domingo, 18 de marzo de 2018

JESÚS Y LOS GRIEGOS



En el Evangelio del V domingo de Cuaresma, hay un detalle curioso que lo podemos ver en el texto de Juan:

Ἦσαν δὲ Ἕλληνές τινες ἐκ τῶν ἀναβαινόντων ἵνα προσκυνήσωσιν ἐν τῇ ἑορτῇ· οὗτοι οὖν προσῆλθον Φιλίππῳ τῷ ἀπὸ Βηθσαϊδὰ τῆς Γαλιλαίας, καὶ ἠρώτων αὐτὸν λέγοντες, Κύριε, θέλομεν τὸν Ἰησοῦν ἰδεῖν.

            Había algunos griegos entre los que habían venido a celebrar la fiesta. Éstos se acercaron a Filipo, el de Betsaida de Galilea y le decían: Señor, queremos ver a Jesús.

         Ya es harto encomiable que esos griegos quisieran ver a Jesús, pero el sentido que Jordi Vilá i Borrás ve en este pasaje es muy sugerente: estos griegos provenían de la diáspora y le ofrecían a Jesús, sabedores de que ya estaba condenado a muerte por los mandamases de los judíos, la posibilidad de que se fuera con ellos y así librarse de una muerte segura. Pero Jesús sabe para qué ha venido y, cuando Felipe se lo dice a Andrés y ambos van a decírselo a Jesús, la respuesta de Cristo es tajante:

ὁ δὲ Ἰησοῦς ἀποκρίνεται αὐτοῖς λέγων, Ἐλήλυθεν ἡ ὥρα ἵνα δοξασθῇ ὁ υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου.

            Jesús les responde diciéndoles: “ Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado (δοξασθ)”

         La gloria de Jesús y nuestra propia gloria estaba y está en la Cruz y es el propio Cristo el que lo explica al final de la lectura de este domingo:

         κἀγὼ ἐὰν ὑψωθῶ ἐκ τῆς γῆς, πάντας ἑλκύσω πρὸς ἐμαυτόν.

         Y cuando sea elevado desde la tierra, arrastraré todo conmigo.

         No podemos entrar en estas palabras de Jesús que tanto y tan bien comentó Teillard de Chardin, pero dan para muchos momentos de oración. Que así sea.

 

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