada prometedor abogados, médicos o ingenieros. También las generaciones anteriores bebieron y fumaron y se “metieron”, pero quizás en una “escala menor”, no de manera industrial. Al ver esta macrofiesta universitaria uno se explica por qué han cerrado tantas librerías, por qué cada vez nos da más miedo a los “mayores” ir a los médicos, por qué los abogados se parecen cada vez menos a Cicerón. Al ver esta macrofiesta ¿universitaria?, uno siente un frío que le recorre la espina dorsal porque los que tienen el futuro en sus manos bailan y bailan y bailan con la cabeza y piensan con los pies. Pero lo mejor está por llegar: en mitad de la “fiesta”, se dan premios a la primera chica que se “despelote” y lo más terrible es que hay chicas que se despelotan por unas copas gratis o por un viaje a Ibiza en donde les espera más fiesta y más despelote. Por si fuera poco con semejante salvajada, el despelote se graba en los teléfonos móviles de la “jumentud” (¡Gracias, don Joaquín Mauri Vera, por tan hermosa y triste palabra ) que atiborra la macrodiscoteca y se hace “viral”. Y,  viendo este desenfreno más que báquico.,  uno se pregunta en dónde están las feministas y los derechos de la mujer que se pasan por el forro estas futuras profesionales liberales por un puñado de dólares que les sirvan para meterse más etílico y seguir despelotándose. Me cuentan que hasta esta fiesta se acercan numerosos erasmos y ya, con esta información, no me cabe duda de que el Erasmus cada vez es más orgasmus. ¿Qué ha hecho Erasmo de Rotterdam para tener que poner su nombre a los viajes sexuales de la juventud europea?

         Así estamos y así nos va. ¡Qué fácil se los estamos poniendo a las Manadas porque hay muchas manadas y porque, con perdón de las bestias, suelen ser ellas las que van en manada! La verdad, no sé dónde vamos a llegar, don Hilarión.


LA GENERAL ORTEGA


Viene a cuento esta entrada por el nombramiento estos días de la primera mujer general en el Ejército español y por la broma de haber puesto un servidor en Facebook lo de “a sus órdenes, mi generala”. Vaya en primer lugar que considero que lo correcto es la general y no la generala pues el femenino de cargos que eran, hasta nuestros días, tradicionalmente masculinos señalaba no a una mujer que ejercía dicho cargo, sino a la mujer o esposa del que lo ostentaba. Así, la “regenta” era la mujer del regente, la “alcaldesa”, la mujer del alcalde y la generala, la mujer del general al igual que la “coronela” o la “sargenta”. No me vale el ejemplo latino que sacó a colación el benemérito García Yebraen el  que ponía como ejemplo una fábula de Fedro en la que se leía iudice vespa, un ablativo absoluto con las palabras iudex, juez, y vespa, avispa. Fedro tuvo que echar mano de iudex porque ¡no había mujeres jueces y por tanto el latín no tenía esta palabra en su acervo!

Poco a poco y con todo merecimiento, las mujeres van llegando a donde tenían que haber llegado hace muchos siglos, pero la lengua va mucho más lenta y, aunque ya es normal doctora, farmacéutica o veterinaria,  pues son muchas las féminas que ejercen estas profesiones y desde hace muchos años, para otras, como es el caso de general, hay que esperar un poco y, hasta que sea más habitual la presencia de “generalas” en el ejército español (cosa muy deseable), será los más apropiado usar el artículo femenino con la forma masculina que se ha venido usando hasta ahora. Porque la verdad, si a esta general la llamamos “la generala”, la convertimos en protagonista de una hermosa zarzuela de don Amadeo Vives.


