sábado, 29 de octubre de 2022

UNA BODA EN ÁVILA QUE TRAJO COLA PARA EL PADRINO

 


Hay bodas a las que hubiera sido mejor no haber asistido. Así le pasó al pobre Garcilaso de la Vega al acudir a Ávila como testigo en la boda de su sobrino.

         Garcilaso va a la boda de su sobrino Garcilaso ( tenía el mismo nombre que su tío), hijo de su hermano Pedro Laso y actúa como testigo. No parece una acción condenable, pero el emperador Carlos V, por una cédula, había prohibido el enlace pues la familia de la novia, Isabel de la Cueva, no estaba conforme con la boda. Los novios “se apresuraron” y se fueron a casar a Ávila en donde, como ya sabemos, su tío actuó como testigo. El asunto acabó mal porque Carlos V, que no era amigo de que le llevaran la contraria ni de que no obedecieran sus decretos, por medio de una nueva cédula, anula el matrimonio y manda a la chica a un convento. El novio tuvo más suerte y huyó a Portugal, pero don Carlos se la juró a Garcilaso y, cuando acudía con Fernando de Toledo, duque de Alba, camino de Ratisbona donde les había convocado el emperador por el peligro que suponía Solimán el magnífico, al llegar a Tolosa, Garcilaso es detenido por el corregidor de Guipúzcoa para que, por mandato de la emperatriz, prestara declaración sobre la boda de Ávila. Es más, al llegar a Ratisbona, el mismo Carlos V lo destierra a una isla del Danubio. Interviene el Duque de Alba y consigue “permutar” el destierro en la isla del Danubio, en donde, por cierto, Garcilaso aprovechará para escribir inmejorables versos, por un “destierro” en Nápoles que será fundamental para la vida del toledano pues allí entró en contacto con gran número de intelectuales napolitanos.

         Sin embargo, no pensemos que a Carlos V  se le “pasó el enfado” por la boda abulense  pues, aunque el Virrey de Nápoles, Don Pedro, intercedió por el poeta para que se llevara a su mujer, Elena de Zúñiga, y se arraigara en Nápoles, el César no cedió y le negó la comandancia de Reggio y no permitió tampoco  también que el Virrey interviniera en un pleito que Garcilaso tenía con los ganaderos de la Mesta.

         Garcilaso siguió siendo fiel a su emperador y lo acompañó a Túnez y, más tarde, también a la Provenza, en donde el poeta, herido por una piedra mientras escalaba la torre de Muy en la Frejus acabaría muriendo.

         Y es que el César Carlos no se andaba con chiquitas y eso de que un chavalín se quisiera burlar de él casándose con prisas en Ávila y que además su tío, su fiel servidor, actuara de testigo en esa boda, no se lo perdonó al poeta de las Églogas.

         Sabido es que con los poderosos hay que tener extrema precaución y que hay bodas que “traen cola” además, lógicamente, de la de la novia. Si no que se lo pregunten a José María Aznar  que no tuvo cuidado en elegir a los invitados y acabaron muchos de ellos en el caso Gürtel. Peligros colaterales del matrimonio.

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