El
viajero, que ya ha hablado antes sobre el mercat
de Vinaròs y que no se va a repetir porque es algo feo y poco literario, se fija
en unos azulejos que cubren la cúpula lo que fue iglesia de San Telmo, un santo
muy marinero pero que nació en la villa palentina de Frómista . Si alguien quiere
saber por qué San Telmo se ha quedado vinculado con el mar, el viajero tiene
una entrada en su blog sobre cómo el de Frómista se puso a predicar a los
pescadores de Galicia y Asturias que lo convirtieron en su santo patrón. Cosas
de la Edad Media. Al viajero, volviendo a la placeta del mercat, le llama
poderosamente la atención que lo que fuera iglesia sea ahora el auditorio
municipal, y más que lleve el nombre de Wenceslao Ayguals de Izco, un autor que
no recuerda de sus libros de texto del colegio, sino de su presencia en los
libros de sus muy queridas clases de Diver en la muy noble villa de Olmedo.
Siempre se ha maliciado el viajero de que este autor ha accedido no hace muchos
años a los planes de estudio y, no sabe bien por qué, lo hacía nacido en
Canarias. Hasta que lo redescubre en esta plaza tan mediterránea en donde se
está tomando el café de mig matí a l’ òmbre
de les palmeres dolças. El viajero
no sabe si se dice así en valenciano y menos en el valenciano que se habla en
la zona del Maestrazgo que mucho tiene que ver con el catalán del sur de
Tarragona y, como no quiere líos lingüísticos, lo pone en el poco catalán que
sabe y así lo escribe en su libreta. Por andar enredando, pues enredador es de
nacencia, le pregunta a un señor mayor que le dice que, al valencià, se diu a mitjan matí y que la comida que
nosotros llamamos almuerzo, propia de las gentes del campo, en valencià es esmorzar. En fin, pelillos al Mediterráneo. A lo que íbamos, se
dice el viajero que ve que va a usar toda su libreta con estos líos de
valenciano, catalán y castellano y horro de prejuicios lingüísticos sigue
escribiendo: Resulta que el tal Ayguals
de Izco era vinarocense ( en valenciano, vinarossenc),
llegó a ser alcalde y además fue escritor. Antes, a los gobernadores civiles (como es el caso de
Campoamor) les daba el tiempo para escribir y, por lo que se ve, a los
alcaldes, también. El caso es que el tal
Ayguals es el creador del folletín en España y que en sus títulos hay un
marcado anticlericalismo y compromiso social. Es decir, como don Marcial
Lafuente, pero más en culto. Don Wenceslao (Wenceslau en valencià) escribió novelas que tuvieron una enorme difusión en su
época como Bellaflor o el niño de la
inclusa (Fotre, quin titol!); Los
pobres de Madrid; El palacio de los
crímenes ( Don Wences se supera en sus títulos) o Pobres y ricos también llamada La
bruja de Madrid. Tiene también una novela histórica, Ernestina, que trata
sobre la invasión de Sicilia en 1194 por Enrique de Suavia (Mana collons!) y ¡cómo no! otra sobre el general Cabrera llamada (como
no podía ser menos) El tigre del
Maestrazgo. Como curiosidad, el viajero lee en un folleto que le
proporcionan en el auditorio que esta novela irritó tanto a los carlistas que
uno de los suyos escribió como refutación esta novela de título tan largo que
fatiga antes de empezar su lectura: El vengador y la sombra de Cabrera: refutación del Tigre del
Maestrazgo ó sea De grumete a general, historia-novela de D. Wenceslao Ayguals
de Izco (Madrid,
1849). (sic). Como filólogo clásico que soy, me sorprende que Ayguals también
escribiera una tragedia clásica, El
primer crimen de Nerón; sin embargo, no es menos sorprendente que
escribiera también un drama titulado Los
negros y, por si fuera poco, un poema filosófico: El derecho y la fuerza.
Le
sorprende poderosamente al viajero cuánto les daba de sí el tiempo a los
decimonónicos. En este siglo malaventurado no da más que para ir de casa al
trabajo y del trabajo a casa. Galdós, su amado don Benito, que se escribió lo
que se escribió, iba a la tertulia en el café y además tenía amante doble pues pasaba
el rato con doña Emilia Pardo Bazán y con alguna otra de más bajo “escalafón”
cuando la condesa se iba a su pazo de Meirás. También tradujo y hasta escribió
un diccionario biográfico e histórico. En fin, una maravilla el tal don
Wenceslao.
Sinceramente,
lo que más me gusta de esta historia al veredero es que un carlista se dedicara
a refutarle a Ayguals porque, lo que es a día de hoy, ni refutas ni te refutan
porque no te lee ni el Titi de Cádiz en la calle Plocia.
Un
poco cansado ya de tanta refutatio,
se coge de nuevo la libreta y apunta el viajero que se metió al mercat y que es va menjar uns llagostin de Vinaròs. Para mí,
que transcribo lo que escribe el veredero, que esta frase está escrita en catalán, pero
tal y como lo leo, lo copio. Dice el viajero también que el señor de antes le
dice que en valenciano se dice es menjarà
uns llagonstins de Vinaròs. El veredero se cansa y, aunque sea una
grosería, piensa para sus adentros:
A
prendre per cul tant d'embolic de llengües.
I
no li ix dels collons saber si està en català o en valencià.
Un servidor lo copia
tal cual y así lo deja que nadie es para enmendarle la plana al viajero,
veredero o comandadero de cura.
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