domingo, 17 de agosto de 2025

EL GENERAL DÍAZ PORLIER O ASÍ TRATA ESPAÑA A SUS HÉROES

 


La calle del General Díaz Porlier, si la memoria no me falla, empieza en la calle Alcalá y termina en la ya muy traída y llevada en este blog de General Oraa (sin acento, por favor). Después de la guerra incivil,   pasó a llamarse Hermanos Miralles en honor de tres hermanos “pilaristas” de los que os hablaré en otra entrada, Deo volente. En el colegio de los Calasancios, en donde estudió mi muy admirado Emilio Butragueño, hubo, desde agosto de 1936, una cárcel, la cárcel de Porlier que tanto nombraba mi abuela Patro, que, al comienzo de la República, fue, previa incautación del gobierno republicano del edificio, un albergue para niños abandonados. De esta cárcel salieron algunas sacas de presos que acabaron en Paracuellos. Acabada la guerra, los nuevos “amos” decidieron que siguiera siendo cárcel y en ella estuvieron presos tan famosos como Miguel Hernández y Antonio Buero Vallejo, gran dibujante además de extraordinario dramaturgo que, aprovechando sus dotes para el dibujo, le hizo un retrato a Miguel Hernández que suele aparecer en casi todos los libros de texto. Pero ¿quién fue Díaz Porlier?

         Lo primero, deciros que nació en Cartagena de Indias y que su actuación durante la Guerra de la Independencia le valió el grado de Mariscal de Campo pues fueron muchos los actos heroicos que llevó a cabo. Hasta tal punto que Porlier terminó la Guerra como un auténtico héroe nacional. Don Juan, además de luchar contra los gabachos,  también había hecho todo lo posible para que Fernando VII regresara a España, pero, como a otros muchos españoles, a Porlier no le gustó el que el “Deseado”, por medio del Manifiesto de los Persas, redactado por los diputados absolutistas de la Constitución de Cádiz, iniciara un reinado absolutista y contrario a los principios que habían informado la Constitución de la antigua Gades. Díaz Porlier se puso en contacto con otros españoles disconformes con Fernando VII, pero, sin embargo, no contaba con un traidor: su amanuense , Agapito Alconero, lo delata y es detenido en Madrid en la madrugada del 29 de mayo y el 16 de julio condenado a cuatro años de cárcel en el Castillo de San Antón, en La Coruña. Ya sabéis que Roma no paga a traidores, pero se aprovecha de ellos. Al poco, salió con prisión atenuada para tomar baños en Arteixo y pasa a residir en Pastoriza, en casa del palentino Andrés Rojo del Cañizal que también era correligionario suyo. Será en casa de Andrés Rojo en donde prepare el Pronunciamiento de La Coruña, ciudad que tomó en menos de dos horas y en la que proclamó la Constitución de Cádiz.

         Sin embargo, el arzobispo de Santiago, Rafael de Múzquiz y el general Pesci reúnen unas tropas que llegan a Sigüeiro mandadas por el general José Javier de Imaz, que era el comandante militar de aquella plaza. No sé si alguien me puede explicar qué hacía el arzobispo de Santiago reuniendo tropas. En fin, vamos a dejarlo.

         Ya es noche cerrada cuando paran las tropas de Porlier en Merelle, a la entrada de Órdenes. El general se pone a escribir al amor de la lumbre, pero treinta y nueve sargentos (ni uno más ni uno menos) del 6º Regimiento de la Marina, que habían sido comprados por un agente que se había infiltrado en la columna,  lo detienen. Es el sargento Antonio Chacón (se llamaba como el célebre cantaor flamenco don Antonio Chacón) quien detiene a Porlier que fue “juzgado” y ahorcado pues, al haber sido degradado, no tuvo el privilegio de “ser fusilado”.

         Su viuda, Josefa Queipo de Llano  ( ¿será antepasada del general Queipo de Llano que nació en Tordesillas?) quedó encerrada en el Colegio de Huérfanas de Betanzos custodiada por Feliciano Vicente Faraldo, funcionario de ideas absolutistas y padre del liberal Antolín Faraldo, que no le permitió abrir los baúles en los que guardaba los objetos personales de su marido. Tuvo que esperar doña Josefa al pronunciamiento de Riego en 1820 para llevar a su marido desde la capilla de San Roque al convento de San Agustín y también para poder abrir los baúles. Poco duró la alegría en la casa del pobre porque los Cien mil hijos de San Luis, con el duque de Angulema al frente, devolvieron a España a un régimen absolutista y los restos de Porlier peligraban por lo que sus amigos liberales lo volvieron a llevar a la capilla de San Roque, más en concreto bajo el altar de San Antonio. Así paga España a sus héroes.

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