LAS CRUELES PALABRAS DE PATTON


Después de la apasionante lectura de Europa Central , el fantástico novelón de Volmann, que tendrá un merecidísimo artículo en breve, se me quedó en el tintero una pregunta: ¿Podrían haber evitado los aliados las masacres de los campos de concentración alemanes? Es muy difícil la respuesta, pero al menos tenemos una certeza: los aliados conocían la existencia de esos campos desde mucho antes del final de la Guerra. Desde diciembre de 1942, el presidente Roosevelt tenía un informe detallado del Congreso Judío Mundial en el que se daba cuenta pormenorizada de los que ocurría por detrás de aquellas alambradas de la muerte. En el documento,  se decía textualmente que “ casi dos millones de judíos ya habían sido asesinados”. Durante todo el año 1943, las organizaciones judías siguieron aportando datos sobre los campos; es más, en los primeros meses de 1944, gracias  a los testimonios de varios fugados de Auschwitz, los aliados conocían hasta el número exacto de hornos crematorios que había en el campo. Por razones desconocidas, nadie hizo nada y la cuenta macabra de los campos fue aumentando de saldo sin que nadie la parara. De hecho, el “descubrimiento” de Mauthausen fue per casualitatem: el sargento Kosiek salió el 5 de mayo de 1945 para reparar un puente que estaba en mal estado y el pelotón se encontró con unas alambradas “extrañas” que no eran sino las de los  campos  de Mauthausen y Gusen. Eso llevó la esperanza a los miles de prisioneros, pero ésta fue muy fugaz pues ese mismo día el sargento Kosiek recibió la orden de abandonar el campo. Durante veinticuatro horas, los prisioneros del campo vivieron en un caos que se llevó muchas vidas y que más hubiera costado si no hubiera sido por la organización clandestina de vigilancia que los pobres que lo habitaban habían creado para intentar imponer el orden en el infierno.


         Sin embargo, lo más terrible de todo esto- si es que se puede hallar algo más terrible-, son las palabras del general Patton, que bien es cierto que por aquellos días ya sufría de fatiga de combate y cuyas declaraciones traían de cabeza al alto mando norteamericano: “Algunos creen que los refugiados son seres humanos, pero no lo son. Y esto se aplica sobre todo a los judíos, que están en un nivel más bajo que los animales”

         Desde luego que no eran palabras de amor, palabras.


LOS ALMIRANTES DE CASTILLA




Medina de Rioseco es la Ciudad de los Almirantes, de los Almirantes de Castilla. Y, cuando uno visita tan hermosa ciudad castellana, surge la pregunta: ¿Cómo podía ser la Ciudad de los Almirantes una ciudad sin mar, a la que tan sólo riega el escuálido río Sequillo que lame apenas el convento de Santa Clara? La explicación histórica es la que sigue y que espero poderos contar con estos rigores del estíos. Fue el rey Fernando III el Santo el que creó el título y se lo concedió a Ramón de Bonifaz que fijó su residencia, como es lógico, en Sevilla que era,  quizás y sin quizás, el mayor puerto de España.  Sin embargo, todo cambia cuando un hijo bastardo de Alfonso XI, tenido con Leonor de Guzmán, Fadrique Alfonso de Castilla, recibió este título y  fue el progenitor dl linaje de los Enríquez que eran de Rioseco y que recibieron, desde 1405, el título de Almirantes de Castilla. Pero los Enríquez no se fueron a Sevilla, ni montaron en ningún barco, ni fueron almirantes d ninguna flota. Como dice Florentino Pérez de Embid,   el Almirante pasa a ser un palaciego que intriga para acrecentar sus preeminencias”. Vamos que los Enríquez no sabían  de navegación, pero sí conocían el “deporte” español de recaudar impuestos para su propio beneficio. Tan es así que las galeras reales se sustituyeron por veleros privados que se alquilaban para los combates y los Almirantes acabaron peleados con la nobleza sevillana y hasta con el mismísimo rey de Castilla. El cargo de Almirante de Castilla  estuvo en vigor hasta el año de 1705 cuando Tomás Enríquez de Cabrera tuvo la mala idea de apostar por el Archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión y el rey Felipe V le quitó el almirantazgo de Castilla. Desde esa fecha ya no ha vuelto a haber almirantes en Castilla, pero en la ciudad de Rioseco, sin saber por qué, hay noches en que los trigos parecen un mar, un mar lejano, un mar soñado…
         Este humilde escribano, que también es poeta, escribió este soneto a la Ciudad de los almirantes.
 
