domingo, 31 de agosto de 2025

TIPOS DE FODECHINCHOS (II)

 

Leo en el Faro de Vigo que hay 12 tipos de fodechinchos. ¡Mi madriña! Esto es muy exagerado y un servidor, fodechinchos charnego o maqueto, quiere decir y dejar muy claro que lo primero que descubre a un fodechinchos es su ignorancia y prepotencia. El fodechinchos es un veraneante que no siente ningún interés ni por la cultura ni por la lengua gallega y que si alguno fálalle en galego, le espeta aquello de “a mí hábleme en cristiano” como si supiera el tío cenutrio en qué lengua hablaba Cristo. Para el fodechinchos de “raza”, en Madrid todo es mejor, todo es más limpio, todo es más rápido y al paisano, cargado de paciencia, se queda con las ganas de decirle: Pues, si todo es mejor en Madrid, ¿para qué viene usted a Galicia? El fodechinchos es hijo de la cultura cateta de una España analfabeta y hortera que, en palabras de don Antonio Machado, “desprecia cuanto ignora”. Lo curioso es que, por regla general, no es de Madrid capital (soy nieto de madrileña de Chamberí y sé muy bien de los que digo) sino que proviene de alguna ciudad dormitorio del cinturón industrial de Madrid. Dice que es de Madrid, pero, a lo peor, es del último villorrio de la más lejana provincia del “Foro” en donde aún tocan a misa con una manta.

         El fodechinchos, llevado al camino de Santiago, es el turigrino, un tipo que hace el Camino de Santiago por hacer, sin ánimo de transcendencia y sin conocer las palabras respeto, hospitalidad, solidaridad, compañerismo o esfuerzo. Emporca todo lo que pisa y sabe menos del Camino que un niño de 1º de la ESO. Si alguien le habla del Codex Calixtinus, salta con lo de hablar en cristiano. Una pena.

         En Ourense, el fodenchinchos se metamorfosea, cual mariposa basta y grosera, en escallá porque no para de decir “es que allá” todo es mejor, más limpio, más higiénico y un largo etcétera de payasadas o parvadas insufribles. Para más “inri”, el escallá es mais galego que o Cristo ourensán y, muchas veces, suele ser un hijo de emigrante que regresa a la aldea con un Mercedes desde México lindo y querido o desde cualquier otro país hispanoamericano. A diferencia del indiano asturiano o cántabro, este emigrante no da un duro ni para escuelas, ni para hospitales, ni para nada que huela a cultura porque tiene menos educación que los cactus del desierto de Sonora a los cuales pido perdón ( digo a los cactus). Se le reconoce con facilidad porque tiene el acento del país a donde se fueron sus abuelos con una mano delante y otra atrás. Ahíto de “pesos”, paga lo que le pidan por un melón o por unos grelos con tal de dejar bien clarito que le sobran “dólares”. Cómo los ganó ya es otro cantar.

         Quiero quedar claro que no todos los madrileños son fodechichos y que hay muchos madrileños que ni son prepotentes, ni groseros ni maleducados, pero ya sabemos que más ruido hace el árbol que cae que el bosque que crece y este espécimen deja un reguero de mala baba allá por donde va. Y con esto queda cerrada la segunda entrada.

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