En Historia del Arte, como bien sabe mi
buen amigo Francisco José Hernández Ovejero, hay diferentes maneras de
representar a Nuestra Señora y me gustaría, con la cortedad de mis medios,
explicaros algunas de ellas. Vamos con la primera de las varias que nos van a ocupar
diferentes entradas.
En la ilustración de la entrada, podéis
ver una Virgen que señala al Niño como camino de salvación. Es la conocida en
griego como Ὁδηγήτρια, es decir, “la que muestra el camino”. Es una
representación muy habitual en el mundo cristiano y en ella encontramos a la
Virgen que sostiene al Niño mientras lo señala y lo presenta como Salvador del
mundo. El Niño suele tener en la mano un pergamino que representa las Sagradas
Escrituras y más en concreto el pasaje del Evangelio de Juan que dice:
"Yo soy el
camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6-14).
Los colores en este tipo
de representaciones son de gran profundidad teológica pues la Virgen suele
estar envuelta en una clámide que tiene un color púrpura rojizo que se
identifica con la realeza. El Niño Jesús, por su parte, va vestido de blanco y naranja o sólo de
naranja. El blanco es el color de la pureza y es el símbolo de la luz que
aparece en la Transfiguración. El naranja es el símbolo del fuego del Espíritu
Santo.
En España tenemos en
León la Virgen del camino que protege el camino de los peregrinos que van a
Compostela.
En definitiva, esta imagen de la Virgen
que nos señala a Jesús recoge la idea que muchos siglos más tarde recogería San
Josemaría en “su Camino”:
“A Jesús se va y se
viene por María”. Pues eso.
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