  1. MEDINA DE RIOSECO
 
Pero ¿dónde la mar, mis almirantes?
¿donde los barcos con velas al viento?
¿dónde están los marinos sin cuento?
¿dónde están los vigías vigilantes?
 
Pero ¿dónde la mar, mis almirantes
si veo sólo campo polvoriento
y un seco río con cauce sediento
y unos chopos que me miran distantes?
 
¿No ves trigos por el viento brizados,
joven, que preguntas por los mares,
joven, que los crees tan alejados?
 
¿No ves, entre los castos encinares,
 barcos con sus mil sueños anclados
si con los ojos del alma mirares?

 
 

HIMMLER, FRANCO, EL GRIAL Y UNOS TORITOS EN LAS VENTAS


Un 19 de octubre de 1940, por la frontera de Irún, entraba en España, invitado por José Finat y Escrivá de Romaní, Director General de Seguridad, Heinrich Himmler. Esa noche, cenó con Franco en Burgos y, a la mañana siguiente, el líder nazi llegaba a Madrid por la Estación del Norte en donde fue recibido por todos los gerifaltes del Gobierno y de la Falange (más o menos es decir lo mismo). Franco lo recibió en el palacio de El Pardo como “a un príncipe soberano”, pero el ferrolano causó muy mala impresión al alemán pues le pareció un personaje pobre, de poca enjundia política y de no tan vasta cultura como él. Su jefe diría un poco después aquello de que “Franco está en la historia como Pilatos en el Credo”. Como los próceres españoles no sabían qué hacer con Himmler, se lo llevaron a una corrida de toros con un cartel de lujo: Pepe Luis Vázquez, Marcial Lalanda y Rafael Ortega “Gallito”. Pero al nazi no le gustó la corrida a la que consideró un espectáculo sangriento y cruel. (Mejor me callo). Pero ¿qué le traía a este personaje a España? Una misión muy concreta: preparar la entrevista entre Franco y Hitler en Hendaya; y otra más oscura u oculta: ir a Montserrat para ver si estaba allí el Santo Grial. Wagner en su Parsifal habla de Monsalvat y Himmler, gran aficionado a Wagner y también al ocultismo y a la teosofía, estaba convencido de que en Montserrat se conservaba el Grial. Andreu Ripoll Noble fue el fraile que habló con él pues era el único en la abadía que hablaba alemán y le hizo ver que no estaba allí lo que buscaba, que allí lo único que tenían era a la Moreneta.  Esto que cuento está mucho mejor contado en un libro curioso, La abadía profanada, cuya autora es Montserrat Rico Góngora y en él se cuenta que una de las obsesiones de los nazis era demostrar que Cristo era ario sin darse cuenta de que rea vasco pues, como sabemos todos, era Dios y hombre “a la ves” (cada tonto con su tema y con su chiste).

         Resumiendo que Himmler se llevó un chasco y, quizás para consolarlo, le invitaron a que visitara algunas cárceles y campos de concentración franquistas. El líder alemán sintió disgusto por estos lugares, pero no por razones humanitarias (pocas lecciones podía dar de humanidad tan siniestro ario),  sino porque, a su modo de ver, eran “políticamente muy contraproducentes” pues Franco necesitaba mano de obra para levantar un país arrasado por una Guerra Civil. Es más, Himmler recomendó a Franco y a su cuñado, Serrano Suñer, que “pasaran página” para evitar que toda la vida nacional “siguiera girando sobre la tragedia nacional”. Ni uno ni el otro le hicieron caso y la represión franquista siguió “algunos” años más.  Me fastidia reconocerlo, pero Himmler tenía razón, aunque quizás no estaba el horno para los bollos de la reconciliación.  Claro que lo anterior no me cuadra con que quedara en Madrid a Paul Winzer con el encargo de preparar a la Policía Armada y a la Policía Secreta, dos nuevas creaciones del Régimen. En fin, que Himmler se marchó sin el Grial y se debió de dar cuenta de que el ferrolano, tan bajito y con bigote, cuando se le metía algo entre ceja y ceja, no le hacía cambiar de opinión ni la mano derecha de Hitler. El propio “sonámbulo”, como lo llama William Volmann en esa genial novela que es Europa Central, se daría cuenta poco después, cuando se entrevistó con él,  y es fama que,  al salir, dijo: “Prefiero sacarme una muela que volver a hablar con este Franco”. A xente  do Ferrol son así. ¡Qué imos facer!


