viernes, 29 de junio de 2018

RAMÓN ANDRÉS O LA GRANDEZA DEL SILENCIO




Hay que tener mucho valor para, en estos tiempos ruidosos, de bruit de mouches que decía Monsieur Pascal, escribir sobre el silencio y, especialmente es un acto heroico, en el segundo país más ruidoso del mundo en donde las terrazas dejan a los vecinos que con ojeras porque la fiestuki es sagrada y, si surge un concejal que cumpla con su obligación y hace cumplir las normas, es rápidamente tildado por la pijo- progresía que habita en sus dachas silenciosas de fascista sin remedio. Ya he dicho que,  en otras entradas de blog, en una película de Buñuel, el genio de Calanda se imaginaba el infierno como una discoteca en la que el ruido era ensordecedor. No me extraña porque mi idea de un infierno en la tierra tiene, desde hace muchos años, la imagen de una macro fiesta. Cuento todo esto porque Ramón Andrés, escritor que escribe mucho y bien sobre la música,  ha escrito un libro maravilloso sobre los escritos místicos que tratan sobre el silencio y en sus páginas nos presenta a san Pedro de Alcántara, a fray Bernardino de  Laredo, a Juan de los Ángeles, a Santa Teresa, a mi san Juan de la Cruz y a otros muchos como el inefable Miguel de Molinos. Curioso es que a muchos de estos escritores la Inquisición quiso echar el guante por iluminados o porque practicaban la oración en silencio. Afortunadamente, la Iglesia que es una institución sagrada, pero cuyos componentes son humanos, con el aliento del Espíritu Santo, va cambiando sus maneras de pensar.

         Sin embargo, si a alguno os puede sorprender  que alguien que ha escrito sobre Bach o sobre Monteverdi, escriba sobre el silencio, os diré aquellas sabias palabras que decía don Antonio Fernández-Cid: La música está compuestas de silencios y, por tanto, el que ama la música ama el silencio.

         Fantástico libro sobre el silencio en un  mundo de móviles sonando en los conciertos, en misa, en el cine y, sobre todo, en un mundo de palabras banales. Os lo recomiendo leer en el más absoluto silencio que es como hay que leer. (A ver si para otro día escribo sobre esa infrarraza que lee oyendo música).

         Este señor navarro se atreve a decir estas luminosas palabras cuando un periodista le pregunta sobre el arrinconamiento de las humanidades:

“En ello veo el avance del enemigo, del que necesita propagar y velar por la ignorancia para afianzar el poder, cosa que hacen los unos y los otros. El Estado, y ahora la Economía, o, digámoslo directamente, necesita de súbditos que consuman y obedezcan, que no piensen, que vayan con su propia muerte en las manos, que la alimenten, y, llegado el momento, cuando ya no sean necesarios, se la administren. Hoy, para el Sistema, un individuo es ante todo rentabilidad; no es ya un ciudadano sino un cliente”.

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