martes, 3 de mayo de 2022

HERO Y LEANDRO O DE CÓMO UNA HEROÍNA MITOLÓGICA DEVINO EN MARCA DE MERMELADAS

 


La historia mitológica que hoy os traigo a colación es muy simple pues estamos ante un caso típico de dos amantes que sufren la oposición de sus padres. Hero era una sacerdotisa que vivía en una torre en Sesto, justo en el extremos del Helesponto y Leandro vivía en Abido, a la otra orilla.  Los padres se opusieron terminantemente a que se casaran y, como los novios se seguían viendo, les prohibieron cualquier tipo de contacto y encerraron a Hero en una la torre de Sesto. Pero como amor omnia vincit, idearon una manera de verse: Hero encendía una antorcha en su ventana que le servía de faro a Leandro para cruzar el estrecho. Sin embargo, una noche de terrible tormenta, la llama se apagó y Hero no la volvió a encender porque se había quedado dormida esperando a su novio que, sin la referencia de la luz, se perdió y acabó ahogado en el mar. Cuando el mar lo arrastró hasta la playa de Sesto y Hero vio el cadáver, se arrojó desde la torre en la que estaba prisionera y murió junto al cadáver del muchacho.

          El tema de Hero y Leandro es un asunto muy tratado por los autores clásicos como Ovidio en sus Heroidas 18 y 19 en el que me he basado principalmente y muy en especial en la maravillosa traducción en octavas reales de Diego de Mexía.

         También Marcial en su Liber Spectaculorum nos cuenta los momentos finales de Leandro:

         Cum peteret dulces audax Leandros amores

Et fessus tumidis iam premeretur aquis,

Sic miser instantes adfatus dicitur undas:

'Parcite dum propero, mergite cum redeo.'

 

Al buscar el valiente Leandro sus dulces amores

y ya al verse agobiado por las henchidas aguas,

así les dice el desgraciado a las olas que lo agobian:

“Tened piedad de mí mientras me acerco, mas cuando regreso sumergidme”

 

También nos aparece este asunto en Museo del que hago uso para el epígrafe que acompaña a este romance en la magnífica traducción de Ruiz de Elvira.

Más cercano en el tiempo es el Hero y Leandro de Christopher Marlowe del que también hago uso para un epígrafe.

En España tenemos al muy afamado soneto de Garcilaso ( del que también hago uso para un epígrafe) y el poema de Juan Boscán en endecasílabos libres que comienza de esta manera:

 

Canta con boz süave y dolorosa,

¡o Musa!, los amores lastimeros,

 

que'n süave dolor fueron criados.

 

Canta también la triste mar en medio,

 

y a Sesto, d'una parte, y d'otra, Abido,

 

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y Amor acá y allá, yendo y viniendo;

 

y aquella diligente lumbrezilla,

 

testigo fiel y dulce mensagera

 

de dos fieles y dulces amadores.

 

Vemos que no faltan los dos amantes ni la “diligente lumbrezilla” que fue la causa de la desgracia de Leandro y de la que trato, sobre todo, en la octava real y en la silva que encabezan este romance supernumerario.

 

Siguiendo con autores españoles, Calderón hace una brevísima mención en su comedia La Dama duende:

Por un hora que pensara

si era bien hecho o no era,

echarse Hero de la torre,

no se echara, es cosa cierta,

con que se hubiera excusado

el doctor Mira de Mescua

de haber dado a los teatros

tan bien escrita Comedia,

y haberla representado

Amarilis tan de veras,

que volatín del carnal

(si otros son de la Cuaresma)

sacó más de alguna vez

las manos en la cabeza.

 

y nos revela de paso que Antonio Mira de Amescua, dramaturgo español del Siglo de Oro,  también escribió una comedia con ese mismo título de Hero y Leandro.

Juan de Tiomoneda recoge el mito en Aguardando estaba Hero en su Rosa de Romances y para no agotar un tema tan extenso y que excedería con mucho esta introducción recojo el fragmento de la muy conocida letrilla de Luis de Góngora en la que se hace mención, lógicamente de manera jocosa, a esta desgraciada historia:

Pase a media noche el mar

y arda en amorosa llama

Leandro por ver su Dama;

que yo más quiero pasare

del golfo de mi lagar

la blanca o roja corriente

y ríase la gente.

 

Quevedo también hace mención a Leandro en este soneto:

 

En crespa tempestad del oro undoso

nada golfos de luz ardiente y pura

mi corazón, sediento de hermosura,

si el cabello deslazas generoso.

 

Leandro, en mar de fuego proceloso,

su amor ostenta, su vivir apura;

Ícaro, en senda de oro mal segura,

arde sus alas por morir glorioso.

 

Con pretensión de Fénix encendidas

sus esperanzas, que difuntas lloro,

intenta que su muerte engendre vidas.

 

Avaro y rico y pobre, en el tesoro

el castigo y el hambre invita a Midas,

Tántalo en fugitiva fuente de oro.

 

            Vemos como aquí don Francisco, al deslazar Lisi sus cabellos, compara su corazón con un Leandro que navega por proceloso mar o con un Ícaro que se expone con sus alas a una muerte que sabemos tuvo por no escuchar el consejo de su padre Dédalo de que no volara cerca del sol.

 

            No podríamos dejar de mencionar la famosa travesía a nado que realizó con fortuna Lord Byron que hizo el mismo recorrido que el desgraciado amante consiguiendo, con mejor fortuna que Leandro, llegar a Sesto y tampoco podemos olvidar que esta hazaña natatoria tienen aún más mérito si tenemos presente que George Gordon Byron era zambo del pie derecho.

 

 

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