martes, 25 de septiembre de 2018

LA CRUZ DE LA POESÍA




A veces, la poesía te llega  a lo más profundo del alma y te deja una herida de belleza o de verdad de la que ya es imposible sanar. Así me ha ocurrido con esta Salutación elegíaca a Rosalía de Castro de Lorca.  Y, de este poema, me quedo con esa estrofa maravillosa que dice así:
 
Quiero que lloremos la melancolía
que sobre nosotros el cielo dejó
pues vamos cargados de cruz de poesía
y nadie que lleva esta cruz descansó.
 
         Rosalía, miña nai, miña naiciña, invocada por el poeta solar, andaluz, de metáforas airosas, calientes como las tardes de la Vega de Granada. Y, sobre todo, la gran verdad: ser poeta es esa cruz de la que no podemos descansar, para la que no hay Cirineo porque se nace poeta y se muere poeta. No puedo sino recordar a Jacinto Herrero,  escribiendo sus últimos poemas en la residencia de sacerdotes de Ávila o a Timoteo Herrero (¡bendita casualidad de apellidos en estos dos grandes poetas, uno abulense, el otro vallisoletano) escribiendo sonetos mientras una máquina limpiaba su sangre con la diálisis. Ahora, mientras vamos camino de la tarde, la cruz se recorta sobre el cielo. ¡ Rosalía, Federico, bon Deus, ayudadme!

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