viernes, 19 de abril de 2013

EN FLANDES SE HA PUESTO EL SOL


A mi abuela Patrocinio le gustaba mucho Marquina, gusto que había heredado de su padre José María. Como dicen que todo se hereda, yo tengo una gran querencia por este autor catalán, poeta y dramaturgo. Leí hace unos años la obra favorita de mi abuela:  La ermita, la fuente y el río y me gustó mucho. A mí, el teatro en verso me enloquece y de aquella obrita llevaba yo escuchando hablar desde que tenía uso de razón. Ahora me he trasegado al coleto Las hijas del Cid, En Flandes se ha puesto el sol y, la obra corta, El último día. ¡Qué os voy a contar! He disfrutado como un enano con ese teatro modernista y de temas que para la intelectualidad ya están pasados de moda: Dios, el honor, la patria. Yo no soy un patriotero, pero me emociono ante los rasgos de honor de don Diego pues de honor y honra viene honradez y ¡estamos tan necesitados de honrados en esta España de hoy!  Además, no debemos olvidar que de estas obras bebió Lorca para su Mariana Pineda,  que tantos y tan buenos recuerdos me trae de cuando nuestro profesor de Literatura, Alfredo Peña, “Chacho”, la montó en aquellos años de COU en el Sagrado Corazón.  Para describir a un español, así dice don Diego en un momento de la obra:

No os preguntarán por mí,
que en estos tiempos a nadie
le da lustre haber nacido
segundón de casa grande;
pero, si pregunta alguno,
bueno será contestarle
que, español a toda vena,
amé, reñí, di mi sangre,
pensé poco, recé mucho,
jugué bien, perdí bastante,
y, porque era empresa loca
que nunca debió tentarme,
que perdiendo ofende a todos,
que triunfando alcanza a nadie,
no quise salir al mundo
sin poner mi pica en Flandes.

Y, luego, esa frase que ha hecho historia y que cierra el acto segundo:

¡España y yo somos así, señora!

En fin, ¡qué razón tenía mi abuela Patrocinio

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