domingo, 16 de octubre de 2022

EL JUEZ INJUSTO DEL EVANGELIO

 


Del Evangelio de San Lucas de hoy, XXIX domingo del Tiempo Ordinario, me han impactado estas palabras que os copio en el original griego:

Ἔλεγεν δὲ παραβολὴν αὐτοῖς πρὸς τὸ δεῖν πάντοτε προσεύχεσθαι αὐτοὺς καὶ μὴ ἐγκακεῖν,  λέγων, Κριτής τις ἦν ἔν τινι πόλει τὸν θεὸν μὴ φοβούμενος καὶ ἄνθρωπον μὴ ἐντρεπόμενος.

Dice así el texto:

         Les decía a éstos una parábola acerca de que es necesario orar siempre y no desfallecer, diciéndoles que había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres (…)

         La frase que os subrayo en negrita es la que me ha impactado cuando la he leído en casa y cuando, más tarde, la ha leído el capellán de “mis monjitas”. Evidentemente, no era la primera vez que la oía y,  desde que la leí por primera vez, me ha dado mucho que pensar. Así pues,  ya va siendo hora de que os diga algo.

         Siempre me ha impresionado este juez que vive en el más completo egoísmo: ni Dios, ni los hombres. Quizás le importaban las riquezas o las leyes o conquistar más poder. No lo sabemos, pero sí que sabemos que, si atendió a la viuda, fue por puro egoísmo. Pero quiero volver al sintagma que tanto me ha “llegado”. Cuando se deja de creer en Dios, se cree en cualquier cosa- decía Chesterton- e Ivan Karamazov decía algo también que me ha hecho pensar muchas veces desde aquellas remotas clases del Hermano Felipe Albaina: Si Dios no existe, todo está permitido. Ya llevamos años en que el tener fe es res rarissima y lo habitual es encontrarte con una sociedad atea o que ni siquiera se plantea el “problema de Dios” y, al no plantearnos el problema de Dios, todo está permitido. No quiero decir que para ser “humanista” haya que creer en Dios; no, puede existir y existe un humanismo laico, pero nuestra sociedad cada vez está más cerca del juez injusto del Evangelio de hoy porque no se respeta al ser humano cuando se le contrata por una miseria y se le explota; cuando le dejamos morirse de hambre; cuando permitimos que alguien muera en la soledad; cuando le señalamos como extranjero; cuando escalo puestos en mi empresa sin reparar en los “muertos! que voy dejando por el camino. Y así un largo etcétera.  Independientemente de que creamos o no creamos, la sociedad ya no cree ni en el hombre ni en sí misma con lo que la ruina de esta civilización está servida. No es raro encontrar personas que no respetan a los demás, pero tampoco es raro encontrar personas que no se respetan a sí mismas  Por las que nos toca rezar con una oración que no desfallezca. Como me decía don Blas Lozano, un sacerdote manchego, “cuánto nos queda todavía por rezar”. Y tenía razón.

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