martes, 28 de julio de 2020

DEMÓSTENES, EL PATRIOTA


Quizás estoy equivocado, pero he tenido la sensación desde mis años de estudiante en la Complutense de que a Demóstenes se le consideraba el patriota y a Isócrates o a Esquines los traidores a la patria ateniense. Me gustaría con vuestro permiso, matizar estas apreciaciones.
         En verdad, más que una lucha contra Filipo II o un apoyo al macedonio, lo que hay es una oposición de dos maneras de ver la Hélade: la de Demóstenes que seguía defendiendo la polis como elemento anímico de Grecia y la de Isócrates que pensaba en la idea de la unidad de Grecia, o si queréis la unidad de las polis; es decir, que por encima de la polis, empezaba ya a aparecer un sentido de la unidad política que había estado subyacente hasta esa época en la unidad espiritual que sentían los griegos como comunidad de polis y que se basaba  en una misma lengua ( con dialectos), una misma religión y una misma cultura. Sin embargo, durante varios siglos, la idea de la polis estuvo por encima de esta unidad, unidad que se tenía por muy necesaria para acabar de una vez por todas con el peligro persa que llevaba siéndolo desde varios siglos atrás. Ya en su Panegírico, Isócrates ve la salvación de Grecia en una alianza entre atenienses y espartanos que se habían pasado la vida luchando. Este sueño, como bien dice el profesor Pedo Barceló,  se viene abajo y entonces Isócrates pone su esperanza en personajes como Jasón de Feras, tirano tesalio que elevó su patria a la condición de gran potencia,  o Dionisio de Siracusa, el tirano siciliano. Al malograse también esta posibilidad, Isócrates puso su esperanza en Filipo II porque se dio cuenta de que el tiempo de la polis había pasado y que era el momento de la unión entre los griegos. También se dio cuenta de que las decisiones se tomaban por aquella época fuera del ámbito de la polis. En la batalla de Queronea, año 338 a. C.,  Filipo venció a una confederación de polis griegas con tebanos y atenienses como socios mayoritarios. Filipo tenía dos ideas muy claras: la unión de Grecia bajo el poder macedonio y la conquista de Persia. Él pudo ver lo primero, pero lo segundo le correspondió verlo a su hijo, Alejandro Magno, que acabaría no sólo venciendo a los persas sino adoptando sus costumbres para dejar claro que era él, un macedonio, el que los gobernaba ahora. Pero los de Alejandro en Persia lo dejamos para otra entrada.


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