sábado, 22 de junio de 2019

EL CONDE BELISARIO Y LAS GRANADAS DE BOECILLO



A mí, el nombre de Belisario me sonaba mucho porque, en Boecillo, hay un señor que cultiva unas granadas en su huerto y tiene tan bizantino nombre. Cuando ya estudié la historia del Imperio Romano de Oriente comprobé con sorpresa que el señor Belisario se llamaba como ese gran general de Justiniano y, cuando he leído El conde Belisario, de Robert Graves, entonces he sabido muchas más cosas sobre este gran militar y mejor ser humano. Graves nos presenta un Belisario que nos recuerda continuamente al Cid: ¡qué buen vasallo si tuviera buen señor! Todo lo que hace lo hace por su Emperador y éste, en uno de los ejemplos de envidia y desagradecimiento más palmarios de la historia, se lo paga con la peor moneda. Belisario sufrió,  por las mentiras de los correveidiles de palacio, prisión y destierro; y, por si esto fuera poco, hasta le cegaron y, como mendigo, tuvo que salir a mendigar por las calles de Constantinopla para vergüenza de “su Emperador”. Es este lamento que recoge el gran pintor francés Louis David: el mejor general de Justiniano pidiendo limosna por las calles. Por muchos perdones que el gobernante bizantino le concediera “graciosamente” a Belisario, creo que se llevó a la tumba su odio absolutamente injustificado por tan grande general.

         Si le sirve a usted de consuelo, Conde Belisario, le diré que un tocayo suyo en Boecillo tiene unas granadas que en los otoños se llenan de perlas para honrar la memoria de tan gran militar y de tan íntegra y buena persona.

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