domingo, 8 de mayo de 2022

"AUNQUE LA HORMONA SE VISTA DE SEDA..."

 


Corría el año 1971 cuando Vicente Escrivá dirigió una película titulada Aunque la hormona se vista de seda jugando con el refrán castellano que dice: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Había en aquella película grandes actores como Alfredo Landa, Ana Belén, Manuel Summers, Guadalupe Muñoz Sampedro, Luis Sánchez Polack o Mary Paz Pondal. Pese a tan formidable elenco, la película pasó con más pena que gloria y quedó metida en el saco de lo que se conoce como “españolada” aunque más tarde se reconoció la enorme valía de algunos de estos actores. Basta con ver en este reparto a Landa, a la gran actriz de teatro Guadalupe Muñoz Sampedro o a Ana Belén. Pero no vengo a hablaros de cine, sino de hormonas y , sobre todo, para deciros que esta palabra tiene un claro origen griego pues proviene del verbo ὁρμᾶω, “activar, agitar, empujar”. Así pues, las hormonas son las que nos activan, agitan e impulsan y  son sustancias que segregan las glándulas endocrinas (otra palabra griega de ἐνδο- “dentro” y el verbo κρίνειν, “juzgar, separar”) que, a su vez,  son mensajeros químicos como las feromonas y los neurotransmisores. Se les llama mensajeros químicos porque el cerebro se vale de ellos para dar las órdenes a las distintas partes del cuerpo de tal manera que,  como un buen director de orquesta, el cerebro dirige la complicada orquesta del cuerpo humano. Me viene al recuerdo Jesús López Cobos dirigiendo la OSCyL y cómo señalaba a cada uno de los instrumentistas para darles la entrada. Nosotros tenemos hormonas del crecimiento, las que ayudan a convertir las calorías en energía (tiroxina), los neurotransmisores como la adrenalina, las que nivelan la glucosa como la insulina y el glucagón y también, ¡cómo no!, las hormonas sexuales, la progesterona y los estrógenos en las mujeres y la testosterona en los hombres. El gran reto para el cuerpo – y lo cumple a la perfección salvo en caso de enfermedad-, es que cada músico toque su partitura y que no se le escuche más que a los otros si me permitís seguir con el símil de la orquesta que tan caro me es. Por ejemplo, si nos sube el nivel de testosterona, aumenta la masa muscular, segregamos el vello y la voz se nos hace más grave tres consecuencias que señalan la pubertad. También un aumento de testosterona aumenta la agresividad y así, por ejemplo, esos pollitos agresivos que van en sus coches cargados de hormonas y de más cosas que no voy a decir y que cuando vas a aparcar habiendo señalizado la maniobra con anterioridad, van  y te dicen que “o te vas o te parto la boca”, necesitarían una dosis excepcional de bromuro que,  según las leyendas urbanas de la puta mili, inhibe los niveles de testosterona. En fin, vamos a dejarlo y volvamos con la película para terminar esta entrada en plan culto, haciéndome una Ringkomposition y preguntándoos que si habéis adivinado de qué hormonas trataba Escrivá en su película. ¿Sexuales? Premio para el caballero que se lleva el perrito piloto que causa alboroto porque en aquella España reprimida hablar de sexo era llenar los cines. Don Miguel Torga, gran escritor portugués y médico en Coimbra decía en sus diarios que esta sociedad que habla tanto de sexo es porque está enferma del sexo y lo argumentaba con estas sencillas palabras: sólo hablamos de aquello que tenemos enfermo. Y es verdad, don Miguel, y es verdad.  Espero que hayáis seguido leyendo más allá del título y que os hayáis divertido. Lo he explicado como he podido y, puesto que ni soy médico ni biólogo, sino un pobre filólogo clásico, espero que lo hayáis entendido. Si no es así, os quedan dos opciones: pedir consulta y que vuestro médico os explique con pelos y señales el funcionamiento hormonal del cuerpo humano o, en su defecto, ver la película de Escrivá. Elegid, bellacos.


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