martes, 10 de marzo de 2020

EL MIRANDÉS Y UNAS TOALLAS


 Hubo una época en que se hacían excursiones desde muchos pueblos de Valladolid para ir a comprar toallas y mantelerías a Portugal y la ciudad portuguesa elegida para tal fin era Miranda do Douro desde la que inicia Saramago su Viaje a Portugal. ( Sin duda don José hace este viaje desde fuera de Portugal ya que no lo titula “Viaje por Portugal”,  pero dejemos estas cosas menores.) Supongo que esas excursiones textiles tenían como único objetivo la zona comercial de Miranda y se dejaba de lado todo  el casco antiguo y, sin duda, el mirandés, que es la segunda lengua oficial en nuestro país hermano. Si os digo la verdad, nunca he oído hablar en mirandés y tan  sólo he visto algunos libros escritos en esta lengua que venden en mi muy querida librería Andrade en donde, hace ya una porción de años, adquirí las poesía completas de mi don Luís que luego traduciría para ese libro titulado Claras aguas del Mondego que me publicó Jacinto Herero Esteban, el grande poeta de Ávila, en su colección El toro de granito que pasó a mejor vida cuando Caja de Ávila, víctima de desmanes sin cuento, desapareció, como otras muchas cajas de ahorro, del panorama de los ahorros peninsulares. Pues bien, en Miranda, hace también algunos años, me pasaron una gramática del mirandés que publicaba el Ayuntamiento y que era toda una curiosidad. El mirandés es lengua emparentada con el astur-leonés occidental y en esa tierra portuguesa se oye el “ye” y las terminaciones en “u” por el paso de la o final a u como en leonés “ puertu”. Miranda merece la pena por ver su catedral, por saludar ao Menino Jesus da Cartolinha que nos espera en su armario vestido de mariscal del ejército portugués y por comerse un bacalao en O Mirandês. También para ver las higas talladas en la piedra de las esquinas con que nuestros hermanos de la frontera señalaban a España, empeñada en tomarlos por la fuerza y a cualquier precio. En tiempos, yo me cortaba el pelo en una peluquería que regentaba Afonso Martins, que era un mirandés que había emigrado a París y allí había tenido una peluquería durante casi cuarenta años. Si iba a su casa era porque hacía ese corte antiguo de los peluqueros que, hace una poridad de años, iban por las casas. Pero esto creo que nada tiene que ver con lo que he empezado a contar. Lo siento.

         Os dejo un mapa lingüístico para que os sea más claro lo que os he contado. ( si es que en realidad os he contado algo de provecho…)


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