Toda
su vida lleva el veredero oyendo hablar del general Oraa porque su casa madrileña
estaba muy cerca del comienzo de la calle que el Ayuntamiento de Madrid dedicó
en su momento a tan ilustre prócer. El comienzo de la calle es una cuesta ancha
que gira a la derecha y pasa a denominarse Hermanos Bécquer y General Oraa se
convierte en una calle de un solo carril que se llega hasta Francisco Silvela. Si
nos ponemos en plan sociólogos, habría que decir que la calle experimenta un
cambio de clase social y comienza en el opulento barrio de Salamanca, pero que,
en llegando a su final, - e incluso mucho antes- deviene más proletaria. En la
zona “proletaria”, estaba el cine Oraa en donde el veredero pasó algunas tardes
de su infancia viendo películas, entre ellas, la inolvidable “La isla del fin
del mundo” y también vivió en ella, cuando se marcharon de Chinchón y se fueron
para el "foro", José Sacristán
con sus padres. También andaba por esta calle la clínica del doctor Simarro,
famoso psiquiatra retratado por Sorolla e, item más, en el 6 de la calle vivía
Miguel Rueda, el modisto al que le dediqué una calle entrada; en el 8, vivió
Valle Inclán y el Marqués de Lozoya y, ya cruzando Serrano, estaba el Instituto
Español de Hematología y Hemoterapia en donde trabajaba como hematóloga doña
María del Socoro Romero Sánchez, hija de Federico Romero Sarachaga, famoso
letrista de zarzuelas junto con Fernández Shaw ( Doña Francisquita, El caserío
o Luisa Fernanda salieron de sus plumas) y pediatra de un servidor metido a veredero
para contar historias del Maestrazgo. Pero ¿quién fue el general Oraa os estaréis
preguntando? El viajero no recuerda que viera su nombre en los libros de
historia del colegio y, al estar en Morella, ese general ha vuelto a aparecer
en su vida porque el tal Oraa fue el que puso cerco a la ciudad cabeza del
Maestrazgo. El veredero busca en la Wikipedia y la “enciclopedia del pobre” le
cuenta lo que sigue:
Que don Marcelino Oraa Lecumberri nació
en Beriáin , Navarra, en 1788, y que empezó su andar bélico con Francisco Espoz
y Mina, guerrillero también navarro que tiene una calle en Madrid al lado de la
Puerta del Sol. Su hazaña más famosa, que hasta ha dado lugar a una novela y a
una película, fue el llevar un cañón de gran tonelaje desde un barco británico
en las playas de Deva (Guipúzcoa) a Navarra. No era de Bilbao, pero su pueblo
no andaba lejos del botxo.
Eso último no lo dice la Wikipedia,
pero algo tiene el viajero que añadir de su cosecha para que no todo sea IA. Lo
de Morella tiene su aquel pues resulta que Oraa se fue para allá (perdón por el
pareado vil) con 20.000 hombres, 2.000 caballos y 18 piezas de artillería. (¿De
verdad que no era bilbaíno este hombre?) Al llegar, vio la bandera negra con
una calavera de paño blanco en el medio. Oraa lo entendió y dieciocho días después
de haber puesto cerco a Morella, se retiró y se marchó para Alcañiz. Este hecho
provocó una crisis ministerial en Madrid (sin duda eran otros tiempos en los
que había crisisde gobierno) y Oraa fue sustituido por don Antonio Van Halen, hermano
de Juan Van Halen, el militar que luchó con cinco ejércitos distintos y que no
fue traidor a ninguno, y antepasado de Juan Van Halen, político y poeta ( no tiene
por qué ser un oxímoron) que milita, que el veredero sepa, en el PP.
El veredero siente que no somos nadie
pensando en lo del cañón, en lo del militar de los cinco ejércitos y en lo del
poeta político y mira al castillo comprendiendo al general Oraa al que sus
soldados llamaban el “Abuelo” y los carlistas, debido a su pelo cano, “el lobo
blanco”.
Oraa tuvo la fortuna de morir en su
pueblo natal, en 1851, con sesenta y tres años.
El viajero, que se ha comido un flaon morellano, baja con alegría camino
de Vinaroz al haber recordado, gracias al “Abuelo” una parte no pequeña de su
infancia matritense.
Por cierto, que habéis visto que el
viajero escribe Oraa sin tilde en la primera “a” porque así debe ser: es
palabra llana acabada en vocal y, por tanto, según la ortografía de las Rae, no
tiene por qué llevar acento. Tampoco lo lleva Feijoo por mucho que los chicos
del PP, que no leen a la RAE, se empeñan en ponerlo. En fin, pelillos a la mar.
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