martes, 25 de octubre de 2022

LA MUERTE DE LORCA (II)

 


2. RENCILLAS FAMILIARES

         A finales del siglo XIX, más o menos en la década de los ochenta, los labradores, que habían sido arrendatarios de nobles hasta hacía bien poco y  que  todavía no tenían sus tierras en propiedad, deciden unirse para la compra de las tierras en situación de pro indiviso. Tenemos que recordar que, por ejemplo, el Soto de Roma, una de las fincas de los Lorca en Asquerosa, era propiedad de los Welligton  que tenían, tal y como cuenta Francisco, el hermano de poeta, un administrador inglés. Estos labradores consiguen las tierras y así aparecen ya como propietarios la familia Roldán, la familia García Rodríguez (apellidos del padre de Federico) y la familia Alba. Quedaos con estos nombres porque volverán a aparecer al final de esta trágica historia. Desde el principio, surgen conflictos por tres causas: la diferente calidad de las tierras, sus servidumbres de paso y las horas de riego. Esto último lo viví en mi familia con  las tierras del pago del Pico del Águila en donde no eran raras las acusaciones de unos regantes contra otros por no haber respetado las horas de riego o en las tierras de Valboa en Xurenzás en donde mi padre me enseñaba por dónde pasaba la servidumbre de paso de su finca y cómo tenía que respetarla. Así mismo, recuerdo que me señalaba dónde estaba a eira para que siempre la respetara. Siguiendo en el mundo rural gallego, os diré que tienen la mala costumbre de no registrar las tierras en el Registro con lo que los litigios por las lindes están a la orden del día lo que constituye una pingüe ganancia para los abogados. Pero voy a bajar de Ourense a Granada para seguir con la historia que nos ocupa.

         Hay otra razón más. Federico García Rodríguez se había casado en primera nupcias con Matilde Palacios Ríos. Al morir Matilde, don Federico pleitea con Emilia, hermana de su mujer Matilde, por los bienes de la herencia de su hermana. Llegan a un acto de conciliación y Emilia se queda con todos los bienes de Matilde y García Rodríguez tan sólo se quedó con la mitad de los bienes gananciales su mujer y eso provoca un malestar en la otra familia que, por lo que se ve, debía querer quedarse con todo lo de la fallecida. Fijaos que ese malestar llegará muy lejos pues un sobrino nieto de Matilde, nieto de su hermana Emilia, casada con un Benavides (Francisco Benavides Peña) que respondía al nombre de Antonio Benavides Benavides fue uno de los ejecutores materiales de Lorca y el que después del crimen se fue jactando por Granada con estas palabras: “Le he pegado cuatro tiros en la cabeza al cabezón”. A lo que Trescastro, siguiendo con las fanfarronadas de taberna, (os dejo el juego de ver dónde aparece también en las entradas de este mi humilde blog) decía: “ Y yo, otros cuatro en el culo por maricón”.

         Así las cosas, llegamos a 1898 y a la pérdida en este año de Cuba y Filipinas y Puerto Rico. Los españoles habían llevado la caña de azúcar desde las templadas tierras del sur de Granada al Caribe y los resultados habían sido óptimos siendo muchas las familias que se habían enriquecido (tal es el caso del marqués de Comillas, don Antonio López y López) con los ingenios del azúcar. Sin embargo, al perderse Cuba, se empieza a cultivar en zonas de regadío la remolacha azucarera. En Boecillo, por ejemplo, se roturó la Vega de Porras para el cultivo de remolacha y parte de El Raso de Portillo, finca de los Gamazo García de los Ríos,  también se utilizó para tal menester. La Vega de Granada era un terreno óptimo para la remolacha y aquellos nuevos propietarios no dudaron en plantarla y en construir fábricas azucareras: los Roldán Benavides instalan una fábrica azucarera de nombre San Pascual; don Federico García Rodríguez, padre de Lorca, La Nueva Rosario. Debemos decir que primero fue la de los Lorca y que después vino la de los Roldán Benavides, pero con una “curiosa operación” de don Federico: aunque no era accionista de la fábrica San Pascual, compró los terrenos en los que iba a ser instalada de tal forma que los Roldán Benavides, para la instalación de su fábrica, tuvieron que comprarles los terrenos al padre de Lorca, algo que, como es lógico, no gustó nada a los Roldán. Es más, esta última familia, cuando se vieran en la necesidad de ampliar la fábrica, tendrían que comprar los terrenos al padre del poeta. Aquí se fragua ya un odio entre los Roldán Benavides y los García Lorca que va a llegar a su paroxismo en 1931, cuando Federico padre denuncia a la fábrica San Pascual por unos vertidos a las acequias de riego. Don Federico consigue paralizar la producción de la fábrica de los Roldán Benavides y se lleva la remolacha para su fábrica. El odio entre las dos familias va en aumento y le quedan unos pocos años para que explote y se lleve por delante al hijo mayor de don Federico.

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