jueves, 24 de mayo de 2018

BERNAT METGE Y LO SOMNI



En esta época de confusión en la que los políticos presos se confunden con los presos políticos que no pueden existir en un país en donde hay la más absoluta libertad de expresión y de actuación hasta el punto de que un grupo de descerebrados puedan montar todo un complot para terminar con España, no hay nada más curativo que volver los ojos a un gran humanista como Bernat Metge. Cuando triunfa la incultura palmaria de Ada Colau y los modales barriobajeros de Gabriel Rufián; cuando las cruces amarillas por “los mártires de la república catalana” emporcan las playas de Cataluña con su mensaje falso y racista, analfabeto y sombrío, la lectura de Metge, el gran humanista catalán que introdujo a Petrarca en el reino de Aragón y que escribió Lo somni, ese fantástico libro que parte de Cicerón, es un oasis de paz y de sentido común. Metge tradujo del latín y escribió el maravilloso Somni en el que Juan I se le aparece en el purgatorio a Metge que escribió esta obra en la cárcel al haber caído en desgracia frente a la nueva reina María de Luna. Fijaos si lo hizo bien que, con esta obra, se ganó el favor de la reina y Bernat volvió a gozar del favor de los reyes de Aragón. He leído este libro en la espléndida traducción de Martín de Riquer, otro gran catalán, y he leído también el texto en catalán, ese catalán que ahora ensucian con soflamas de tres al cuarto los que nunca han leído a Metge, a Llull o a Ausias March. Dicen que el nacionalismo se cura: pues, venga, chicos, a leer que falta os hace. Y, para que no os retraséis en los deberes que os pongo, ahí os dejo el principio en el elegante catalán de Metge, el humanista que dio nombre a la colección de clásicos griegos y latinos vertidos al catalán, por aquellos filólogos clásicos catalanes de aquella generación de Bassols, Mariner o Dolç:
Poc temps ha passat que estant en la presó, no per demèrits que mos perseguidors e envejosos sabessen contra mi (segons que despuis clarament a llur vergonya s’és demostrat), mas per sola iniquitat que m’havien, o per ventura per algun secret juí de Déu, un divendres, entorn mija nit, estudiant en la cambra on jo havia acostumat estar, la qual és testimoni de les mies cogitacions, me vénc fort gran desig de dormir, e llevant-me en peus passegé un poc per la dita cambra; mas sobtat de molta son, covenc-me gitar sobre lo llit, e sobtosament, sens desp­ullar, adormí’m, no pas en la forma acostumada, mas en aquella que malalts o famejant­s solen dormir.
     Estant així, a mi aparec, a mon vijares, un hom de mija estatura, ab reverent cara, vestit de vellut pelós carmesí, sembrat de corones dobles d’aur, ab un barret vermell en lo cap. E acompanyaven-lo dos hòmens de gran estatura, la u dels quals era jove, fort bell e tenia una rota entre les mans; l’altre era molt vell, ab llonga barba e sens ulls, lo qual tenia un gran bastó en la mà. E entorn de tots los dessús dits havia molts falcons, astors e cans de diversa natura, qui cridaven e udolaven fort llejament.


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