miércoles, 12 de octubre de 2022

RAMÓN RUIZ ALONSO, EL TIBERIO DE GRANADA

 


Al producirse el golpe militar del 18 de julio, Ramón Ruiz Alonso se une a los sublevados y participa activamente en la represión contra la represión de izquierdistas. Pero, sobre todo, seguía teniendo un hondo resentimiento contra los falangistas aunque algunos autores cuentan que logró entrar en Falange. Había nacido Ruiz Alonso en un pequeño pueblo de Salamanca, Villaflores, en 1903 y había estudiado en un colegio de los Salesianos en donde había conocido a José maría Gil Robles, el líder de la CEDA. No era  sino un obrero tipógrafo que había legado al Ideal “recomendado” por Ángel Herrera Oria, el fundador de la Editorial Católica y del madrileño Ya. Viviendo  en Granada, se matriculó en Ciencias Sociales y mostró tal aversión a los movimientos obreros que lo bautizaron como “ el obrero amaestrado de la CEDA”.  Fue diputado entre 1933 y 1936 por la CEDA y protagonizó un desagradable incidente en el Congreso al pegar un puñetazo  a Félix Gordón Ordás. Así las cosas, llegamos a febrero de 1936. Ruiz Alonso se presenta por Granada a las elecciones, gana un escaño, pero, por una sospecha de fraude, las elecciones se repiten en Granada y Cuenca. Ruiz Alonso pierde su escaño. Es entonces cuando ocurre algo que, a mi manera de ver, fue fundamental en el asesinato de García Lorca: Ruiz Alonso se va a ver al jefe provincial de falange en Granada, José Rosales, hermano de Luis Rosales, y le pide que medie ante José Antonio Primo de Rivera para que pueda ingresar en Falange cobrando las mil pesetas que cobraba como diputado de la CEDA. Obviamente, José Rosales se niega a tamaña inmoralidad y Ruiz Alonso, por esa justa acción del jefe de Falange,  guarda un resentimiento terrible contra José Rosales, sus hermanos, también falangistas,  y contra todos los falangistas de Granada.  Es curioso, sin embargo, comprobar que Ruiz Alonso acabó ingresando en Falange y mandando el batallón Pérez del Pulgar que, curiosamente, estaba formado por antiguos republicanos de izquierda que, una noche,  se pasaron en su mayor parte a las filas republicanas.   Como es obvio, el batallón fue disuelto al poco. Sin embargo, Ruiz Alonso se marchó de Granada a su Salamanca natal para trabajar en la Oficina de Prensa y Propaganda que dirigía Vicente Gay, el hombre que consideraba Dachau como un “gran centro educativo”. Pero, cuando Dionisio Ridruejo se hace cargo del servicio de Propaganda, destituye inmediatamente a Ruiz Alonso quizás alertado sin duda por su buen amigo Luis Rosales que había conocido en carne propia lo ocurrido en Granada.

         De todo lo que os he contado me quedo con una palabra: resentimiento.  Hace años, leí esa maravilla de libro del doctor Marañón que se llama Tiberio o el resentimiento en el que el doctor describe,  tal y como él lo solía hacer siempre,  el carácter de un resentido y su peligrosidad. Ruiz Alonso era un resentido contra los falangistas por lo que ya hemos contado y, era también un resentido por su humilde nacimiento frente a los “señoritos” de Granada que habían estudiado en colegios de ricos, que frecuentaban el casino, que hacían fiestas de Carnaval , que tenían hermanas que se casaban con los mandamases de la ciudad (Concha, la hermana de Federico, estaba casada con Manuel Fernández - Montesinos, médico y alcalde de Granada que fue fusilado el 16 de agosto de 1936) y que seguían mandando y, lo peor, que le querían mandar a él, a un niño que se había criado en un internado de los Salesianos, hijo de padres pobres, que había pasado estrecheces en su infancia. ¡Qué confundidos estaban esos niñatos! A él no le iban a dar órdenes los señoritingos de los Rosales o de los Lorca. Ruiz Alonso, siguiendo a Marañón, había devenido en un resentido muy peligroso  y Federico era su presa ideal para demostrar quién mandaba en Granada por encima de los niños de papá que habían mandado siempre en Granada y que le habían humillado negándole sus mil pesetas.  Esa presa  tuvo la desgracia de cruzarse con él cuando el cazador estaba listo para el disparo. Y fue por él sin piedad.

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