martes, 24 de marzo de 2020

EL ÁNGEL CALLABA



El ángel callaba y hacía bien porque, en ocasiones, morir en silencio habla por nosotros. Las ciudades alemanas, tras la Segunda Guerra Mundial, acabaron en la más absoluta ruina. Los aliados no tuvieron misericordia y redujeron a cenizas Hamburgo, Dresde o Colonia.  No se pararon ni ante teatros, ni museos, ni iglesias porque el objetivo era arrasar aquella tierra culpable.  Las bombas aliadas caían sobre Alemania y los alemanes, como el ángel, callaban. Y llegó la posguerra y los alemanes, como el ángel, siguieron callando porque hasta era de mal gusto,-  nos dice Sebald- , tratar en la literatura el tema de las destrucción alemana. Era la nación culpable y tenía que cumplir con su penitencia y por eso no decía nada; el ángel callaba. Sin embargo, entre los silencios del ángel, la vida seguía; una vida escondida debajo de las ruinas entre las que la gente intentaba comer, intentaba amar, intentaba resucitar. Heinrich Böll escribe una novela que no fue publicada hasta mucho más tarde de los años cuarenta porque no era “políticamente correcto” hablar de la destrucción, de los escombros, de las ruinas, de la muerte. Y por eso el ángel seguía callando mientras, de los cascotes, iba naciendo la vida; mientras que de las ruinas brotaban árboles y la hierba iba cubriendo, poco a poco, el territorio de la muerte. Ya sabéis aquello que decía Rilke: todo ángel es terrible. Quizás porque el silencio de los dioses es terrible.

El ángel callaba.

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