Cuando el viajero contempla esta
palmera levantina en la playa de Vinaròs, no puede sino acordarse de ese poema
de “su” Miguel Hernández al que puso música, en su segundo disco dedicado al
poeta de Orihuela y cuya presentación coincidió con el centésimo aniversario de
su nacimiento, Joan Manuel Serrat. Esa es una de las maravillas de la poesía:
que vemos el mundo con los ojos de los poetas. Por eso, el viajero se limita a
copiar ese poema y no añadir nada más porque ya lo dijo todo antes, más y mejor
el eximio poeta alicantino. Ahí os lo deja mientras lo apunta en su libretilla
de poemas que le ayudan a vivir.
La palmera levantina
La
palmera levantina,
la
columna que camina.
La
palmera... la palmera...
La
palmera levantina,
la
que otea la marina,
la
mediterránea era.
la
que atrapa la primera
ráfaga
de primavera
la
primera golondrina.
La
que araña los luceros
y
se ciñe los encajes
de
las nubes a los zancos datileros.
La
que brinda sol en grano al verderol.
La
que se arroja de bruces contra el Sol.
El
magnífico incensario
que
se mece solitario.
La
palmera... la palmera...
Al
final de una colina,
contra
azul extraordinario...
¡la
palmera levantina!
La
palmera lo primero
que
vé el ojo marinero
de
los mares de Levante.
La
palmera la que encuna
al
arcángel de la luna,
¡la
palmera de Alicante!
Vedla,
fina,
palpitar
en el confín.
Vedla,
presa, en la retina
de
Azorín.
La
palmera... la palmera...
Como
manos compañeras,
al
dejar mis anchos valles
y
marchar de una mentira bella en pos, como manos,
desde
fondos de horizontes y colinas
me
dijeron las palmeras
levantinas,
´´¡adiós!´´
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