jueves, 5 de enero de 2023

LA CULTURA DE LA MUERTE

 


Ya lo dijo este Papa docto que se nos ha ido en estos días de Navidad para estar más cerca de Jesús: estamos viviendo en una estructura de pecado.  Como la palabra pecado ya parece que está muy proscrita por los mismos que lo fomentan, es mejor que digamos que estamos no viviendo, sino sumergidos en una cultura de muerte. De muerte física en la que las guerras, la violencia de género, los “niños de la guerra”, - educados para matar cuando deberían estar estudiando en las escuelas de sus países-,  o el aborto acaban con la vida humana, ese milagro que cada día valoramos menos. Para matar, usamos armas, esas armas con las que se negocia, que son,  en sí mismas,  uno de los mayores negocios del mundo junto con las farmacéuticas. ¿Entendéis por qué siempre hay alguna guerra activa en el mundo y por qué proliferan las pandemias? La muerte campa a sus anchas por nuestro mundo mientras otros desalmados se aprovechan del dolor y hacen negocio. Y así llevamos desde hace miles de años y todavía hay gente que no sabe de qué nos tuvo que redimir Jesucristo.

         Pero es que no sólo hay una muerte física, sino que también hay en este mundo de muerte, una muerte del alma o muerte psicológica porque se matan ilusiones, se matan esperanzas, se mata el futuro de muchos millones de seres humanos que no tienen más esperanza que sobrevivir, más ilusión que llegar al día siguiente y más futuro que un mañana incierto. Para matar el alma, nos basta con la palabra y, sobre todo, con el miedo, ese arma que han sabido utilizar tan bien los poderosos durante miles de años. Con miedo nos paralizamos, no respondemos, no nos rebelamos.

         Y frente al miedo, la esperanza, la confianza en el hombre, el creo en el hombre que decía Blas de Otero:

 he visto

espaldas astilladas a trallazos,

almas cegadas avanzando a brincos

(Españas a caballo

del dolor y del hambre). Y he creído.

         Tenemos que hacer algo, tenemos que creer que el futuro es de todos, no sólo de los amos del mundo; tenemos que luchar por el futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos. Ellos, los que matan, nos quieren sumisos, temerosos, atemorizados, paralizados por el terror. No les demos ese gusto.

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