sábado, 24 de agosto de 2019

DANILO KIS




No conocía a Danilo Kis, pero su conocimiento durante este verano me ha devuelto la esperanza en la literatura con mayúscula. Una tumba para Boris Davidovich es una crítica honda contra la represión del pensamiento que Danilo vivió tan de cerca. Es lo miso que nos situemos en la Inquisición de Bernardo Gui o en la URRSS de Stalin: hay un denominador común que es la el rechazo que el poder tiene contra el pensador. Supongo que,  por esta razón,  las leyes educativas españolas se esfuerzan, desde hace ya casi treinta años, en crear analfabetos funcionales sin el menor sentido crítico; rebeldes de pacotilla capaces de denunciar a su padres, pero incapaces de denunciar a una sociedad que de la que son excrecencias interesadas. La anulación del esfuerzo, del asombro, de la satisfacción del aprender por aprender y no del aprender a aprender son algunas de los frutos que diferentes leyes servidoras de los politicuchos que hemos tenido que soportar han producido. Estos alumnos, obsesionados por la certeza - que en su grado sumo lleva a la neurosis- ni siquiera saben que en la duda o de la duda parte el conocimiento. Pero ellos no tienen la culpa: otros han querido que así fuera y otros - incluidos los sindicatos de izquierda que se han apuntado a todos los cambios sin saber el daño que hacían - somos los culpables. Pero la voz de Danilo Kis se alza para señalarnos el camino. ¡Gracias, Danilo, por esta señal que nos regalas desde tu profunda escritura,  ésa que tanto temen los que fabrican analfabetos que les aseguren sus poltronas in saecula saeculorum!

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