miércoles, 16 de julio de 2014

LEOPOLDO CANO Y MASAS



                         
                    


Siempre que pasaba por el paseo central del Campo Grande de Valladolid, me llamaba la atención un busto que decía escuetamente: A LEOPOLDO CANO, POETA. No conocía al autor cuya efigie reposaba en la sombra de las arboledas y me picó la curiosidad por conocer algo de él. Conseguí, finalmente, un libro de él, Saetas,  que me he trasegado en estos días de julio. Al tiempo, supe que don Josemaría de Campos Setién, erudito vallisoletano, no hacía mucho que le había dedicado un documentado trabajo. El estudio de de Campos no lo he leído, pero lo poemas me han alegrado con su ingenio y su chispa, aunque parezcan impropias ambas cosas para un vallisoletano algunos ratos. Digamos que no es un gran poeta, pero se pasa nos lleva a las tertulias del XIX con señores de mostacho y medallas en la pechera. Lo que más fama le dio fueron sus obras teatrales a las que él mismo ponía la música pues Cano, además de poeta, como reza en su monumento, fue también general del ejército y otras cosas más como ateneísta o hijo predilecto de la ciudad del Pisuerga. ¿De dónde sacaban tiempo estas gentes del XIX y comienzos del XX para hacer tantas cosas? Ya lo veis, sin you-tubes, sin tabletas, sin Internetes y hasta con amante, como Galdós, y sin perderse una tertulia en el Ateneo, los tíos escribían como fieras. Eso es lo que se llama eficiencia, palabra de la que se llenan la boca los políticos actuales. Pues a ver si toman nota ellos y predican con el ejemplo desde sus despachos enmoquetados, Dixi.

 
 

1 comentario:

  1. Buenos días. Estoy interesado en saber si ese libro contiene fábulas. Las colecciono, y te agradeceré me facilites esta información.

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