El
viajero se llega hasta Morella desde Vinaroz. Desde el colegio, viene oyendo el
nombre de esta ciudad del Maestrazgo y recuerda que en los libros de historia
la llamaban el “bastión inexpugnable del general Cabrera”. Cuando llega, le
impresiona el castillo, verdadero nido de águilas, pero, en lugar de ascender
hasta él, se mete por la muralla tras haber subido por una cuesta que deja
pequeño al Tourmalet y entra en la población. Morella huele a ciudad histórica por la que, si le
echamos imaginación, podemos ver al Papa Luna, al ya citado Cabrera y a su
rival, el general Oraa, tan caro al viajero porque tiene una calle en el que
fue su barrio madrileño y hasta Ximo Puig, político valenciano que es natural
de tan hermosa ciudad. Además de a historia, Morella huele a frío (cuando sopla
el mistral, lo mejor es quedarse a la lumbre) y a flaons. Y puestos, si te quedas a la lumbre y te tomas una sopa
morellana y estos pastissets llamados
flaons, el mistral es menos mistral. El
veredero apunta en su libreta de qué está compuesta la sopa y los flaons. Se la robamos un momento para
podéroslo contar:
“La
sopa es una sopa con carne, huesos de jamón, un tomate entero y una cebolla
pelada. En principio, no parece tener nada especial, pero a esa sopa hay que
añadirle unos bunyolets elaborados
con huevos, harina, manteca, agua y sal. Los bunyolets se cuecen en la sopa y toman todo su sabor. Mutatis mutandis, serían como los
rellenos del cocido o la pilota que
se come en Cataluña con la escudella.
Es una sopa para los fríos de Els Ports, la comarca de Morella que nos lleva
hasta las tierras de Aragón desde donde venían los arrieros que se llegaban
hasta Vinaroz para dejar verduras y cargar pescado.” Hasta aquí sus apuntes “libretarios”
que no libertarios que es otra cosa muy distinta.
El veredero se toma la sopa en un restaurante
y decide tomarse los flaons en alguna
pastelería morellana. Elige la pastelería García, cuya dependiente, con
amabilidad inefable, le sirve un surtido de pastissets y ¡cómo no! los flaons.
A continuación os cuento de qué están hechos estos pastelitos que son unas
empanadillas dulces rellenas de requesón de oveja. Una delicia que el veredero
recuerda que le gustaban mucho a Pepe
Carvalho, el detective de Vázquez Montalbán, homólogo del comisario Montalbano
de Camilieri y gran gastrónomo como su creador.
Para hacer la digestión, el viajero
recorre la calle principal de Morella y se deja atrapar por la belleza de sus
casas, muchas de ellas medievales. Se llega hasta el final y mira el paisaje de
esta comarca. Se alegra de no haber venido en invierno cuando sopla el mistral
y decide bajar a Vinaroz porque la noche acecha y la carretera es mala, con
muchas curvas. Unos niños con sus abuelos juegan al fútbol mientras el
omnipresente castillo los vigila, pero los niños no se inquietan. Están
acostumbrados. Mientras baja, piensa que allá arriba se quedan el Papa Luna,
Ximo Puig, el general Cabrera, el general Oraa y los flaons de los que se lleva una cajita en la que también van otros pastissets. Bajando también recuerda o
se imagina as los arrieros maños con su bota de Cariñena y sus joticas. Quizás
una decía, más o menos, así:
Sale el sol
por los Monegros
y baña en el
Ebro sus rayos,
luego viene a
Zaragoza
y se va por el
Moncayo.
Silbando
Vagabundear de Serrat, ya sabéis, “no me siento extranjero en ningún lugar,
donde haya vino tengo mi hogar”, regresa hasta el Mediterráneo en cuyas aguas,
más frescas que el día anterior, se dará un baño reconfortante. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario