Siendo
como soy hijo y nieto de los primeros veraneantes madrileños que llegaron a
Galicia allá por el siglo pasado y dejando claro de antemano que el término “fodechinchos”
lo escuché por vez primera a un taxista de Cangas hace más de treinta años y que
aquel señor lo dijo con todo el cariño del mundo y que siempre, para las buenas
gentes de las Rías Bajas los veraneantes primigenios eran buenas gentes de
medio pelo con los que congeniaban maravillosamente, quiero tratar de los “fodechinchos”
y de cómo en algunos bares y restaurantes gallegos llevan varios años cerrando
incluso en verano para no atenderlos.
Vamos por partes. En esta primera
entrada trataré de la etimología de este nombre que no es nada cariñoso o, si lo fue, tan sólo a finales
de los años noventa del pasado siglo tal y como acabo de explicar.
Fodechinchos es, literalmente, el “jodechinchos,”
es decir, un veraneante de quiero y no puedo que va de veraneo a las costas
gallegas y , como el pobre va escasito de dinero, hace lo que puede para
subsistir. En principio, eso no es malo; ¿cuál es, pues, el motivo de rechazo? Su
altanería absurda y su querer parecer más de lo que es. El nombre lo dice: el “fodechinchos”
se las da de listo y de rico, pero, para poder completar su estancia en Galicia,
se jode o come todos los chinchos del mercado de abastos de Marín, Bueu o Cangas.
¿Que qué son los chinchos? Pues jurelitos que son, a su vez, el
diminutivo de jureles que son, por si a alguien le interesa, unos peces que
también son conocidos como chicharros y cuyo nombre científico ( para
entendernos) es Trachurus murphyi.
Los jurelitos o chinchos son un pescado azul de delicioso sabor y baratos de
precio.
En el País Vasco, un buen txitxarro al
horno con una sidrita (sagardoa) de Astigarraga te puede (y te debe )
elevar al séptimo cielo. Hasta aquí la
primera entrada. Como creo que os ha quedado claro, voy con la segunda.
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