lunes, 28 de agosto de 2023

PEMÁN EN LA PISCINA

 


 

Hace ya unos años, mi buen amigo Miquel Arrufat Pujol, con ocho apellidos catalanes, como broma tras la cena en un lugar idílico al pie de la Laguna Negra, se puso a traducir poemas de Machado al catalán. Y así tradujo éste:


Ayer soñé que veía

a Dios y que a Dios hablaba;

y soñé que Dios me oía...

Después soñé que soñaba.

 

El poema machadiano, por obra y gracia de su traducción, se convirtió en:

Ahir vaig somiar que veía

a Deu i que a Deu parlava;

i vaig somiar que Deu em sentía…

Després vaig somiar que somiava.

        

Pero que cuando uno de nosotros le propuso el cantar popular  que Machado usa como epígrafe en su Saeta, cantada por Serrat y recantada por miles de cantantes, ya sabéis, esos que dicen:

¿Quién me presta una escalera,

 para subir al madero

 para quitarle los clavos                     

a Jesús el Nazareno?

 

Miquel no pudo seguir y nos dijo:

-         No puedo traducir estos versos al catalán.

-         ¿Por qué, Miguel?

-         Porque soy catalán y yo no presto, vendo.

 

Bromas aparte, Miquel me propuso que, para el año siguiente, en esos encuentros poéticos sorianos, lo dedicáramos a Pemán. Le dije que no, que Pemán me resultaba pesado, tanto en su poesía “laica” como en la religiosa o espiritual. Y así quedó la cosa.

Resulta que este año he encontrado en un anaquel de mi biblioteca un tomito de mi muy querida colección Austral con una antología poética de Pemán y me la he llevado a la piscina que veis en la fotografía de la entrada. No sé si por influencias de las ondinas que habitan las aguas o de las Anjanas, lo cierto es que me ha encantado y he sentido que hace ya algunos años le dijera a Miquel que Pemán no me gustaba. He disfrutado enormemente de una poesía con ese perfume antiguo, sencillo, a colonia de esa que mi abuela María tenía en los vasares de la cocina. Los cultos me diréis que  no aportó nada, que se mantuvo en la línea de un Campoamor, que ni siquiera se acercó a la poesía que sus paisanos y coetáneos del 27 estaban haciendo, pero eso a mí me da igual. Tan sólo quiero deciros que lo he leído y que me ha gustado y que os dejo un poema suyo para que los que no tengan prejuicios lo lean. A los otros, que les den por el bul.

A la vera del prado             

se dormía la niña                

con el son de las hojas del álamo.         

 

El viento de la sierra,          

pasito, paso,                

pasaba sobre el trébol,                 

como peinándolo.                

 

Vientecito, no me despiertes                 

a la niña de los ojos garzos,         

¡que se encelan las flores!             

¡que se encelan los pájaros!          

 

Déjala que duerma              

a la vera del prado,             

déjala que duerma              

con el son de las hojas del álamo.

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