Leo
en el Faro de Vigo que hay 12 tipos de fodechinchos. ¡Mi madriña! Esto es muy
exagerado y un servidor, fodechinchos charnego o maqueto, quiere decir y dejar
muy claro que lo primero que descubre a un fodechinchos es su ignorancia y
prepotencia. El fodechinchos es un veraneante que no siente ningún interés ni
por la cultura ni por la lengua gallega y que si alguno fálalle en galego, le espeta aquello de “a mí hábleme en cristiano”
como si supiera el tío cenutrio en qué lengua hablaba Cristo. Para el
fodechinchos de “raza”, en Madrid todo es mejor, todo es más limpio, todo es
más rápido y al paisano, cargado de paciencia, se queda con las ganas de
decirle: Pues, si todo es mejor en Madrid, ¿para qué viene usted a Galicia? El
fodechinchos es hijo de la cultura cateta de una España analfabeta y hortera
que, en palabras de don Antonio Machado, “desprecia cuanto ignora”. Lo curioso
es que, por regla general, no es de Madrid capital (soy nieto de madrileña de
Chamberí y sé muy bien de los que digo) sino que proviene de alguna ciudad
dormitorio del cinturón industrial de Madrid. Dice que es de Madrid, pero, a lo
peor, es del último villorrio de la más lejana provincia del “Foro” en donde
aún tocan a misa con una manta.
El fodechinchos, llevado al camino de
Santiago, es el turigrino, un tipo
que hace el Camino de Santiago por hacer, sin ánimo de transcendencia y sin conocer
las palabras respeto, hospitalidad, solidaridad, compañerismo o esfuerzo.
Emporca todo lo que pisa y sabe menos del Camino que un niño de 1º de la ESO.
Si alguien le habla del Codex Calixtinus, salta con lo de hablar en cristiano.
Una pena.
En Ourense, el fodenchinchos se
metamorfosea, cual mariposa basta y grosera, en escallá porque no para de decir “es que allá” todo es mejor, más limpio,
más higiénico y un largo etcétera de payasadas o parvadas insufribles. Para más
“inri”, el escallá es mais galego que o Cristo ourensán y,
muchas veces, suele ser un hijo de emigrante que regresa a la aldea con un Mercedes
desde México lindo y querido o desde cualquier otro país hispanoamericano. A
diferencia del indiano asturiano o cántabro, este emigrante no da un duro ni
para escuelas, ni para hospitales, ni para nada que huela a cultura porque tiene
menos educación que los cactus del desierto de Sonora a los cuales pido perdón
( digo a los cactus). Se le reconoce con facilidad porque tiene el acento del
país a donde se fueron sus abuelos con una mano delante y otra atrás. Ahíto de “pesos”,
paga lo que le pidan por un melón o por unos grelos con tal de dejar bien
clarito que le sobran “dólares”. Cómo los ganó ya es otro cantar.
Quiero quedar claro que no todos los
madrileños son fodechichos y que hay muchos madrileños que ni son prepotentes,
ni groseros ni maleducados, pero ya sabemos que más ruido hace el árbol que cae
que el bosque que crece y este espécimen deja un reguero de mala baba allá por
donde va. Y con esto queda cerrada la segunda entrada.
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