jueves, 27 de junio de 2024

UNOS PENSAMIENTOS VERANIEGOS SOBRE LA EDUCACIÓN POR COMPETENCIAS (y III)

 


Al ir abandonando los saberes, caminamos aceleradamente a una “sociedad de la ignorancia” y el alumno se convierte en un hombre sin cualidades intelectuales. Es más, va cogiendo competencias como el que va cogiendo productos en un hipermercado, esos templos absolutos en donde pasamos muchas tardes. Pero aún queda otro “detalle” que os paso a explicar. Los que ya peinamos alguna cana recordamos los disquetes, aquellas mínimas almacenes de memoria, y cómo para su uso había que proceder a su formateo en aquel prehistórico sistema que era el MS2. Si no mal recuerdo, metíamos el disquete, nos colocábamos en a: y lo formateábamos dando la orden “format” para trazar en él unos surcos o  líneas en donde se iban a ordenar los contenidos del disquete. Me da la sensación de que con este sistema educativo se “formatea” la mente del alumno con unas competencias que les vienen dadas desde fuera y que tienen como finalidad que el alumno “venda” estas competencias en el mercado laboral como el obrero de la Revolución Industrial vendía su “fuerza de trabajo”. Así lo que valoramos en el alumno es el “capital propio” de cada alumno en un mundo de “recursos humanos” y de “capital humano”.

         Por si queréis más pruebas de lo que digo, en el actual modelo educativo, no se dan título ni diplomas, sino certificados en los que se “da por cierto”, por parte del mercado laboral que es el auténtico fin último,  que el alumno ha adquirido esas competencias a diferencia del título y del diploma cuyo reconocimiento era social y público. Para acabar, las competencias las certifica las empresas, pero los títulos y diplomas los reconocía el estado y la sociedad que buscaba una buena formación e instrucción en saberes y no unos meros sabedores de competencias:

         Pero todavía esto es más maléfico porque el mercado neoliberal necesita cada vez más buenos pensadores, especialistas y científicos que sean capaces de generar nuevas ideas y nuevas tecnologías ( del Rey), pero también necesita unos intelectuales de low cost, unos lumpen profesionales que estén formados en algunas competencias básicas, unos empleados poco reciclables y fácilmente desechables. No es cosa nuestra esta manera de ver esta enseñanza por competencias. El filósofo francés Jean Claude Michea llama al aprendizaje por competencias la “enseñanza de la ignorancia” en la que los alumnos aprenden destrezas y habilidades, prácticas técnicas y aplicación de saberes, pero sin una necesidad de aprender y comprender estos saberes. Un profesional formado en competencias es subsidiario (del Rey) de la máquinas y de los aparatos. Son ignorantes porque aprenden conocimientos que otros han pensado por ellos, pero que no los entienden ni los comprenden: tan sólo los aplican.

         Tal y como vemos, la educación por competencias es el máximo exponente de una sociedad dividida en dos clases: los que piensan y mandan y los que consumen las ideas de los que piensan; los que son servidos y los que sirven. Si hasta ahora la educación tenía un sentido igualitario y había servido para reducir las desigualdades sociales; si la Universidad nos había servido a los hijos de los obreros, ( con esfuerzo, con constancia y con trabajo) poder llegar a los saberes que antes estaban en manos de unos pocos privilegiados por nacimiento, con el sistema de competencias se crea un sistema en que este carácter igualitario de la Universidad se pierde y queda convertida en una creadora de lumpen profesionales tal y como ya hemos dicho unas líneas más arriba. La Universidad, lejos de ser una forma de igualar a la sociedad, consolida las diferencias sociales pues crea unas educaciones distintas desde los mismos colegios y Universidades.

         La verdad, sorprende cómo ningún sindicato ni ningún partido de izquierdas ha sido capaz de ver esta situación y alarmarse por la sociedad que se está creando. Por el contrario, alaban el nuevo sistema del neoliberalismo rampante y lo venden como un logro de la “sociedad del bienestar” (¿del bienestar de quién?) Justo es reconocer que, en muchas ocasiones, lo hacen sin maldad, llevados por el “embrujo de las palabras nuevas”, terrible hechizo que deja en pañales a los de las sirenas odiseicas o la malvada Circe. Hace muchos años, cuando se implantó la LOGSE, una profesora mayor (tendría mis mismos años de ahora, pero para un joven imberbe y zangolotino ya era una vieja) decía en un curso de profesores: “Qué maravilla pasar de un INB a un IES” sin darse cuenta de que estaba firmando su propia sentencia de muerte.

                   Mucho más se podría hablar en este capítulo del error que supone la enseñanza por competencias, pero quiero acabar diciendo tan sólo una cosa que tenemos que tener clara: los conocimientos (saberes) no se explican para que sean aprendidos, sino que se explican para que sean comprendidos y, a su vez, los estudiantes en el futuro, los puedan explicar. No enseñamos conocimientos, sino que explicamos cómo pensarlos y cómo producir conocimientos nuevos. Con un sistema educativo por "competencias" aplicado en el neolítico no habríamos pasado de la piedra pulimentada.

         Bien sé que este a reflexión no va a servir de nada pues tanto el Estado como los partidos políticos han caído en los hechizos de la Circe neoliberal que necesita gentes con poco pensamiento para poder seguir sacando partido al dolor y a la miseria. Somos todos cerdos que hozamos en la pocilga de los intereses crematísticos de una sociedad empecatada desde su nacimiento. La única hierba moly, aquella que tomó Ulises de manos de Hermes para no caer en el hechizo, era la que proporcionaba la Instrucción y la Educación (con mayúsculas), pero hasta la hierba nos hemos dejado robar. Mientras una sociedad basada en una estructura de pecado (o del mal) avanza imparable, nosotros, como los pueblos que le hacían fiestas al administrador del noble que les venía a cobrar los impuestos y que se llevaba casi todo el fruto de su sudor,  le “hacemos fiestas” al capitalismo neoliberal más salvaje y obsceno para que sigan creciendo sus cuentas en los paraísos fiscales. Que Dios nos pille confesados.

 

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