miércoles, 10 de junio de 2020

LOS COPISTAS Y LOS FILÓLOGOS (II)


Vamos a seguir con este apasionante tema de la transmisión de los textos latinos. Cuando todo parecía que estaba perdido, aparece un pequeño foco de luz por el occidente más occidental: Irlanda.  En este lejano país aparece San Columbano, un monje que tras haber estudiado en la isla, viaja al continente y allí compra manuscritos y se trae la semiuncial que ellos convertirían en la semiuncial irlandesa. Sin embargo, la gran labor de difusión de San Columbano fue cuando se marchó para Europa de nuevo y comenzó a fundar monasterios como Luxeil , Bobbio o Saint Gall. Él y otros compañeros, los scotti peregrini, fueron llenando Europa de textos latinos además de ir sembrando la fe. Los nombres de estos “escoceses peregrinos” lo dicen todo: Virgilio de Salzburgo, Dungal, Sedulio Scoto y Juan Escoto Eurígena. Por tanto, en este renacimiento anterior al carolingio, se escucha un fuerte acento irlandés.
         Sin embargo, pronto va a surgir un segundo foco de entrada de la cultura latina: Canterbury. El papa Gregorio Magno envía a Agustín a Inglaterra y lo envió con vestidos y vasos sagrados, pero también con codices plurimos. En el 668, hay una segunda misión que encabezan Teodoro de Traso y Hadriano de Niridano que llevan también buena copia de libros. Estamos en una época en la que los nombres de los grandes clásicos no son desconocidos y la corriente de misioneros irlandeses no dejó de fluir: Willibrord o Bonifacio llevaban la religión y la cultura latina allí por donde iban porque pensaban que la base de la educación eclesiástica era una biblioteca bien abastecida y bien seleccionada. Con estas ideas tan “modernas” para estos siglos, los monjes van poniendo los pilares de lo que será el Renacimiento Carolingio que abarca de fines del siglo VIII o comienzo del IX y que está presidida por la personalidad política y espiritual de Carlomagno. Pero de este renacimiento os hablaré en el siguiente capítulo.

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