jueves, 23 de julio de 2020

EL PESADO PESO DE LA PÚRPURA


En estas tardes de verano en las que da tiempo para todo, he leído una curiosa estadística sobre los emperadores romanos.
         El imperio romano se extiende desde el año 14 a.C.  o el 27 a. C. (depende de los estupendos que  nos pongamos) hasta el 476 d. C. Es decir, más o menos, quinientos años. En esos años, hubo setenta emperadores desde Octavio Augusto a Rómulo Augústulo que llevaba, curiosamente, el nombre del fundador de Roma y el apodo que recibió Octavio (Augustus) en diminutivo ( el Augustillo). Pues bien, en esa lectura veraniega, se dan estos datos escalofriantes:

Emperadores asesinados: 23
Emperadores posiblemente asesinados: 8
Muertos en batalla: 9
Ejecutados: 3
Muertos en cautividad : 1 ( el pobre Valeriano del que hablamos el otro día)
Muertos por suicidio : 5
Por causas desconocidas: 1
         Si no he sumado mal, son cincuenta los emperadores que, como en los versos de Lorca, no “murieron decentemente en su cama” y, por tanto, tan sólo ¡veinte!, es decir, menos de la tercera parte murieron por causas naturales.
         En EEUU, desde 1776, es decir, hace doscientos cuarenta y cuatro años, más o menos, la mitad del Imperio Romano, tan sólo cuatro presidentes han muertos asesinados: Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy.
         En fin, que ser emperador en Roma no era ninguna bicoca y el peso de la púrpura era muy pero que muy pesado.

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