jueves, 11 de julio de 2019

ROMA NO PAGA A TRAIDORES


Desde hace ya muchos años, nuestros alumnos no saben nada de Viriato y, en las clases, cuando sale su nombre, las caras de sorpresa revelan que dicen la verdad. En nuestra época, el caudillo lusitano no faltaba en las lecturas colegiales al lado de la cierva blanca de Sertorio o incluso de los santos mártires Justo y Pastor que murieron en la Complutum romana. Como no podemos dedicarnos a los tres a un tiempo, vayamos con el primero. Conste que el héroe de la defensa lusitana frente a Roma era tan conocido en tiempos que hasta tiene una calle en Madrid en el barrio de Chamberí en donde vive mi gran amigo José Ángel de la Calle. No voy a entrar en detalles con estos calores que nos achicharran sobre la patria de Viriato porque no acabaríamos nunca: Serra da Estrela, Viseu, Zamora o hasta Cuenca se disputan el honor de haber sido la cuna de tan señalado héroe. Sin embargo, sí quiero entrar en cómo murió. Os cuento.

         El romano Cepión recibió en su tienda a Audax, Minuro y Ditalco que iban como embajadores de Viriato. Bien porque se lo propusieron ellos, bien porque el romano aprovechó la ocasión y los compró para que mataran a su caudillo, lo cierto es que, al volver, los tres turdetanos clavaron un puñal en el cuello a Viriato que dormía siempre con la armadura puesta. Cuando los tres traidores volvieron a Cepión para cobrar su infame dinero, éste les dijo las legendarias palabras: Roma traditoribus non praemiat, es decir, Roma no paga a traidores. Le faltó decir a Cepión “pero se aprovecha de ellos”.

         Nada voy a decir ni del romano ni de los turdetanos y sí voy a comentar brevemente cómo ya aparece en esta historia algo que , con mucho acierto, dijo el rey Amadeo de Saboya más o menos con estas palabras: “El enemigo de los españoles está en España misma”

         Tanto la traición a Viriato como las palabras del monarca italiano al que endosaron el “marrón” de cargarse con el trono de España deberían hacernos reflexionar.



        




sábado, 6 de julio de 2019

DEREK WALCOTT, EL HOMERO ANTILLANO


Walcott fue un poeta antillano que se propuso escribir en el siglo XX una obra épica y lo consiguió. Le puso por título Omeros y por ella pululan personajes como Achilles, Hector o un poeta ciego que se llama Seven Seas.Pero que nadie se espere ni Troya ni las islas jónicas porque Walcott sitúa su obra en Santa Lucía, su isla natal, y en otros lugares alejados de ella como pueden ser Nueva York o Massachussets. En el canto quinto, nos vamos con el poeta a Lisboa, Toronto o Londres. Po si fuera poco, Walcott escribe su largo poema épico en una variante inglesa de la terza rima, la forma poética que creó el Dante,  y que también denominamos en castellano tercetos encadenados en los que Miguel Hernández escribió su maravillosas Elegía a Ramón Sijé. Hay que dejar constancia de que la traducción del poeta mejicano José Luis Rivas es una versión fantástica, para un premio Fray Luis de León. Si no habéis leído nada de tan buen poeta de las Antillas, podéis leeros Pleno verano , una antología que es muy buena lectura para el verano (valga la redundancia).